¿Cómo decirlo? No importa el lugar geográfico donde una se encuentre. Ni importa cuál es el gobierno que dirige; ni tiene nada que ver cuál es la cultura o la idea de proceso económico o civilizatorio que exista en ese lugar o ese país.
La violencia contra las mujeres afecta a una de cada 3 y el asesinato por ser mujer es una guerra misógina y puede configurarse hoy como un crimen de lesa humanidad.
Ver cifras ayuda. En el Estado Español son asesinadas 5 mujeres por semana; en Francia, según la ministra Social y de Paridad, Catherine Van Trin, 113 mujeres fueron asesinadas en 2006, una cada tres días; en Suecia se reconoce un homicidio cada semana y en Guatemala uno cada tercer día.
De México sabemos que cada día son asesinadas 3 mujeres.
Y todas estas cifras son oficiales. La violencia cunde contra las mujeres, como una guerra sin cuartel. Algunas reflexiones llevan a conclusiones todavía más lamentables, sin embargo no valen leyes, campañas, ni acuerdos.
Este lunes 27 de noviembre en España se lanzó una campaña europea, para frenar la violencia contra las mujeres, porque hay preocupación lo mismo en Portugal que en Italia, porque no se puede más, porque la ley es insuficiente, porque las instituciones no pueden atajarla, porque la sociedad no está conciente de ella.
Lo cierto es que no hay reflujo para esta situación y los datos, la repetición del discurso no parece resolver, ni mejorar la conciencia ni mitigar la complicidad que permite día a día que la fría cifra de ayer o de hoy no haga ninguna diferencia.
Ello parece lo más grave. Este lunes estuvieron en Madrid, en el Senado, representantes del más alto nivel. La Ministra para la Mujer de Turquía, Nimet Cuburcu, Dubrañvka Simonevic, del Grupo de Trabajo del Consejo de Europa para combatir la violencia contra las mujeres, y Genoveva Tisheva, directora ejecutiva de la Fundación Búlgara para la investigación de género. Y doña Yakin Ertuk, la relatora de Naciones Unidas que ha estado en México 3 veces, hizo la relataría, tomo nota, se volvió a indignar.
Y estuvieron así todos los senadores, el jefe del Estado español, José Luis Rodríguez Zapatero y la pregunta es ¿qué sigue?
Sí, también habló del fenómeno doña Donatella Linguiti, jefa del ministerio de Derecho e Igualdad de Oportunidades, y la finlandesa Tuula Hatainen, y cuál será el futuro.
Con toda intención pongo todos los nombres y me faltan, para que se vea que discursivamente hoy no existe gobierno que admita en público que la violencia contra las mujeres es admisible. Sin embargo el noticiero en Madrid habló hoy mismo de una mujer nigeriana encontrada en la Ría de Compostela y una mujer de Sevilla destazada por su marido.
Nos tendríamos que dejar de preguntar, nos tendríamos que dejar de discursos y oponernos con todo nuestro cuerpo y toda nuestra capacidad, nuestra posibilidad política y organizativa para parar esta guerra, concurrente con la desatada por los gobiernos contra los que protestan, como en Oaxaca y en Atenco o en Chechenia e Irak, pedir cuentas a Bush y no dejar ir sin castigo a Vicente Fox, que en lugar de ocuparse de los problemas del país, de la igualdad de hombres y mujeres y de mitigar la pobreza, nos ha dejado un país dividido, violento, enfrentado, herido en su más profunda dignidad.
¿Con estos hechos y estas cifras, dónde podemos hablar de democracia? Quién se atreverá a suponer que el que será ungido viernes tiene derecho y cómo habiendo violentado las instituciones, las elecciones, la cordura, se atreve a querer ser presidente de México. Ya sabemos que la violencia contra las mujeres a él tampoco le importa, porque lo que importa a los políticos es el poder, ese donde se halla la razón de la violencia contra las mujeres.
06/SL/GG