La revolución le hizo justicia a Manuela Sáenz el pasado 24 de mayo cuando el presidente ecuatoriano Rafael Correa Delgado, acogiendo un pedido histórico de las mujeres de su patria, decidió ascender a esta revolucionaria de la independencia ecuatoriana al grado de Generala de Honor de La República de Ecuador, dejando atrás el grado de Coronela del Ejército Libertador, con que le retribuyera su esfuerzo Simón Bolivar.
Y pese a la explotación de su pasado sentimental, por haber estado unida a la historia de Simón Bolivar, el gran mérito de Manuela fue su participación política en la liberación del pueblo ecuatoriano y peruano del yugo español.
Mauela Sáenz nace en Quito, el 27 de diciembre de 1797, hija natural de Simón Sáenz y María Joaquina de Aispuru. Su padre era rico y estaba casado con otra mujer, su madre pertenecía a una familia acomodada aunque no de las altas esferas.
Su madre muere cuando Manuela tiene tan solo seis años y esto la lleva a crecer al lado de dos hermanos varones que le enseñan que ser mujer no es una limitante para alcanzar sus metas y siguiendo su ejemplo empieza a participar en la revolución libertadora de Ecuador.
Manuela no fue educada como una mujer de su época, ya que a los 12 años se une a las fuerzas revolucionarias de Ecuador y participa en las primeras batallas por la liberación, que se dan el la ciudad de Quito el 9 de agosto de 1809.
Esta experiencia hace que Manuela continúe cultivando las ideas de igualdad y libertad.
En 1814, a los 17 años, su familia decide que tiene que ser como las otras jóvenes y la envían a un convento. Pero la inquieta personalidad de Manuela no permitiría este tipo de trato, y en poco tiempo se enamoró de Fausto D’Elhuyary, con quien huye del convento. Y en 1818 se casa con el médico inglés James Thorne, hombre que le doblaba la edad, pero quien era muy adinerado.
En 1819 Manuela arriba a Lima, donde inicia frecuentes tertulias revolucionarias. Esa era su vida social. En julio 28 de 1821, Manuela estuvo allí cuando se declaró la independencia del Perú y participó de lleno en todo el proceso. Fue debido a sus servicios patriotas y a su valor que se le nombró Caballero de la Orden del Sol.
En 1822, Manuela viaja a Ecuador a visitar a su padre, dejando a su marido en Perú. El 24 de mayo, día del triunfo de Pichincha, Manuela tuvo la oportunidad de entablar amistad con el general Sucre. También conoció al General Juan José Flores y a quien sería llamado Libertador, Simón Bolívar.
A partir de ese instante Manuela, de 25 años, sería la compañera y confidente de Bolívar. Al año siguiente, se traslada con Bolívar al Perú y se convierte en su secretaria más allegada.
Para esta empresa de liberar a América Manuela vestía uniforme de soldado, hecho que escandalizaba a las buenas costumbres sociales.
La claridad como estratega de Manuela salvó en dos ocasiones la vida de Bolívar en 1828 cuando trataron de asesinarle.
En 1829, Bolívar viajó a Ecuador y Manuela se quedó en Perú. En Bogotá se encontraron de nuevo, corría el año de 1830 y sería la última vez que se verían. El 8 de mayo, Bolívar se despidió de ella para viajar a la costa atlántica donde murió.
El apego de Manuela a Bolívar la condujo a una severa depresión que la llevó a intentar suicidarse.
La tarea no estaba concluida, así que Manuela se recuperó y siguió actuando como revolucionaria, por lo que cuando elgeneral Francisco de Paula Santander (1792-1840) fue electo Presidente, la expulsó de la Nueva Granada.
Exiliada huyó a Jamaica, donde Maxwell Hyslop la acogió, pues era colaborador de Bolívar. Al año siguiente regresó a Ecuador, pues creyó que podría confiar en Juan José Flores, pero en el 18 de octubre de 1835 fue expulsada por el gobierno de Vicente Roca-fuerte.
Exiliada de su propia patria, Manuela se instaló en el puerto Paita de Perú, donde vivió los siguientes 21 años en medio de duras condiciones económicas y confiando en Flores, a quien le escribió durante todo su exilio. Aunque su marido intentó una nueva reconciliación y le ofreció dinero y aunque en 1837 se permitió su regreso a Ecuador, ella se mantuvo en su pobre exilio.
Manuela muere el 23 de noviembre de 1856 en el puerto peruano de Paita, de difteria sin haber regresado a su tierra y sin que se le reconociera su labor por la libertad del continente Americano, y nos hereda la búsqueda incansable por lograr las metas de libertad y justicia.
07/EC/GG