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Asunto de lealtad

Por Cecilia Lavalle*

Es un hecho. Con la aprobación de 16 legislaturas estatales, las reformas a la Constitución en materia electoral ya pueden adquirir su acta de nacimiento oficial. Sin embargo, en el Senado desean esperar al 15 de octubre para emitir la declaratoria. ¿Para qué esperar? Para saber de qué lado están las lealtades.

Lealtad siempre es una gran palabra. Pero hay momentos en que su cotización aumenta, como en la bolsa de valores. Este es uno de esos momentos.

La reforma electoral pisó muchos callos y dejó malestares regados por todas partes.

Malestar porque no se avanzó en obligar a los partidos políticos a ser más transparentes. Malestar porque no se avanzó en la reelección, aspecto que contribuiría enormemente a un mayor compromiso de gobernantes con quienes les elegimos. Malestar porque, en lo que parece una revancha inadmisible, negociaron la destitución de consejeras y consejeros electorales. Malestar, en fin, porque si bien había avances, no eran los suficientes y la negociación salía muy cara.

Pero el verdadero problema se enfrentaba en los callos que pisaban. Eliminar la compra de spots en radio y televisión sin duda pisaba callos poderosos.

¿Quiénes eran los grandes ganadores en las contiendas electorales? ¡Los medios de comunicación!, se podía responder sin vacilación. Y sí, pero no en general. Una radiodifusora en Chipitongo (lugar que de existir tendría una radiodifusora) no salía de pobre con las campañas electorales. Pero los monopolios mediáticos hacían su agosto aunque fuera febrero.

Si el dinero empleado en las campañas políticas nos parecía un abuso, coincidiremos en que el destinado al pago de spots en televisión y radio era un auténtico escándalo.

Pero eso no era lo relevante. No para los partidos políticos. La perversa relación que construyeron desde hace muchos años políticos y dueños de medios de comunicación, ya no sólo costaba dinero, también costaba poder. Una «democracia» televisiva le dejaba el mango del sartén al dueño de la tele.

Ésa es precisamente la situación que deseaban revertir con las reformas. A sabiendas, por supuesto, que el abaratar de esta manera los costos de las campañas generaría una corriente importante de apoyo que minimizaría el costo de la negociación: la destitución escalonada de consejeras y consejeros electorales.

Bien lo dijo la politóloga Denise Dresser: «Pocas cosas tan incomodas como estar de acuerdo con Manlio Fabio Beltrones, pero tiene razón cuando afirma que –con la reforma electoral– la clase política acaba de quitarse una pistola de la sien» (Diario de Yucatán, septiembre 16).

Así es. Las reformas no le quitaron a estos grandes medios la pistola, pero sin duda obligarán a una nueva correlación de fuerzas.
Por eso es indispensable saber con quién se cuenta. Por eso es necesario saber quién está con quién. Por eso es imprescindible saber de qué lado están las lealtades.

Y es que cuando los dueños de los grandes medios se dieron cuenta que tenían la batalla perdida en la Cámara de Senadores, se aprestaron a presionar a la de Diputados. Y, después, enfocaron sus baterías en las entidades de la República Mexicana, sabedores de que siempre hay políticos que aspiran a salir en la tele y carreras susceptibles de inflar o terminar, también en la tele.

Para ayer ya se habían pronunciado a favor las legislaturas del Estado de México, Colima, Jalisco, Morelos, Durango, Zacatecas, Sinaloa, Baja California, Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Nuevo León, Nayarit, Baja California Sur, Chihuahua, Chiapas y Puebla.

De manera que 18 de las 16 legislaturas estatales necesarias para validar una reforma constitucional ya dijeron que sí. Pero aún así en el Senado esperarán. El argumento, en voz del senador Beltrones, coordinador de los priístas, es que para «darle la gran solidez que necesita un cambio tan profundo» esperan completar 30 congresos estatales a favor.

Y para ello están dispuestos a esperar hasta el 15 de octubre para emitir la declaratoria, que dará lugar también a estires y aflojes porque el paso que sigue es ajustar las leyes secundarias, incluido, por supuesto, el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales.

La traición, escribió el analista Jesús Silva-Herzog Márquez, es en realidad un desplazamiento de lealtades. Y en política, apuntó citando a Talleyrand, la traición es un mero asunto de fechas.
El senador Beltrones lo sabe.

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* Periodista y feminista mexicana en Quintana Roo, integrante de la Red Internacional con Visión de Género.

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