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El grito de los libres

Por Sara Lovera

La autoridad moral es aquella que una persona logra construir por lo que hace, lo que cree, por su congruencia, su capacidad para decir la verdad, tener y proyectar su emoción auténtica.

La autoridad moral se convierte en respeto, en credibilidad, en liderazgo, así sea de un pequeño grupo o de grandes sectores de la sociedad. Es autoridad moral la que tiene Rosario Ibarra de Piedra, por eso este año en la plaza de la Constitución recordó a quienes «comenzaron la lucha» para construir una nación libre e independiente, los que empezaron. Rosario Ibarra ha construido una simbólica real para las mexicanas, se ha convertido en un referente.

Rosario Ibarra puede mirar de frente, a sus 80 años, ha invertido más de 30 en construir un camino en defensa de los derechos humanos. Es la paladín autorizada por quienes le reconocen autoridad moral, para encabezar el día de hoy la defensa de los nuevos presos políticos, para encabezar la búsqueda de los desaparecidos que ya son aproximadamente 30 sólo en los 9 meses en que Felipe Calderón se asoció con los poderes fácticos y cree gobernar bajo el cobijo y amparo del Ejército Mexicano.

El 15 de septiembre en la noche lo que se conmemora en todas las plazas del país, es el comienzo de esa lucha por construir una nación, una nación democrática y justa, una nación que no esté secuestrada por los intereses de los menos.

El ejército que fundó José Ma. Morelos y Pavón, allá en Nocupétaro, Michoacán, como un ejército popular, del pueblo, con autoridad moral para organizar y ordenar el país; ese carácter se ratificó en la Revolución Mexicana, porque se había pervertido al poder castrense, a pesar de las luchas por la República.

Indebidamente ese ejército de Morelos se puso a servir al poder, a los caciques, a los dictadores, se olvidó de su origen; el formado por campesinos pobres y que todavía alberga a miles de originarios de Oaxaca, sur de Veracruz y Guerrero, (50 por ciento) ha sido como nunca subvertido y manoseado por Calderón.

Por eso no puede compararse lo sucedido la noche del 15 de septiembre. Rosario Ibarra encarna la autoridad moral, la credibilidad, la mirada directa y limpia.

En el otro extremo de la Plaza de la Constitución, Calderón era un extraño, sin acercarse al balcón, tieso, mediático, con sonido prefabricado, con aplausos inventados, pretendiendo engañar y engañarse a sí mismo.

Esta, la de auto engañarse es una de las características de las o los simuladores, de quienes se ponen una careta, una forma de actuar, pretendiendo todo lo que no se les da.

¡Mejor sería que Calderón renunciara ya!, dicen los que saben, porque su necesidad de usar aplausos falsos, sonidos estrepitosos para callar al pueblo, tener que simular sistemáticamente, no tener más apoyo que el castrense para que no lo maten, sin la legitimidad necesaria, sin autoridad moral, lo han convertido ya en un político débil que pone en riesgo al país.

Lo grave de quienes se encumbran sin autoridad es que no pueden unir, no pueden resolver, no pueden generar confianza, no pueden construir en colectivo, no pueden y no tienen capacidad para trabajar en equipo, para conseguir algunos avances, ni en el gobierno como es el caso, ni en otras formaciones sociales, culturales o políticas.

Quizá por falta de autoridad y reconocimiento es que Calderón ha tenido que disfrazar a sus propios hijos de militares, para que no quepa duda de sus alianzas. Ahora se sabe cómo el ejército vigila y acecha en todo el país, ahí donde hay un signo de crítica o desacuerdo.

Es lo que hacen quienes no tienen autoridad, reprimen, y su falta de autoridad corre el riesgo de convertirse en autoritarismo, en locura, en búsqueda irracional de autoridad, que no logran, que no consiguen y se desesperan, ofenden, cierran sus oídos, cometen errores y pueden conducir, a veces, a conflagraciones.

Es lo que pasa en otras organizaciones con quienes se quedan solos o solas sin diálogo y conversa con sus iguales. Se obnubilan, dejan de escuchar, y viven del elogio o la complacencia. Así se forma la dictadura.

Calderón es, como se ha dicho, la presencia del ejecutivo, ocupando una silla, un espacio, una casa, unas fotos, pero nunca habla de frente, tiene que leer, no se sabe en qué cree y en qué no, sigue o parece que sigue consignas, es un poder sin poder, entre otras cosas porque no construyó, porque no se lo merece, porque carece de autoridad, incluso, entre los suyos.

El grito de los libres encarnado por doña Rosario Ibarra está ahí, latente, porque sin las libertades fundamentales no habrá soluciones a problemas centrales, como el del asesinato de mujeres en el país, el de la participación política, el de jugar en el juego en calidad de iguales. Eso es una utopía irrealizable en un mundo de simulaciones.

Quizá por ello, por no haber autoridad, tampoco fue posible que las mujeres estuvieran incluidas en la Reforma Política, que fue hecha entre ellos, los hombres, socios de la crisis política y moral en la que nos debatimos.

07/SL/GG

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