En el tema de la igualdad entre mujeres y hombres, hay ámbitos considerados «más urgentes y prioritarios», como son: el laboral, el desarrollo profesional, la corresponsabilidad en el hogar, el respeto a la vida y la integridad física, pero también la igualdad en el uso del lenguaje.
De acuerdo con María Teresa Lorenzo, directora de Canal Concilia, aún cuando la igualdad en el uso del lenguaje pueda parecer una reivindicación de orden menor, es necesario entenderla con cierta amplitud de miras.
De acuerdo con el Manual de lenguaje administrativo no sexista, publicado en Malaga en 2001, se incurre en lenguaje sexista cuando el mensaje resulta discriminatorio por razón de sexo, debido a su forma, es decir, debido a las palabras o estructuras elegidas.
Hacer un correcto uso del lenguaje no debe plantearse como una moda, sino como un juego intelectual que nos incite a buscar un mayor equilibrio en el uso del lenguaje.
Poco a poco vamos a ir dándonos cuenta que por inercia, por rutina, nos hemos olvidado, casi siempre, de nombrar en femenino. Y con ello invisibilizar a la mitad de la población, las mujeres.
Ese compromiso con un uso más igualitario del lenguaje puede parecer «un exceso», pero no lo es, lo mismo que en su tiempo las primeras sufragistas fueron criticadas por exigir el derecho al voto como «fundamentalistas viscerales», afirma María Teresa Lorenzo.
Cuando dos sistemas de lenguaje tienen gramáticas y vocabularios radicalmente distintos, sus usuarias y usuarios viven un pensamiento diferente, según el antropólogo lingüista Benjamín Whorf.
Para Lourdes Pastor Martínez, presidenta del Colectivo de Jóvenas Feministas e integrante de la plataforma andaluza de apoyo al lobby europeo de mujeres el lenguaje es el que construye el imaginario individual y colectivo.
Y agrega, «el lenguaje es el medio de comunicación más poderoso que tenemos los seres humanos, el lenguaje es anterior a la conciencia, nos socializamos en un lenguaje construido y a partir de él interpretamos el mundo, tanto es así que hay sociedades que no disponen de palabras que distingan la pierna del pie, así como sólo somos capaces de imaginar colores para los que tenemos un nombre».
Por ello, dice Pastor Martínez, es necesario exigir la erradicación de un lenguaje patriarcal en el que existen expresiones sexistas, un ejemplo son los títulos universitarios que se siguen expidiendo en masculino dando por hecho que arquitecto, juez, licenciado sirve para mujeres y hombres, sin admitir que esto se debe a que hace no mucho tiempo las mujeres no teníamos acceso a las aulas universitarias y tampoco a los títulos.
Esto evidencia que seguimos viviendo en un mundo patriarcal, concluye, dominado por hombres que se aferran a sus privilegios y que defienden una desigualdad que les beneficia para seguir dejando fuera a las mujeres.
08/GCJ/GG/CV