Hemos llegado a una época, a una edad, a un punto en el que no sólo bienes tangibles están en peligro de extinción. También los bienes intangibles. Por eso una escuela se lanzó al rescate.
La Escuela de Escritores en España, famosa, entre otras razones, por organizar certámenes originales, convocó a la comunidad hispana a elegir aquellas palabras cuyo desuso las coloca en peligro de extinción.
Con la convocatoria llamada «Apadrina una palabra en vías de extinción», esta escuela celebró el Día Internacional del Libro, que se conmemora cada 23 de abril.
Así, creó un lugar en el ciberespacio al que denominó Reserva de Palabras (www.reservadepalabras.org) en el que del 30 de marzo al 21 de abril quien lo deseara podía apuntar la palabra que le parecía digna de salvarse de la extinción y, asimismo, votar por otras cinco que alguien más hubiera propuesto.
A mi juicio uno de los más valiosos objetivos de esta Reserva es que se trata de «un espacio para compartir el patrimonio lingüístico y la memoria emocional asociada a ese patrimonio», de un idioma que, como apuntan, hablamos 400 millones de personas en todo el mundo.
Por si esto fuera poco, Reserva de Palabras también se propuso ser «un portal donde asomarse para descubrir algunas de las riquezas, más o menos ignoradas de nuestra lengua, al servicio de quien quiera encontrarlas y, quizás, revitalizarlas.
A primera vista, y comparado con el evento anterior en el que pidieron seleccionar y elegir la palabra más bella, podría pensarse que se obtuvo poca participación. El año pasado, 41 mil personas eligieron 7 mil 130 palabras.
Sin embargo, aunque en esta ocasión la participación se redujo casi a la mitad, se eligieron casi el mismo número de palabras. Sabemos bien que la belleza siempre tiene más adeptos que salvar algo, lo que sea, de la extinción.
Participaron en la Reserva de Palabras 21 mil 632 personas, de 69 países, que escogieron 7 mil 120 palabras.
Adicionalmente, y junto con la Escola d’Escriptura del Ateneo Barcelonés, abrieron un apartado dentro del mismo espacio cibernético para rescatar palabras en peligro de extinción del catalán. Y se eligieron en esa lengua 3 mil 896 palabras.
La palabra que obtuvo más votos (155) fue bochinche. Y asomarse a las razones por las que fue elegida nos permite apreciar a cabalidad de qué manera se cumplió el objetivo de «compartir la memoria emocional asociada a nuestro patrimonio lingüístico».
Me trae excelentes recuerdos de infancia por un entretenido programa infantil llamado «Los bochincheros», dice una mujer de Chile. En mi adolescencia, para nosotros estar felices con nuestros amigos en medio de una algarabía era un bochinche, dice una venezolana. Es una palabra que me huele a trópico, a tierras calientes, dice una colombiana. Mi padre la usaba; si desaparece siento que desaparece un trozo de mi infancia, dice una mujer de Irlanda.
Es importante señalar que en esta elección no hubo conflicto poselectoral. No hubo que acudir a los tribunales, ni a nadie se le ocurrió un plantón que desquiciara la avenida de las palabras. Y es que, a decir verdad, la votación no fue, ni de lejos, cerrada.
El segundo lugar lo ocupó gaznápiro, 99 votos. Siguió alféizar (87) y zangolotino (70). Una votación más apretada recibieron zaguán (69), damajuana (68), botarate (66) y balde (64).
Y no va a creer qué palabra quedó en noveno lugar. «Escuchar». Fue electa con 58 votos. Y quienes la eligieron aludieron básicamente a que su sinónimo, oír, no contiene la dimensión que implica escuchar. Además, hicieron hincapié en rescatar el concepto para mejorar nuestra manera de convivir.
Siguieron cachivache (56), alcancía (52), hogaño (45), cáspita (44), andancio (38) y, finalmente, cascarrias (37).
A mí gustó estulticia, pero apenas mereció 14 votos. Me agrada por las mismas razones por las que la eligió mi paisano Jorge Méndez: palabra de gran sonoridad que describe con precisión algunas acciones de políticos famosos. Sí, es una lástima que no haya sido la ganadora, porque, por otra parte, evidentemente es más practicada que escuchar.
A pie de página.- En la Universidad de Quintana Roo también conmemoraron el Día del Libro con la presentación de dos extraordinarios textos. Estrategias para redactar, de Raúl Arístides y Martín Ramos; y La Noche, una novela de Agustín Ramos. El primero ofrece un aprendizaje práctico para expresar bien nuestras ideas por escrito. El segundo ofrece una magnífica historia contada por, de acuerdo con la crítica, uno de los mejores narradores de México. Lecturas obligadas ambas. El primero para aprender a utilizar la palabra. El segundo para disfrutar de la palabra bien escrita.
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07/CL/GG