Para mucha gente, la violencia es excitante, pero esa conducta tiene su inicios en la cultura o en la sociedad y de ahí se dirige hacia la familia, aseguró Christauria Welland, académica de la Universidad de San Diego, California, en Estados Unidos.
Al dictar la ponencia «Tratamiento psicológico del hombre violento en la pareja, en el auditorio Luis Lara Tapia, de la Facultad de Psicología (FP) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), informa un comunicado de dicha institución, Welland afirmó que en cualquier lugar y espacio se localizan actitudes agresivas y, por ello, es fundamental atenderlas.
Al inaugurar el acto, la directora de la FP, Lucy María Reidl Martínez, comentó que la violencia masculina contra las mujeres en el ámbito familiar es grave; y ahora es vista como un problema de salud pública.
Ante esta situación, dijo, los psicólogos tienen la responsabilidad de adquirir herramientas teórico-metodológicas que permitan abordar el fenómeno para prevenirlo y erradicarlo, porque las acciones gubernamentales y no gubernamentales son, en su mayoría, dirigidas a las mujeres, dejando fuera a los hombres. «Si lo que deseamos es disminuir la violencia, se debe atender a todos los involucrados».
Frente a estudiantes y académicos, Christauria Welland expuso que existen varias teorías de la agresividad masculina; entre ellas, destaca la que señala que el mejor predictor no es el género, sino los trastornos de personalidad.
No todos los individuos violentos sufren esa perturbación, pero no se puede descartar, pues la mayoría se relacionan a traumas infantiles. «El maltrato pasa de generación a generación y está más arraigado en la personalidad de los hombres, pero eso tampoco es una excusa», puntualizó.
Por lo anterior, la autora del libro Sin Golpes, destacó la importancia de brindar tratamiento a los agresores para garantizar los derechos humanos de mujeres y niños, así como la seguridad familiar, la rehabilitación del hombre y, lo primordial, la prevención de la crueldad futura e intergeneracional.
El objetivo es fomentar en los varones la responsabilidad de su violencia, pues si continúan culpando a la mujer, al alcohol y a los trastornos infantiles, nunca podrán erradicarla de su vida.
Señaló también que en muy pocas ocasiones ha tenido como paciente a una agresora femenina cuya víctima sea masculina. En Estados Unidos ocurre más y desde esa perspectiva, la intimidación es mutua.
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