A la doctora en Ciencias Filológicas María Dolores Ortiz, profesora titular de la Universidad de La Habana y de Mérito del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, el programa televisivo Escriba y Lea le abrió las puertas de los hogares de la isla e incluso de países donde se captan las señales del canal Cubavisión, informa el Especial Mujeres del Tercer Milenio, de Prensa Latina.
Según confiesa la también Heroína Nacional del Trabajo de la República de Cuba, para ella es éste uno de los privilegios durante en su vida profesional: Nunca pensé que iba a participar en un programa de televisión, al cual llegué, casi se puede decir, por casualidad.
Recuerda que en los primeros años tras el triunfo de la Revolución en1959, la Universidad de La Habana preparó cursos de superación para locutores de radio y televisión. Fueron diversas asignaturas: literatura, gramática, redacción, historia, geografía y otras con vistas a esa profesión.
Entonces el doctor Roberto Fernández Retamar, en esos momentos jefe del Departamento al cual ella pertenecía, le pidió impartiera Gramática y Redacción. Todos los alumnos eran locutores en ejercicio como Cepero Brito, Enrique Goizueta, Franco Carbón, los mejores de aquellos días quienes, por no tener un título universitario, querían superarse.
Yo era muy joven y desde que empecé, ellos insistían en que debía trabajar en la televisión, lo cual yo tomaba a broma, porque jamás en la vida había pensado en eso. Poco después, cuando surge la idea de Escriba y Lea, andaban buscando a una mujer, según me contaría años más tarde Cepero Brito, a quien habían llamado para que fuera el moderador del programa, lo que hizo hasta su muerte.
Tanto le insistieron, que se puso a pensar: ¿Y por qué no lo voy a hacer, si una no se puede sentir derrotada antes de la batalla?. Y decidió probar. El primer día contestó dos preguntas y se sintió más segura: Me quedé en el programa y aquí estoy 38 años después.
Para la Doctora Ortiz, participar en el programa, en definitiva, ha sido un privilegio porque le ha dado no solamente la oportunidad de entrar a los hogares cubanos, sino de conocer a muchísimas personas que la abordan en la calle o le escriben.
UNA MUJER RECONOCIDA
Esa es una de las satisfacciones más grandes que se pueda tener, sentirse útil, como escribe Martí al considerarlo uno de los deberes del ser humano. Pero sobre todo, porque Escriba y Lea me ha hecho sentir maestra que es, en definitiva, lo que soy y no sólo en el reducido marco de un aula, sino para todo el público.
Autora de los libros La educación superior en Cuba (1984), En virtud de cien caminos (2002) y Testimonios de la Colección Obras y Apuntes de Camila Henríquez Ureña (tomo III, 2004), María Dolores Ortiz se siente una mujer reconocida.
Donde quiera que voy, todo el mundo me conoce y generalmente las personas tienen una frase agradable, de reconocimiento pero no solamente para mí, porque somos tres panelistas en el programa. Por supuesto, tal vez llame un poco más la atención por ser la única mujer, pero, en general, hay agradecimiento hacia el comentarista literario, los músicos.
Además de participar en Escriba y Lea desde hace casi cuatro décadas, ella realiza un programa de 15 minutos que se llama Entre libros, cuyo objetivo es promover la lectura, en Habana Radio, de la Oficina del Historiador de la Ciudad, desde la fundación de esa emisora en 1999.
A la pregunta de si este programa radial está relacionado con el hecho de que sea la presidenta del Movimiento de Amigos del Libro, ella responde: En parte, porque se integra al trabajo de promoción realizado en coordinación con la Biblioteca Nacional José Martí, como un resultado del Programa Nacional por la Lectura, para lograr que más personas lean.
Es una labor que se hace en coordinación con la Biblioteca Nacional y con todo el sistema de estas instituciones públicas del país, quehacer extendido a todas y todos los voluntarios y amantes de la lectura en las provincias, quienes asumen iniciativas como fundar círculos de Amigos del Libro en prisiones, en cooperativas y en escuelas, y coordinar espacios en las emisoras municipales y provinciales de radio para hablar de las novedades editoriales.
SU VOCACIÓN MAGISTERIAL
La Doctora Ortiz siempre pensó ser maestra. En eso, enfatiza, no tuvo la menor duda, como tampoco en que su vocación magisterial –le gusta llamarla de esa manera– no era para enseñar a niños pequeños. A ella le gustaba trabajar con adolescentes y con jóvenes con quienes siempre, asegura, logró una buena comunicación.
De acuerdo con su valoración, no importa que haya poca diferencia de edad entre docente y escolar, sino lo determinante es el sentido de responsabilidad, el cual obliga a la profesora o al profesor a prepararse, a documentarse, a estudiar, para estar en mejores condiciones y poder enseñar y formar desde todos los puntos de vista a sus alumnas y alumnos, quienes serán los futuros ciudadanos y ciudadanas del país.
A partir de marzo de 1963 comenzó como profesora de la Universidad de La Habana. Trabajó muchos años en el Pedagógico Enrique José Varona, cuando éste todavía era una Facultad antes de la reforma universitaria que se realizaría en 1976 con la creación del Ministerio de Educación Superior. Como decana del Varona estaba la doctora Dulce María Escalona, eminente pedagoga cubana.
Tuvieron que organizar programas, buscar profesores y preparar bibliografía ya que en Cuba nunca se habían formado docentes con ese nombre: profesores de secundaria básica, profesores de nivel secundario superior para los preuniversitarios y tecnológicos. También existía un área de Pedagogía y Psicología para formar pedagogos y psicólogos educativos.
Ella se convirtió en profesora de futuros profesores, cosa además que –confiesa– le gustaba mucho hacer. De estos años transcurridos, guarda un grato recuerdo. También fue profesora en diversas Facultades (Comunicación Social, de Lenguas Extranjeras, en la propia Escuela de Letras). En ningún momento de mi vida he dejado de dar clases. Me siento orgullosa de haber sido maestra de cubanas y cubanos de distintas profesiones, concluye esta mujer nacida de padre puertorriqueño y madre cubana en la oriental provincia de Holguín.
Ante la evidencia de haber acumulado cinco décadas de trabajo en las aulas, exclama: Creo que la mayor satisfacción es precisamente el haber sido maestra. Soy una persona dichosa porque nunca he tenido la menor duda de que lo que estudié, para lo que me formé y lo que he hecho es exactamente lo que yo quería hacer y ser, concluye el Especial Mujeres del Tercer Milenio, de Prensa Latina.
08/GG/CV