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Sin intención de ofender

Por Cecilia Lavalle*

En México los hombres con poder no dicen disparates, la prensa descontextualiza sus palabras. En México los hombres con poder no ofenden con sus palabras, no es su intención. En México a los hombres con poder se les olvida el poder que tienen las palabras.

Nunca fue mi intención ofender, dijo el senador Dante Delgado, después de que su machismo aflorara en todo su esplendor.

Y yo le creo. Yo creo que no fue su intención ofender a las senadoras del Partido Acción Nacional; lo cual, desde luego, no quita que en realidad las haya ofendido (a ellas y, en general a las mujeres), y que trajeadito y todo sea en el fondo un macho común y corriente. Dicho, claro, sin intención de ofender.

Después de que la panista Teresa Ortuño acusó a los legisladores del Frente Amplio Progresista (al que pertenece el progresista señor Delgado) de sembrar odio y secuestrar uno de los poderes (en referencia a la toma del Congreso que se realizó en días pasados), el senador no consideró que una mujer fuera digna adversaria para debatir el asunto.

«A mí me da mucha pena -dijo Dante Delgado- que el Partido Acción Nacional utilice la voz de una legisladora para decir lo que deben venir a decir los legisladores varones a esta tribuna».

Ya para cuando se le vino encima la crítica de las legisladoras, dijo que sus palabras fueron descontextualizadas.

Con esa palabrota (¡19 letras!) los hombres con poder le echan la culpa del significado de sus palabras a quienes les escucharon o a la prensa; así el pronunciador del disparate no asume responsabilidad alguna. También suponen que actuará como criptonita para debilitar el poderoso significado que tuvieron las palabras dichas.

No funciona la excusa. Pero les da igual.

Para fortuna del señor Delgado, en esta semana no estuvo solo con sus disparates. Le acompañó el cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez.

El polémico Cardenal lleva como un mes en el ojo del huracán por el donativo que hizo el gobierno de Jalisco de 90 millones de pesos (de los cuales ya entregó 30) para la construcción de un templo católico. Donativo que ha generado un número de quejas record ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos de esa entidad y que el prelado minimizó: «Miren, cuando vayan unos tres millones que empiecen a preocupar» (El Universal, abril 26)

Claro, nadie lo acusó de prepotente ni de arrogante, así que no tuvo que explicar que no fue su intención ofender a nadie. Pero este domingo, en su homilía, dijo que no había rico honrado. Y ahí sí brincó más de uno.

«Trabajando nadie se hace rico, porque si trabajando se hiciera uno rico, los burros serían los más ricos», afirmó el cardenal. «Hubo alguna explotación, algún engaño o hacer trabajar mucho, en fin, muchas cosas para hacerse rico. San Agustín, aquel gran padre de la Iglesia, dijo que todo rico o es ladrón o es hijo de ladrones», remató (Reforma, abril 29).

Y más tardó en terminar la misa que los empresarios de Jalisco en protestar cuestionando que el cardenal acepte donativos de los hombres ricos del estado.

Uno de ellos, Hugo Álvarez Bloom, presidente de la Asociación de Importadores de Productos Forestales de México, se le fue a la yugular: «Vive como un príncipe, como un monarca. Si él dice que los ricos no son honestos, entonces, ¿él qué es?, porque también es rico (Reforma, abril 29).

Y sí. Digo, el señor cardenal vive como un hombre ostentosamente rico.

El Arzobispado salió al paso y en un boletín de prensa explicó que no fue la intención criticar a todos los ricos, sino sólo a algunos.

«No era la intención del señor Arzobispo, Juan Sandoval, abarcar a todos los ricos que, sin duda, existen, y que han llegado a serlo de manera honrada, sino a aquellos que se han allegado de bienes, gracias a una acción ilícita y opresora de la persona».

Entre esos malos ricos no están ni el señor Cardenal ni nuestros benefactores, imagino que quisieron decir. Imagino, claro, sin intención de ofender.

El martes, para que no cupiera duda, el propio cardenal precisó a qué clase de ricos se refería: «Me refería a los ricos, a los que se llaman ricos, los que entran en la revista Forbes…»

Con esa aclaración la brinca, al menos, el propio cardenal. Digo, sin intención de ofender.

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

* Periodista y feminista en Quintana Roo, México, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.

08/CL/GG

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