Acercarnos a los cuencos tibetanos, poco a poco, sin miedo ni temor, es la propuesta de Pedro Palao Pons, en su guía práctica El sonido mágico de los cuencos y campanas tibetanos (2001).
Para ello es importante, dice, tomar en cuenta algunas consideraciones antes de intentar tocarlos, es decir, prepararnos íntimamente para un acto al que llama «de comunicación con la vibración del sonido».
Para Palao, un cuenco tiene su secreto. El principal es el tono y la vibración que ejerce en el entorno y, sobre todo, la forma como incide en quien lo usa.
Las normas para su utilización que propone son: tener receptividad adecuada, crear un ambiente agradable, disponer de un lugar (una estancia «especial») y preparar un sitio o recinto (manta o colchoneta sobre el piso, música que ayude a canalizar la energía, ventana, luz armónica y plantas).
Respecto a la primera señala que «si nuestra receptividad es contraria a la que perseguimos, el resultado vibracional del cuenco no será el esperado. Por tal motivo es importante que la receptividad se circunscriba dentro de lo positivo y el amor».
Así, quien usa el cuenco por puro capricho o para pasar el rato, se equivoca en su propósito, sentencia.
Luego de estas normas sencillas describe un ejercicio para iniciar: toma de contacto, lo llama. El objetivo es que la persona empiece a familiarizarse con los cuencos tocándolos y escuchándolos primero.
Si deseas hacerlo sigue estos pasos: sentarse en un lugar cómodo teniendo enfrente el cuenco, cerrar los ojos y respirar tranquilamente por unos minutos, abrir los ojos y mirar el cuenco, tomarlo con las manos, cerrar los ojos nuevamente y sentir su textura y energía.
Respecto a este último paso, Palao explica la importancia de que al tiempo que se hace esta inspección táctil se tome en cuenta que un cuenco es un elemento sagrado, ya que «tiene la capacidad de desprender energía o de modificar la que ya existe».
Ya que pasen unos minutos, manteniendo los ojos cerrados y una actitud relajada, empieza a sonar el cuenco con la baqueta de madera. Siempre con suavidad.
«Se trata simple y llanamente de que emitan su sonido y que lo captemos, que notemos auditivamente su frecuencia. Repetiremos el proceso un par de veces para familiarizarnos con el utensilio musical y después daremos por finalizada la práctica», subraya Palao.
Cada persona ajustará los tonos que emita su cuenco de acuerdo a sus necesidades particulares.
¿Cuál fue tu experiencia?, anótala en tu Diario del Cuerpo.
* Periodista mexicana, facilitadora de grupos, terapeuta con Enfoque Centrado en la Persona y Gestalt, instructora asociada de Tao Curativo (www.taocurativomexico.com).