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Mensaje a la Nación

Por Cecilia Lavalle*

Yo no estoy enojada. Por de pronto me gana la tristeza. El espectáculo del viernes, por mucho que fuera previsible, me dejó con un amargo sabor en el corazón.

El 1 de septiembre hubo en realidad dos mensajes a la Nación. El primero lo enviaron las y los legisladores del Congreso de la Unión que recién estrenaron sus curules. El segundo lo emitió el presidente Vicente Fox. Ambos me dejaron esta sensación de tristeza.

Cuando pienso en democracia pienso en respeto, tolerancia, diálogo. Jamás se me ocurriría asociar la palabra democracia con cerrazón, imposición, abuso, ley del más fuerte. Partiendo de ahí no encuentro un solo resquicio por donde pueda calificar como democrática la toma de la tribuna protagonizada por las y los legisladores del Partido de la Revolución Democrática.

¡Sufragio efectivo, no imposición!, gritaban a coro. Curiosa manera de apreciar la realidad, porque gracias al sufragio efectivo –en las elecciones que una y otra vez han calificado de fraudulentas- los hombres y mujeres del prd ocupan ahora una curul y, desde luego, cobrarán el salario respectivo.

Y curiosa manera de rechazar la imposición cuando lo que hicieron fue precisamente imponer su voluntad secuestrando la tribuna e impidiendo no sólo que el presidente Fox leyera su mensaje sino que el legislador del Partido Acción Nacional fijara, como le correspondía, la postura de su bancada.

Por su parte, las y los diputados del pan se veían desconcertados. Las y los del pri a la expectativa. Y cuando se suspendió la sesión, una vez que el presidente Fox entregara su vi informe a la mitad del vestíbulo del Congreso, no podía creer lo que miraba: legisladores de todos los partidos –excepto del prd que tenía tomada la tribuna- sonreían, se saludaban entre sí, se abrazaban, conversaban, como si ahí no pasara na-da.

Si, como mencionaron casi todos los oradores que el prd tuvo a bien dejar hablar, el Congreso está llamado a ser el motor de México, el órgano con visión de Estado, la institución responsable de conducir el país en estas horas difíciles, estamos en problemas. El mensaje que le enviaron a la Nación fue, de una parte, de intolerancia y cerrazón; y de otra, de impavidez e indolencia.

No se me escapa la otra mitad del escenario. Entiendo la molestia y el agravio que señalaron, sin excepción, los legisladores y la legisladora –a quienes el prd tuvo la gentileza de dejar hablar- con respecto a lo que llamaron el «estado de sitio» en el Palacio Legislativo. A la mayoría entrar al recinto les costó una odisea de varias horas; incluso la bancada priísta, tras impedirles la entrada por tres puertas distintas, estuvo a punto de no asistir al evento.

Tampoco se me escapa lo que motivó este exceso. La intención, días antes, de grupos perredistas de tomar el recinto, amén del bloqueo en avenidas de la ciudad de México, y un ambiente de creciente crispación política y social.

Y ante este panorama, sin olvidar la ingobernabilidad en Oaxaca, la inseguridad pública, las alrededor de 500 mil personas que todos los años tratan de cruzar la frontera con Estados Unidos en busca de una oportunidad, los 60 millones de personas que viven en la pobreza, la crisis que viven las instituciones de seguridad social, y lo que usted guste y mande; ante este panorama, repito, el presidente emite un mensaje a la Nación que esencialmente dice que aquí no pasa na-da.

Salvo por algunas oraciones, el discurso presidencial bien podría haber sido leído en uno de sus actos de campaña por la presidencia de la República; o el día de su toma de posesión en 2000; o en su tercer informe de gobierno en 2003. Es más, igual lo hubiera podido leer alguno de los presidentes que le antecedieron.

Claro, cuando se lee tomando en cuenta el contexto, el corazón se me apachurra, porque evidentemente el presidente mira un país que no alcanzo a distinguir.

Por si fuera poco lee un discurso grabado con anterioridad y muy mal editado. Apenas una leve referencia al conflicto que le llevó a transmitir su mensaje por televisión.

Como si el recinto legislativo no estuviera sitiado, como si por primera vez en la historia un presidente no hubiera tenido que entregar su sexto informe en el vestíbulo, como si la máxima tribuna del país no hubiera sido secuestrada por un grupo parlamentario cuyo líder real opina que a las instituciones hay que mandarlas al diablo y propone que una llamada Convención Democrática lo nombre presidente, al margen de la legalidad vigente.

Tras los sucesos del viernes me quedó la sensación de que el barco está a la deriva, amenaza tormenta, el capitán duerme tranquilo en su camarote y el timón se lo disputa una clase política a la que en general le falta altura de miras y amor por el país.
E
l presidente Fox ya se va. Ya se fue. El Congreso dice que asumirá el control del barco. Así las cosas más vale que empecemos a tomar medicamentos contra el mareo y el vómito, e inflemos los botes salvavidas.

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

*Periodista mexicana

06/CL/LR/CV

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