La violencia que se ejerce contra las trabajadoras sexuales, procedente muchas veces de organismos de seguridad, incluidos militares y policías, rebasa las implicaciones psicológicas, familiares y las relativas a la violación de sus derechos humanos, más aún cuando se trata de mujeres que viven con VIH.
Así lo señalaron las panelistas durante un encuentro sobre Derechos de las mujeres y vida de las mujeres, celebrado como parte de las actividades de la XVII Conferencia Internacional sobre el SIDA, donde además coincidieron en que la situación mundial de las trabajadoras sexuales no tiene muchas variantes.
En algunos países, dijeron, los policías quitan a las trabajadoras sexuales los condones y las dejan vulnerables al VIH. Luego de ser sometidas a golpes o a violaciones sexuales, quedan muy afectadas psicológicamente y muchas de ellas se aíslan, lo que las lleva a perder el contacto con sus hijos, e incluso sus casas.
Ante esta situación de vulnerabilidad, muchas trabajadoras sexuales son echadas a la calle junto a sus hijas o hijos, con la consiguiente afectación en las actividades cotidianas de sus descendientes, pues no pueden ir a la escuela y muchas veces la inestabilidad es tal que pierden el año escolar.
Cuando se detiene o encarcela a las trabajadoras sexuales que viven con VIH se les impide seguir con su tratamiento antirretroviral, mismo que debe aplicarse en forma ininterrumpida para que tenga efectos.
Algunas trabajadoras sexuales que viven con VIH y son afectadas psicológicamente por abusos, pero que no están privadas de su libertad, se van a aldeas remotas y, como las antes mencionadas, pierden el acceso a los medicamentos. Se aíslan porque conocen a sus agresores y temen que tomen más acciones violentas contra ellas; además, el sistema los protege aunque no respeten los derechos humanos y cometan violaciones sexuales, entre otros delitos.
Todo ocurre por el estigma y la discriminación contra las trabajadoras sexuales, a quienes muchos consideran un objeto sexual, en vez de sujetos de derecho.
Una reflexión surgida de la Conferencia y dirigida a mujeres, hombres y a la sociedad en general subraya la necesidad de emprender acciones conjuntas, incluida la denuncia porque, de lo contrario, el silencio sería igual a muerte.
08/RGyDG/LG