La Iglesia Católica no se tomó un respiro después de la elección de Ratzinger como nuevo jefe del Vaticano, al declarar contra la aprobación, por mayoría parlamentaria en España, del matrimonio entre homosexuales y su derecho a adoptar hijos o hijas.
Cualquier iglesia tiene derecho a la libertad de expresión pero no a inmiscuirse en las decisiones de los gobiernos elegidos mediante voto popular y que en sus constituciones se han declarado laicos, pero a la luz de Ratzinger es la «dictadura de la relatividad» o «secularismo agresivo», palabras que sólo puede sentenciar quien fuera prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Los señores de la iglesia católica deben entender que lo espiritual no se separa de lo corpóreo pero lo divino si se puede separar de lo terrenal. Los Estados no pueden seguir permitiendo que en aras de la religiosidad –que no tiene que ver con la institución- las iglesias se entrometan en sus decisiones, máxime cuando corresponden a la exigencia de un sector de la población.
Estamos presenciando no sólo un fundamentalismo sino un totalitarismo religioso en el que su creencia o interés se convierten en valor absoluto.
El cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, presidente del Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano, llamó a la objeción de conciencia a empleados municipales españoles responsables de la celebración de bodas, para que se nieguen a oficiar matrimonios entre personas del mismo sexo, incluso si por ello pierden su puesto de trabajo.
Trujillo, en declaraciones al diario italiano Corriere della Sera, considera que la ley española que permite el matrimonio entre homosexuales es «inhumana» y fruto de «una extraña idea de la modernidad». El purpurado considera que los cristianos tienen el «deber» de oponerse a los matrimonios homosexuales y a la adopción por parte de éstos, publicó el diario El Mundo. ¿Regresan a la Edad Media?
Sobre la homosexualidad el entonces cardenal Ratzinguer (2002) concedió una entrevista al periodista alemán Meter Seewald y una de sus respuestas fue: «La cuestión de la pareja homosexual es un tema muy diferente. Pienso que cuando, en un matrimonio, en una familia, ya no cuenta que sean hombre y mujer, sino que se equipara la igualdad de sexo a esa relación, se está vulnerando el tipo fundamental de la construcción de la persona.
De este modo –sigue Ratzinguer- una sociedad se enfrentará a la larga a grandes problemas. Si escuchamos la palabra de Dios debemos dejarnos regalar sobre todo la iluminación de que la convivencia de hombre, mujer e hijos es algo santo. Y una forma adecuada de sociedad da resultado si considera a la familia, y con ello a la forma de unión bendecida por Dios, la manera correcta de ordenar la sexualidad».
La iglesia católica debería organizar su propia casa ¿Qué ha pasado con la investigación sobre curas pederastas? ¿Por qué niega a sus sacerdotes el derecho a amar a un ser humano? Por qué no transitan por el camino de formar una familia?
La verdad, no comprendo para que se reivindica el derecho a tener sacerdotisas en una institución que se erige como guardiana de la fe y da latigazos a quines no se suman a ella.
Las personas tienen derecho a creer, a tener una religión pero las instituciones vacían de contenido y quienes manejan las instituciones las convierten en partidos políticos, con intereses económicos, políticos y sociales, en los que todo vale.
No obstante, pese a lo dicho es posible preguntarse ¿por qué el espíritu santo no iluminó a los cardenales para elegir a un Papa de América Latina donde se encuentra más del 50 por ciento de creyentes? ¿O a un Papa negro? De los 115 cardenales electores, 113 llegaron de la mano de Wojtyla o Ratzinger.
*Periodista colombiana, corresponsal de CIMAC en Madrid.
2005/FC/SJ