Golpe tras golpe, el magisterio nacional se resquebraja. Como una nuez, endurecida por años a fuerza de cacicazgos, prebendas y complicidades, se quiebra por fin y deja al descubierto la parte más delicada: las y los maestros que se ven así expuestos al abandono de sus líderes y a la voluntad gubernamental de privatizar la educación.
Es la estrategia del shock, que golpea y debilita, hasta dejar inermes a las y los maestros: por un lado, la presión laboral, la amenaza de la Alianza por la Calidad de la Educación que los dejará sin empleo, o los colocará en desventaja; por el otro, el golpe directo, físico, la represión, «ablandar al contrincante», como en el boxeo.
Tal como lo describe Naomi Klein en su libro La doctrina del shock, publicado en español por la editorial Paidós el año pasado, se deja vulnerable al magisterio para imponer –como lo planearon Milton Friedman, padre del neoliberalismo, y los Chicago boys, gurús de nuestros Calderon’s boys—la privatización de la enseñanza.
Así lo hicieron en Nueva Orléans, después del huracán Katrina que devastó la ciudad y así lo prevé también Rosario Ibarra, senadora de la República. Dice la luchadora social: la Alianza por la Calidad de la Educación y el Anteproyecto de Norma Oficial Mexicana del Servicio de Calidad en la Educación Básica Obligatoria, presentado por la dirigencia del SNTE al Gobierno federal, abre la puerta a la intromisión del empresariado en el que se ve como el jugoso mercado de la educación pública.
Y permite a la cúpula gremial y a las tristemente célebres sociedades de padres de familia, advierte Ibarra, insertarse en todos los procesos por los que potencialmente fluya dinero hacia los centros escolares, además de abrir mercados como los centros de capacitación, de certificación, los vouchers educativos (subsidio público a escuelas particulares) y, aquí sí, mercado negro de plazas y exámenes aprobatorios.
DE NUEVO ORLÉANS A MORELOS
Nada nuevo para la historia del neoliberalismo, de acuerdo con lo que propone la economista política y opositora a la globalización Naomi Klein (nacida en 1970, en Canadá). Cuando el viejo Friedman vio que la mayor parte de las escuelas de Nueva Orleáns estaban en ruinas, tres meses después de la inundación, dijo que era «una tragedia», pero también «una oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo».
Klein describió la estrategia privatizadora de Friedman a la periodista Amy Goodman, conductora programa Democracy Now! (¡Democracia Ahora!), a principios de este año:
La idea radical de Friedman consistía en que, en lugar de gastar una parte de los miles de millones de dólares destinados a la reconstrucción y la mejora del sistema de educación pública de Nueva Orleans, el gobierno entregara cheques escolares a las familias, para que éstas pudieran dirigirse a las escuelas privadas, muchas de las cuales ya obtenían beneficios, y dichas instituciones recibieran subsidios estatales a cambio de aceptar a las y los niños en planteles. Era esencial, dijo entonces Friedman, que este cambio fundamental no fuera un mero parche sino una «reforma permanente».
De inmediato, una red de think tanks y grupos estratégicos de derecha se abalanzaron sobre la propuesta de Friedman y cayeron sobre la ciudad después de la tormenta, dice Naomi. La administración de George W. Bush apoyó sus planes con decenas de millones de dólares con el propósito de convertir las escuelas de Nueva Orleans en «escuelas chárter», es decir, escuelas originalmente creadas y construidas por el Estado que pasarían a ser gestionadas por instituciones privadas según sus propias reglas.
Para Friedman, recuerda Naomi, el mismo concepto de sistema de educación pública apestaba a socialismo, aunque dicho sistema garantizara, por ejemplo, el ingreso de población afroamericana al mismo sistema que la población blanca. La nueva propuesta, consideraran muchas personas no blancas en Estados Unidos es un paso atrás en el camino de los derechos civiles. En suma: la exclusión, el abandono de la educación pública.
Pero Friedman consideraba –en forma tan parecida al discurso del actual Gobierno federal— que las únicas funciones del Estado consiste en la «protección de nuestras libertades, contra los enemigos del exterior y del interior: defender la ley y el orden, garantizar los contratos privados y crear el marco para mercados competitivos». En otras palabras, policía y soldados. Cualquier cosa más allá, incluyendo una educación gratuita e igualitaria, es una interferencia injusta en las leyes del mercado.
Fue así que cuando Nuevo Orléans no salía aún de la tragedia, se subastó el sistema educativo de la ciudad, con precisión y velocidad dignas de un operativo militar. En menos de diecinueve meses, con la mayoría de los ciudadanos pobres aún exiliados de sus hogares, las escuelas públicas de Nueva Orleans fueron sustituidas casi en su totalidad por una red de escuelas chárter de gestión privada, dijo Naomi a Amy Goodman.
Antes del huracán Katrina, recuerda la activista canadiense, la junta estatal se ocupaba de 123 escuelas públicas, después, sólo quedaban 4. Antes de la tormenta, Nueva Orleans contaba con 7 escuelas chárter, y después, 31. Las y los maestros de la ciudad solían enorgullecerse de pertenecer a un sindicato fuerte, quizá tan fuerte como el SNTE.
Tras el desastre, los contratos de las y los maestros quedaron hechos pedazos, y los 4 mil 700 miembros del sindicato fueron despedidos. Algunos de los profesores más jóvenes volvieron a trabajar para las escuelas chárter, con salarios reducidos. La mayoría no recuperaron sus empleos.
Capitalismo de desastre, llama Naomi Klein a esta operación ya probada suficientemente en Nueva Orleans, Irak, China, Rusia, Chile. En suma, ataques organizados contra las instituciones y bienes públicos, siempre después de acontecimientos de carácter catastrófico, declarándolos al mismo tiempo atractivas oportunidades de mercado.
Pero la clave, recomendó Friedman, es actuar con rapidez, para imponer los cambios rápida e irreversiblemente, antes de que la sociedad vuelva en sí, luego del shock, para que no pueda ya dar marcha atrás a los cambios estructurales.
Hoy, esos cambios estructurales en la educación aconsejados por Friedman al dictador Augusto Pinochet en los años 70 obstaculizan cualquier intento de Michelle Bachelet, presidenta de Chile, por hacer frente a la protesta estudiantil de Los Pingüinos, estudiantes que reclaman un sistema público y democrático de educación.
Y en nuestro país, como dice la receta de la Doctrina del shock, primero se debilita la ideología, mediante el desprestigio de la institución, luego se crea el desastre –golpes, abusos sexuales, desprestigio, represión—y se decreta la catástrofe del sistema educativo nacional. Sólo falta la pinza final: utilizar el desastre como excusa para terminar la tarea, para privatizarlo todo…
08/GG
