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Lecciones de las elecciones

Por Marta Guerrero González

Lo ocurrido en las pasadas elecciones del Estado de México y Nayarit, pero sobre todo en las del primero, son muestra de la tarea y el esfuerzo constante de un grupo de operadores que realizaron el trabajo hacia dentro del priismo.

Más allá de la campaña mediática y la fuerza del dinero, lo ocurrido es una importante lección. Dinero siempre lo ha habido y en mayores cantidades, el derroche en publicidad ha existido en todos los partidos. Lo que realmente operó en un triunfo de tal envergadura, como lo fue el Estado de México, es la recuperación de las bases, el trabajo político desde unos meses antes de decidir quién sería el candidato de ese partido; recordemos que contendían seis aspirantes, entre ellos Enrique Jacob Rocha, ex presidente municipal de Naucalpan, y Carlos Hank, quien tenía el peso de la simpatía de Roberto Madrazo; sin embargo, Enrique Peña en unos cuantos meses logró darse a conocer y penetrar en el ánimo de la ciudadanía.

Esto se debió gracias al convencimiento, previo ejercicio de los operadores priistas, de los líderes de las colonias, de las áreas urbanas y de las comunidades del estado. Ese conjunto de reuniones, a veces de grandes grupos y otras de células pequeñas, sumó a la militancia y a la mayoría, como ya se comprobó; se le convenció a favor del candidato de unidad.

Es importante destacar que si bien la lucha por el poder es selectiva, en lo referente a Enrique Peña Nieto los aspirantes perdedores se sumaron al trabajo político verdadero, en las regiones donde cada uno gozaba de influencia. Es decir, que no hubo rupturas importantes y la única a destacar fue la de Isidro Pastor, que además de favorecer al PRI con su asociación con el PAN, al final aceptó públicamente que el único partido que sabía hacer el trabajo en una contienda era el PRI, y aunque no resultó un golpe demasiado duro para el PAN, que llevaba una campaña nefasta con un candidato perdedor, fue un tropiezo más para Rubén Mendoza Ayala.

El PAN y el PRD dejaron solos a sus candidatos y ambos partidos estaban divididos y pesaban enconos entre su militancia, por razones de la selección de sus candidatos.

Es decir, si Roberto Madrazo quiere ser candidato a la presidencia de la República y tener alguna posibilidad de ganar debe sumar y no restar, lo cual no es su estilo, debe conciliar y unir a todo el priismo de base y de cúpula en torno a una candidatura.

Tendrá que ser muy cuidadoso y maduro si pretende que su partido llegue a Los Pinos, por supuesto que la imagen, el nombre y la opinión respecto del candidato cuentan más que nunca. Ya se acabó el tiempo en que se imponía a quien fuera, ahora debe ser aceptado por la mayoría y debe de gozar de buen nombre y fama. O, en última instancia, no tener mala reputación. Debe llegar lo más limpio y puro, por así decirlo, a la contienda. La gente va a votar primero por el candidato y luego por el partido. En el Estado de México la gente votó por los candidatos, ya fuera en contra o a favor y no por los partidos. Un candidato que no es apoyado ni siquiera por la mayoría de su partido no puede ganar una elección presidencial.

05/MGG/GM

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