Cuando un soldado viola a una mujer, esa violación no es un acto privado de violencia, sino un acto de tortura del que es responsable el Estado, afirma la activista de derechos humanos de las mujeres Sandra Luna miembro de la organización no gubernamental colombiana Ruta Pacífica de Mujeres.
Las violaciones llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad son una forma especialmente opresiva de tortura porque muchas mujeres tienen demasiado miedo y están demasiado avergonzadas como para hacer público lo que les han hecho. Algunas borran la experiencia de su memoria consciente porque rememorar el trauma les causa un dolor insoportable.
La violación sexual es una forma de humillar al enemigo y acabar con el tejido social de las comunidades, asegura Sandra Luna.
Las agresiones sexuales cometidas por soldados es una forma de tortura que experimentan las mujeres en todo el mundo. La historia señala que la violación se usaba como instrumento de limpieza étnica. Existen informes fidedignos de violaciones públicas, realizadas ante un pueblo entero, con el fin de aterrorizar a la población y de forzar a los grupos étnicos a huir.
Hasta que los gobiernos no cumplan con su obligación de garantizar la igualdad y no pongan fin a la discriminación contra las mujeres, la violación seguirá siendo una de las armas predilectas del agresor.
«La violación y otros delitos sexuales, como la mutilación genital son utilizados, con frecuencia, por los actores del conflicto como parte de sus tácticas de terror», afirma Susan Lee, directora del Programa Regional para América de América Latina, de Amnistía Internacional.
Hace medio siglo, la violación fue condenada por los Convenios de Ginebra, normas internacionales que rigen los conflictos. En ellas se afirma: Las mujeres serán especialmente protegidas… contra la violación, la prostitución forzada y todo atentado a su pudor.
Hasta que los gobiernos no cumplan con su obligación de garantizar la igualdad y no pongan fin a la discriminación contra las mujeres, la violación seguirá siendo una de las armas predilectas del agresor, afirma la activista de derechos humanos de las mujeres Sandra Luna.
Entre los acuerdos pactados por México que protegen a las mujeres de la discriminación y violencia, como la sexual, está la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación con la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, también convencida como «Belem do Pará».
09/GCJ/GG