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Pobreza, petróleo y esperanza

Por Sara Lovera*

Este domingo tuve un develamiento. Descubrí cuatro personajes que han viajado conmigo a lo largo de cuatro décadas. Todos con espejuelos, ojos hundidos. En la plenitud de la tercera edad.
Todos hombres, de cabellos semiblancos. Necios e intensivos. Defensores de sus ideas, activos, militantes. Si, definitivamente, necios.

Los captó el ojo clínico de la cámara de María Luisa Severiano, en un diario capitalino, en un lugar de baile y fiesta, diciendo sandeces, esas que tanto molestan a las elites de este país.

Figúrese usted. Advirtieron que imponer la reforma en Pemex, sería un desastre. Eran Carlos Monsivaís, Arnoldo Córdova, Rolando Cordera y Antonio Gershenson. Viejos militantes del nacionalismo histórico mexicano. Necios, decía, impertinentes.
Mi revelación aumentó, cuando al terminar de leer el diario se llenó el zócalo de la Ciudad de México, para reclamar que Pemex se privatice y seguir organizándose.

Un minuto de silencio guardó la muchedumbre en señal de luto por los 12 caídos en la discoteca New’s Divine, de la Nueva Atzacoalco, en la delegación Gustavo A. Madero, con la esperanza de que esta vez la brutalidad policíaca no permita la impunidad.

La revelación me aumentó cuando leí las declaraciones de Emilio Álvarez Icaza, acerca de las 34 jovencitas que recibieron maltratos y fueron desnudadas tras el operativo de New’s Divine el día 20 de junio. Que como en Atenco –mayo de 2006– tardaron 5 horas en llegar a la agencia 50 del ministerio público, que fueron manoseadas y vejadas.

Un operativo policíaco, definido por el presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, Álvarez Icaza, como de franca violencia institucional, de género y contra los y las jóvenes. ¡¡¡¡¡¡¡Horrible¡¡¡¡¡¡¡¡¡ ciertamente.

Mi sangre corrió más rápido por la indignación, cuando ese personaje promotor de los derechos humanos afirmó que los operativos han sido diseñados para criminalizar a las y los jóvenes de esta ciudad, esos que no tienen ni la mínima esperanza en un país violento, de muy pocos ricos, sin futuro, sin buenas universidades, sin empleo, sin perspectiva de vida en el futuro.

El diario, que ya es de sobresalto cotidiano habla de 11 asesinatos sólo el viernes y sábado de la semana que acaba de terminar. Esto por la guerra del señor Felipe Calderón, contra lo que se conoce como narcotráfico. Pero la nota del domingo, donde hay dos menores asesinados y una mujer en Ciudad Juárez, la número 36 de este año, señala que no se sabe si los caídos tenían relación con el crimen que se persigue.

Me temo que eran civiles.

Y todo ello que tiene que ver con mi revelación inicial. Pues que a pesar de todo, una se anima con las personas que no pierden sus principios, a pesar del tiempo y los embates, a pesar de la corrupción y la aparente desesperanza. Que invitan a no cejar, a no arrendarse.

Y es que las cosas han empeorado tanto que una se queda sin tema de la semana, porque son tantas y tantas las desgracias, los anuncios, las confirmaciones a unos días del segundo aniversario de las elecciones de 2006, en que la desgracia calló como torrente en mi país.

Son tantas las preguntas, las reflexiones, las aflicciones que la cabeza da vueltas y el coraje sube hasta la garganta. Y no, me dije, no tengo que llorar, tengo que agarrar mi esquina, mi lugar, mi espacio para no callarme.

Luego fui al súper. Es decir a probar con mi exiguo salario, lo que todo mundo sabe. Inflación en productos básicos de 30 por ciento. Un queso de 400 gramos, de esos que no tienen grasa, pasó de 32 a 42 pesos, de un minuto a otro.

La lista de aumentos que refirió en el Zócalo capitalino lleno de ayer, el hombre más temido de la historia reciente, Andrés Manuel López Obrador es así:

«Hay regiones en el país donde los campesinos han dejado de sembrar porque el precio del fertilizante subió 200 por ciento; y casi todo el pueblo está padeciendo porque el precio de la tortilla aumentó en 60 por ciento, el pan en 65 por ciento, el fríjol en 90 por ciento, el arroz en 140 por ciento, la leche en 40 por ciento, el huevo en 85 por ciento, el pollo en 50 por ciento, la carne de res en 60 por ciento y el aceite en 124 por ciento. En suma, en 18 meses, la capacidad de compra de la inmensa mayoría de mexicanos se ha reducido en 30 por ciento».

Mis asombros no cesan. Incluido el hecho de que el Zócalo volvió a llenarse a pesar de los pesares y no obstante el cerco informativo.

Asombroso es que en la radio, el sábado, pudiera López Obrador, en vivo, invitar y explicar la gente que se reorganizan las brigadas de defensa del petróleo, donde están las mujeres autodenominadas Adelitas que han informado todos estos días casa por casa.
Testimonio, éste, de que no se puede ocultar lo que sí está pasando. López Obrador cuenta con esa información a ras de tierra, cosas que no saben ni tienen las élites.

Desde la última asamblea del 27 de abril a la fecha, AMLO visitó todas las capitales de los estados de la República y 97 cabeceras municipales; y en diversas regiones del país se hicieron asambleas; ya existen 200 mil brigadistas en defensa del petróleo.

Para mí, la síntesis de mis delirios de la última semana se resumen lastimosamente, así, como AMLO, dice y no como se insiste en querer desinformar en los spots publicitarios:

«La delincuencia y la convulsión social son producto de la pobreza y de una estructura de clases corrupta que ignora o menosprecia a los pobres. Mientras en una sociedad hay oportunidades para todos también hay tranquilidad social. Cuando hay mucha gente desempleada, económicamente desposeída y sin esperanzas, es mayor la tentación de escapar, de la amarga realidad, mediante las drogas y la violencia

«De la misma manera, ahora cuando se ha desbordado la inseguridad y la violencia en el país, lo único que se le ocurre al presidente espurio es amenazar con el discurso propagandístico de la «mano dura» y de ahí se desprende el querer resolver el problema con más policías, más soldados, más cárceles, leyes más severas, condenas más largas, todo lo cual no basta para enfrentar un asunto que se ha originado por 26 años de estancamiento económico, por mayor desigualdad, por la falta de empleo y educación para los jóvenes, por la corrupción y por el modelo de vida que han venido fomentando las elites …»

Para qué decir más.

* Periodista mexicana, este año cumplirá 40 de vida profesional, integrante del Consejo Directivo de CIMAC; corresponsal en México, del Servicio de Noticias de la Mujer Latinoamericana y del Caribe (Semlac); comentarista en Antena Radio; forma parte de la mesa de periodistas de Canal 21, el canal de TV de la Ciudad de México.

08/SL/CV

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