El primero de septiembre ha sido tema de conversación y material de opinión para muchos. Las cuentas, hasta ahora, es que tanto los legisladores como el presidente han sido objeto de protesta y descalificación de tintas y mentes. Más allá del llamado a tregua, que se recibió con buena voluntad y agrado, Fox tenía que haber enviado a la nación un mensaje diferente, debía haber resistido las cifras o apegarse a la realidad que siempre es perfectible y subjetiva.
Los huestes de las tribunas, ya muy regañados por todo el mundo, incluso por los miembros de sus partidos, tendrían que haberse manifestado de forma correcta y respetuosa; ellos ofendieron, el presidente salió ganando, la tan maneada democracia perdió.
Ahora no podemos restarle méritos al director del circo, quien a veces con sonrisita irónica, rogaba, con toda parsimonia a sus malcriados compañeros, que si bien eran libres de expresarse, es decir que estaban ejerciendo un derecho, deberían recordar el lugar donde se hallaban; la tribuna que todos los ciudadanos estábamos viendo.
El hábil sonorense los azuzaba, en vez de llamarlos al orden. Debo aceptar que fueron ellos, Fox y Beltrones, quienes les hicieron el caldo gordo a los gritones. Fox debió seguir leyendo concentrado en su lectura; su voz y la tecnología acallarían el lejano abucheo y los reclamos. En una de esas, el presidente quiso proseguir con su lectura ignorando las protestas, pero el priísta de ninguna manera se lo iba a consentir y, sencillamente lo calló y, a lo mejor, acostumbrado o respetuoso, obedeció. No siempre es necesario ganar para llegar al poder, a veces basta con que los demás pierdan.
Ahí estaba Salinas de Gortari, con su misma retórica y sonsonete, adelantando lo que serán los puntos de la campaña del PRI para el 2006, en lugar de contestar, en nombre de todo el Congreso, el mensaje del señor Presidente. Nos acordamos de Salinas y extrañamos a Beatriz Paredes.
Hubo circo, lástima del lugar y los actores.
*Periodista y escritora mexicana
2004/MG/LR