El trastorno de dismorfia corporal es una enfermedad mental, una obsesión por alguna parte del cuerpo, que se considera desagradable o anormal. Y nace, de acuerdo con la australiana feminista Germaine Greer, de la relación entre belleza, salud, autoestima y codicia capitalista.
Las mujeres que, en la búsqueda por transformarse en «bellas» padecen dismorfia, recurren a dermatólogos y cirujanos plásticos para modificar su aspecto: están a disgusto con su cuerpo o su cara, con el tamaño de su nariz, de sus caderas, la separación entre sus ojos, o la cantidad de vello que poseen.
Esta obsesión, si bien la causa la inseguridad y la baja autoestima, también se debe al constante «bombardeo» de prototipos de belleza.
Las mujeres en pos de alcanzar o parecerse un poco más al estereotipo de belleza definido por el mercado recurren a la cirugía plástica, a los «productos milagro» como las cremas anticelulitis y antiarrugas, lo cual genera cuantiosas ganancias a las empresas dedicadas al cuidado de la piel, entre otras.
El amor por el propio cuerpo se convierte en algo imposible de alcanzar y cada vez que se observan frente el espejo significa para ellas una tortura: la imagen que su mente construye sobre lo que sus ojos ven nada tiene que ver con la realidad.
Durante la adolescencia, mujeres y hombres reciben críticas sobre sus cuerpos y aspecto físico, lo que les lleva a sufrir diversos complejos, los cuales son agudizados por la obsesión de la belleza física y en ocasiones se convierten en auténticas enfermedades mentales con ansiedad, depresión, fobias, movimientos compulsivos-repetitivos (sobre todo miradas al espejo) que conducen a la llamada dismorfia corporal.
Los principales síntomas de este trastorno son: dedicar varias horas al día en pensar en el defecto corporal que creen tener y acostumbrar mirarse al espejo de forma continua. Entre las partes del cuerpo más frecuentes de esta obsesión están, de mayor a menor grado, piel, pelo, nariz, ojos, orejas, piernas, rodillas, pecho, genitales o la creencia de que la cara es asimétrica.
Muchas mujeres recurren a la cirugía estética para terminar con sus complejos, pero la dismorfia corporal es un trastorno mental, no físico, por lo que a pesar de estas operaciones y los cambios que conllevan, la persona no consigue elevar su autoestima.
El trastorno tiene una evolución crónica, con altibajos en la mayoría de los casos. Y aunque el centro de preocupación puede cambiar, siempre tendrá que ver con el aspecto. Las mujeres y hombres con este trastorno pueden volverse incapaces de trabajar o entablar relaciones con las y los demás. A menudo existe la idea de suicidio que puede llegar a concretarse.
El primero en utilizar este término fue el doctor italiano Enrico Morselli, en 1886.
Asimismo, Sigmund Freud, en su literatura científica, al tratar el caso de un hombre lobo, al que bautizó como Wolf-man (hombre que tenía su cuerpo cubierto con un vello excesivo), hacía hincapié en la importancia que éste le daba a su nariz, que la veía fea, grande y llena de cicatrices, pese a tener un aspecto físico general un tanto especial.
08/GCJ/GG/CV