Inicio Silencio médico, incertidumbre y dolor previos al parto de Lorena

Silencio médico, incertidumbre y dolor previos al parto de Lorena

Baja de la ambulancia con su gran vientre abultado. Su madre, tzotzil igual que ella, la acompaña. El chofer de la ambulancia baja a dos niños que también venían en el transporte y se va.

Lorena Hernández es originaria de San Juan Chamula, municipio indígena ubicado en la región Altos de Chiapas, tiene 19 años y está en el noveno mes de embarazo de su tercer hijo.

Ni un médico, ni una enfermera, nadie que supiera por lo menos los primeros auxilios en caso de que pariera en el camino la acompañó. «Con trabajo y conseguimos la ambulancia», dice la madre de Lorena en un español poco fluido.

Son las 20:30 horas y Lorena sigue dando vueltas afuera del área de urgencias obstétricas del hospital regional Rafael Pascacio Gamboa, ubicado en la capital del estado. A pesar que la enviaron de emergencia de su comunidad de origen, los médicos del hospital aseguraron que aún no está lista para parir y la mandaron a caminar.

La mujer tzotzil empezó desde la mañana en trabajo de parto. Una partera fue la primera en atenderla, pero se puso demasiado mal y dijo que mejor la llevaran al hospital de San Cristóbal de las Casas, pero su familia decidió llevarla primero a la clínica de salud de la comunidad y le dieron pase directo al hospital regional de Tuxtla Gutiérrez. «No sé porque no la mandaron a San Cristóbal», dice su madre.

El hospital Rafael Pascasio Gamboa es el lugar donde se concentran la mayoría de las urgencias obstétricas, tiene un área especial para atender los problemas relacionados al embarazo, pero no se da abasto, todo el día se ven mujeres entrando y saliendo. No es necesario que el director del hospital confirme que no tienen la capacidad para atender el número de mujeres que demandan el servicio, basta estar afuera del lugar algunas horas para darse cuenta que las camas son insuficientes.

Las mujeres que dan a luz de parto natural son dadas de alta a las 12 horas que parieron, las que tuvieron cesárea, que son un buen número de las mujeres que ingresan, llegan a estar de 18 a 24 horas en cama, pero no más.

Junto con Lorena caminan otras mujeres de diferentes edades, la mayoría de ellas son llevadas de la mano mientras caminan por otras mujeres, que bien puede ser su hermana, madre, suegra, amiga o vecina.

Casi todas ya no soportan las contracciones, pero Lorena se ve especialmente mal, suda, está pálida, más de lo normal y ha vomitado varias veces desde que bajo de la ambulancia. «Así ha estado», dice su mamá, Lorena no habla, sólo ve a sus dos hijos, una niña de cuatro años y un niño de dos años que juegan afuera de la sala de urgencias obstétricas.

El esposo de la joven está en Veracruz trabajando y aún no han podido comunicarse con él.

OJALÁ NO SEA DEMASIADO TARDE

Son las 22:00 horas y Lorena sigue caminando afuera de la sala de urgencias, sólo se comunica con su mamá en tzotzil, dice que ya no aguanta, que no sabe lo que le pasa.

Su mamá, una mujer de unos 45 años de edad, vestida con su traje y el carácter tradicional de San Juan Chamula, se ve bastante fuerte, se queja de que no la atiendan. Ha ido varias veces a solicitar que ya metan a su hija al área de urgencias, pero un guardia que está en la puerta le dice que todavía no.

A sus reclamos no contesta nadie del personal médico, no se dan ni por enterados de la situación porque quien señala que persona entra y cual sale del área es el guardia de la entrada.

Ni la madre de Lorena ni la joven misma saben qué le sucede, nadie les ha dicho o no les han sabido decir. La partera se asustó porque es la vez que más se ha quejado Lorena en un trabajo de parto y la vio muy mal. Y por eso la mandó a la clínica, pero ahí sólo le dijeron que su embarazo era complicado y que sería mejor que la atendieran en Tuxtla Gutiérrez.

La clínica de salud les ayudó a conseguir la ambulancia y pudieron llegar al hospital regional. Dejaron que ingresara Lorena, la revisaron y le dijeron que se fuera a caminar porque aún no estaba lista para entrar a la sala de expulsión. Nada le dijeron ni del estado de salud de su hijo ni el de ella.

«A veces estos creen que porque somos chamulas no entendemos nada», dice la madre de Lorena ya bastante molesta. En unas horas ha pasado de la súplica al reclamo. «Yo le dijo a ésta que pregunte qué es que tiene, no es que ya se le murió el niño allá adentro y por eso está así, pero nada dicen, yo les pregunto y nada me dicen».

Es medianoche, Lorena por fin entra a la sala de urgencias obstétricas, tuvo que caminar más de tres horas para que le dieran su pase de entrada, su madre lo único que dice es que ojalá y no sea demasiado tarde.

DISCRIMINACIÓN

El informe El derecho a una vida libre de discriminación y violencia: mujeres indígenas de Chiapas, Guerrero y Oaxaca de la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (2007) señala que la carencia de especialistas representa un grave problema para la salud de las mujeres indígenas.

De igual forma, explica que Chiapas, Oaxaca y Puebla son los estados con menor número de ginecobstetras. Mientras que, en Guerrero existe sólo un ginecólogo para atender a 17 mil 654 mujeres en edad fértil, cuando el promedio nacional es de un ginecólogo por 2 mil 414 mujeres.

Además, asegura el estudio, en Oaxaca las emergencias pueden significar el fallecimiento de la persona debido a la lejanía de los hospitales.

En la Sierra Norte de Oaxaca, 60 por ciento de la población se ve obligado a viajar por más de tres a dieciséis horas; en la Sur, 41 por ciento de la población debe viajar más de tres a ocho horas, señala, a esto debe añadirse el tiempo que tiene que invertirse en conseguir un medio de transporte y el gasto que representa el traslado.

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