La migración de mujeres mexicanas a los Estados Unidos no se detiene. En un estudio del año 2000, el Consejo Nacional de Población (Conapo), organismo encargado de las políticas de población en México, informa que la migración se feminizo.
En 1999, de ocho millones de mexicanos que radicaba en los Estados Unidos 3.7 eran mujeres y sólo 25 por ciento obtuvo la nacionalidad extranjera.
Según Conapo, el 41 por ciento de las mujeres mexicanas que emigraron antes del 2000 tenían entre 12 y 24 años; cifra que aumentó a 53 por ciento después del 2000, en otras edades el 33 por ciento tenía entre 25 y 34 años y el 11 por ciento entre 35 y 44 años.
Su instrucción escolar era mayor que la de los hombres emigrantes, por lo menos cursaron el primer año de secundaria, un nuevo aspecto que resalta el estudio de Conapo es que el 56 por ciento de ellas es soltera y 60 por ciento jefa de un hogar.
«Es una realidad preocupante la migración de las mujeres no autorizadas, para el gobierno y la sociedad, por considerarlas más vulnerables», destaca el reporte. Por lo general, no tienen experiencia migratoria, intentan el cruce por lo menos dos veces y el propósito de su salida de México es laboral.
El 86 por ciento de las mexicanas migrantes carecen de documentos para trabajar. De tal suerte que sólo una de cada cinco tiene documentación para laborar. El 95 por ciento encuentra empleo en el área de servicios. Trabajan un promedio de 35 a 44 horas a la semana y ganan mil 100 dólares al mes, salario menor al de los hombres que tienen ingresos mensuales de mil 620 dólares.
Este año, el Conapo dijo que tres de cada diez de los cinco millones de población inmigrante mexicana en Estados Unidos viven en situación de pobreza, y únicamente cuatro de cada diez cuenta con un trabajo.
PESADILLA AMERICANA
Mientras tanto Elvira Arellano, como lo dijo, se puso de pie.
Y ahora desde México, su país, luchará por una reforma migratoria integral. Ya se entrevistó con su paisano. Con Calderón. Le solicitó una intervención para agilizar un pacto migratorio con Estados Unidos y un nombramiento para ella, de «embajadora de paz y justicia», con ello, lograría su reunificación familiar, definitiva con su hijo. Pero, eso esta en gran duda.
La Secretaría de Relaciones Exteriores dice que podría ser una visa de visitante, temporal. Y eso, esta por verse.
Saúl, su hijo, está de visita en México. No se sabe si finalmente se quedará con ella, en definitiva.
Elvira, estuvo refugiada por un año en la Iglesia Metodista Unida de Chicago. En ese tiempo le pidió ayuda a Fox Quezada, de extracción panista, como Calderón. Pero no recibió ni contestación.
A diferencia de Elvira Arellano, deportada por segunda ocasión a su natal México, María vive, aquí, con mayor temor.
«La verdad qué valiente. Dejar a su hijo aquí. Yo me muero. Si me agarran y me deportan me llevo a mi niña. Uno anda aquí, a salto de mata. Escondida, con el Jesús en la boca todos los días, nada más checando. Qué injusticia. ¿A ver ahora como vamos a sobrevivir? No lo dejan a uno trabajar y vivir a gusto».
Son convenencieros, comenta, cuando quieren nos ven la cara de criminales y cuando les conviene, bien que le agradecen a uno que cuide a sus hijos, que les limpie uno la casa, que les recojamos sus cosechas, que les trabajemos en sus fábricas, que les cuidemos a sus enfermos.
«A ver la reforma migratoria, dónde quedó, sólo fue una llamarada de petate. Total, ni le arreglaron a uno nada. Nada más le perjudican la existencia a uno».
María tiene 22 años, los mismos que tenía Elvira cuando llegó a este país de «espalda mojada», llegó a Nueva York a los ocho. Cruzó la frontera por el desierto. Bien que se acuerda. «Todo se nos fue en correr y escondernos de la migra. Tal parece que ese es nuestro destino, nuestro calvario».
Su mamá se la trajo desde México, junto con sus otras tres hermanas.
Ninguna tiene papeles, incluida su madre. Tienen sus familias al estilo típico mexicano en este país. Son indocumentadas con hijas e hijos ciudadanos americanos. Son parte del llamado fenómeno de feminización migratorio.
En casa, agrega María, «reconocemos lo valiente que es Elvira. Pero ya ves, con todo y el apoyo de Dios, la agarraron y la deportaron. Pero no por eso dejamos de rezar, para que no nos agarre la migra. No queremos regresar a México. Allá todo está peor. Claro que andaríamos como Elvira, libres del temor de ser perseguidas. Pero y de que viviríamos. Tenemos familia. Yo sólo recuerdo mi pueblo, allá en Puebla. Allá de que viviríamos».
Y pregunta: «Las noticias dicen que ya se entrevistó con el presidente. Pero y eso que, de que le sirve. Él que puede hacer. Ni modo de que le resuelva el problema. Si se lo resuelve a ella. Pues entonces que nos los resuelva a nosotras también y que haga algo por todos los que estamos aquí. ¿No crees?».
OTRAS MUCHAS ELVIRAS
Pobres allá, pobres acá. Con la diferencia de que en Estados Unidos anhelan alcanzar el sueño americano, sueño americano que para algunas, como Elvira Arellano, se convirtió en pesadilla americana.
Aquí quedaron muchas Elvira, más atemorizadas que nunca. Y allá, en México, Elvira también tiene su sueño.
¿Será también como aquí, allá una pesadilla?
* Periodista en Nueva York, Estados Unidos, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
07/LPB/CV