Siglo veintiuno: nuevas parábolas, nuevos inventos, viejas costumbres, por contradictorio que parezca. Mujeres que se prestan a seguir siendo un elemento, una cosa, un objeto, menos persona, menos per-se, creyendo que con ello se ejerce control, supremacía, superioridad, cuando en realidad se convierten en un elemento más de la cadena mercantilista que pretende controlarnos.
Ana Nicole Smith, la playmate que luchó siempre por ser lo que otros querían que fuera, y todas las chicas bulímicas muertas, llevadas a la cosificación, por inapetencia de convertirse en un ser humano completo, lo que debe darse desde el centro de las familias mismas.
Madres que no han aprendido a serlo y que se permiten generar entes que sigan alimentando esa infame cadena consumista, aunque muchas veces me pregunto ¿por qué algunas mujeres no se dejan llevar por esas imágenes?
¿Cuál es el motivo que hace de algunas mujeres no ser manipuladas? ¿Se está en contra de la feminidad cuando no hacemos caso de la moda?
Yo no recuerdo, cuando fui adolescente, que alguien me dijera que debía mantenerme delgada y por el contrario, años después cuando ya era madre de hijos púberes, en algún momento que pretendía hacer alguna dieta fui criticada. Y aunque me mantuve en mi deseo de consumir alimentos sanos, la motivación no era la belleza, sino la salud. Nunca me he sentido ser un objeto sexual y sí una mujer que aprendió a respetarse como persona, amar mi cuerpo, cuidarlo, respetarlo y, ya mayor, ser yo misma. Disfruto mi sexualidad y tengo la capacidad para dejar la pareja que no sabe serlo.
Mucho se ha dicho que los patrones a seguir han sido establecidos por los hombres y es verdad, pero ¿quién obliga a las mujeres a prestarse a sus juegos? Algo que es importante sembrar en las mentes jóvenes es la capacidad de discernimiento, de elección, de libre albedrío. Cuando en algún momento mujeres jóvenes han recurrido a mí a solicitar asesoría porque tienen un marido golpeador, mi primera pregunta es ¿por qué lo permites?
En ningún lugar está escrito o establecido que yo tenga o deba aceptar mi degradación para que otro sea mejor, o crezca o sea feliz. Cualquier argumento que vaya en contra de mis valores o principios está en contra de mi derecho a ser yo misma.
¿De qué le sirvió a Ana Nicole haber ganado juicios para hacerse de fortunas inimaginables de dólares, si no le permitieron rescatarse de la inmundicia de la pornografía? ¿De qué les sirvió a las chicas que abandonaron alimentarse para alcanzar los estándares establecidos por quién sabe quién, de la belleza actual?
¿Alguien fuera de su círculo familiar las recordará? Ojalá y que sirvan para que otras chicas igual de enajenadas que ellas abran los ojos y sean ellas las que marquen los nuevos códigos de belleza que podrían establecerse en base a su capacidad de ser ellas mismas.
07/JEO/GG