Inicio El trabajo del IFE dejó qué desear, pero derribarlo es infamia

El trabajo del IFE dejó qué desear, pero derribarlo es infamia

Por Cecilia Lavalle

¿Con permiso de quién? ¡Con el mío, no! ¿Usted le pediría que cuidara su casa –con todo e hijos, hijas y perro- a quienes ahora negocian la reforma fiscal y la electoral? Porque ahora resulta que estos señores van a velar por nuestra democracia.

La idea –que ya toma forma en papel- de aprobar una reforma electoral que incluya la destitución de todos y todas las consejeras electorales del Instituto Federal Electoral (IFE), atenta gravemente con lo poco que hemos construido de democracia en nuestro país.

Y es que ese instituto, que con tanto trabajo se consiguió arrebatar al gobierno y ciudadanizarlo para tener garantías de elecciones legales y transparentes, está a punto de perder toda esencia por los apetitos de los partidos políticos, los devoradores de esta contrahecha democracia mexicana.

Esta iniciativa huele a revancha. El PRD quiere pasarle la factura al IFE de la derrota que sufrió su partido en las pasadas elecciones presidenciales. Porque el asunto del fraude electoral es algo que no se comprobó y que muchísimas personas no creemos. Y, en todo caso, esos y esas legisladoras –que, eso sí cada mes cobran su sueldo- son producto de esas mismas elecciones «fraudulentas».

El PRI, por su parte, muere por cobrarle al IFE la osadía de cobrarle multas por las irregularidades que se cometieron en la campaña política.

Ambos partidos se frotan las manos con tal de hacer picadillo al IFE. Y claro, lo disfrazan ofreciendo algunas reformas a la Ley Electoral, que si bien contienen avances, ni van al fondo del asunto –que son los dineros- ni mejoran sustancialmente las reglas del juego.

Para empezar la Constitución señala que permanecerán en sus cargos hasta el 2010, y esta previsión se tomó precisamente para poner al Consejo a salvo de las revanchas que pudieran querer tomar los partidos perdedores o que se vieran afectados por alguna sanción.

¿Ahora qué hacemos?, se preguntaron. ¡Modificar la Constitución, na’más faltaba!, se contestaron. Y en esas andan con la tibieza de un PAN que está desesperado por la aprobación de una reforma fiscal y no ha mostrado la estatura para no ceder al chantaje.

Y es que el PRI ni siquiera se toma la molestia de disfrazar el chantaje. Emilio Gamboa dijo con toda claridad, «si no hay reforma electoral no hay reforma fiscal». ¿Qué tienen que ver los impuestos con las elecciones?, ¿qué relación existe entre la discusión por el aumento al precio de las gasolinas y la destitución de consejeras/os electorales?

¿Pues no que había coincidencias en que la reforma fiscal es vital para que nuestro país pueda mejorar su economía? ¿Pues no que sin reforma fiscal no hay futuro? ¿Qué nos quieren decir? ¿Qué los intereses del país están por debajo, muy por debajo de los intereses de su partido?

Tanto PRD como PRI argumentan que las y los consejeros no son confiables. Sin embargo, cosa curiosa, el IFE es una de las instituciones con más altos niveles de credibilidad en nuestro país.

En cambio, nuestros diputados gozan de una credibilidad penosa.
Mire, a mí Luis Carlos Ugalde no me simpatiza; creo, además, que el trabajo que realizaron consejeros/as del IFE en las elecciones de 2006 dejó qué desear. Pero derribar de un plumazo (o un congresazo) a la institución, me parece una infamia.

Habría que recordar que el problema tiene su origen justamente en el Congreso. Porque se negaron a un relevo escalonado de consejeras/os y partidizaron la selección. PAN y PRI se repartieron las postulaciones, porque el PRD, como es su costumbre, se enojó y se retiró de la mesa. Desde entonces se anticipaban los problemas.

Las elecciones resultaron casi un desastre, y no sólo por el error de origen, sino porque la legislatura tampoco se ocupó de dotar al IFE de mejores instrumentos legales para cumplir su trabajo.

Si destituyen al Consejo, ¿qué ganaríamos?, ¿qué garantías tenemos de que no van a partidizar la selección de consejeras/os?, ¿qué garantía tendrá el nuevo de que el partido perdedor no tomará revancha y quiera correrlos a la vuelta de una elección? Ninguna.

Es más ¿que garantías tenemos que no se sigan con las y los magistrados del Tribunal Electoral, o con los de la Suprema Corte de Justicia? Ninguna.

Lo que necesitamos es fortalecer al IFE, dotarlo de más herramientas para, precisamente, limitar la pretensión de los partidos de secuestrar la democracia. Pero esas reformas pasan, necesaria y lamentablemente, por nuestros secuestradores.

Lo que se cocina en el Congreso es muy grave. ¿Con permiso de quién? ¡Con el mío, no!
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07/CL/GG

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