Inicio Trabajadores sexuales, en cruzada por el respeto a sus derechos humanos

Trabajadores sexuales, en cruzada por el respeto a sus derechos humanos

Por Adriana Varillas

Víctimas ancestrales no sólo del enjuiciamiento moral, sino de los llamados crímenes de odio que se cometen en su contra, sin que encuentren resolución, las personas que realizan trabajo sexual declararon ayer, durante la XVII Internacional sobre el SIDA, el inicio de un movimiento nacional que busca la dignificación de su labor y el respeto a sus derechos humanos.

La cruzada, lanzada desde la Ciudad de México –sede de la cumbre– es abanderada por las organizaciones conformadas por mujeres y hombres que se dedican al trabajo sexual y buscará que los municipios modifiquen sus bandos de policía y «buen gobierno» para erradicar la tipificación de actividad como un delito.

También se pidió que se promuevan campañas dirigidas a quienes contratan a los trabajadores sexuales, lo que incluye a los policías, para que no se resistan al uso del condón y así se reduzca el riesgo a contraer alguna infección de transmisión sexual, como puede ser el VIH/SIDA.

Las personas que se dedican al trabajo sexual exhortaron a los gobiernos estatales a que destinen observatorios para el trabajo sexual y que éste sea reconocido como tal, a fin de abatir el estigma que, los afecta a ellos, pero también a sus hijos.

La meta es enorme, comentaron, sobre todo porque estas mujeres y hombres carecen de recursos.

«En México, ninguna organización ni gobierno destina recursos para erradicar el estigma que pesa sobre los trabajadores sexuales, ni para dignificar su condición, por lo que tenemos que avanzar solas», indicó Alejandra Gil, directora de Aproase, organización civil que agrupa a trabajadoras y ex trabajadoras sexuales.

La activista denunció que para las autoridades municipales y estatales, el extorsionarles, invocando la existencia de leyes, reglamentos y bandos de «buen gobierno» que penalizan el trabajo sexual, es un negocio constante, «por eso no los quieren modificar, porque les conviene mantener la situación así.»

En ese tenor, insistió, la exigencia hoy por hoy es que ellas y ellos cuenten con los mismos derechos que cualquier persona que trabaja, porque además de ser hombres, mujeres y transgénero, son ciudadanas mexicanas que realizan una labor, más allá de la etiqueta moral.

VIVIR CON EL ESTIGMA…

«A nosotras no nos bajan de putas… por eso la sociedad piensa que no tenemos derechos. En la escuelas es común escuchar ‘mira, ahí va el hijo de la puta’ y ahí es donde nos ponen de rodillas.

«Esa es una de las razones que vuelve importante que se reconozca nuestro trabajo como eso, como un trabajo», comentó Mónica Mendoza, quien dirige «Mujer y libertad», una organización que opera en Querétaro.

Ella, al igual que otras trabajadoras sexuales –que no sexoservidoras, por aquello del «servilismo sexual»–, participó en el panel de discusión sobre trabajo sexual, VIH y derechos humanos, desarrollado en un pequeño salón de la Aldea Global, espacio alterno a la cumbre, y en el que se recriminó que los cuerpos policíacos del país sigan siendo los principales agresores de las y los trabajadores sexuales.

«A todas nos putean y a veces hasta nos matan. Son crímenes de odio, de misoginia, no por homofobia. Lo más lamentable es que para las trabajadoras y trabajadores sexuales, los crímenes nunca se resuelven, porque nos ven como putas, no como ciudadanas que trabajan», manifestó la activista.

En portugués, Gabriela Leite, subrayó la necesidad de conseguir que se diferencie el trabajo sexual del tráfico de mujeres, de la trata de personas y de la explotación sexual de infantes.

«El trabajo sexual es un fenómeno distinto, y los otros esos son delitos que deben ser combatidos por los gobiernos. Nosotras no somos delincuentes, somos trabajadoras como cualquier otra persona que ejerce una labor», remarcó.

Esa idea es compartida por Samantha, casada, quien gracias a su labor, desarrollada en Guatemala, ha dado cobijo, educación y alimento a sus tres hijos.

«Mi trabajo no es ni bueno ni malo. Es un trabajo que nos hace salir adelante y ya basta que se nos siga señalando con el dedo. Ya basta de teóricos que vienen aquí y nos quieren enseñar qué hacer y cómo cuidarnos. Nosotros ya rebasamos esa etapa, ahora lo que demandamos es respeto y dignificación.

«Ni autoridades ni académicos… jamás ninguno de ellos han estado en el cuarto cuando el hombre se arranca un condón y nosotras tenemos que lidiar con ellos para que se lo pongan de nuevo», expresó.

08/AV/LG

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