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Madres solteras trabajadoras, como viles objetos

Por Manuel Fuentes Muñiz*

Recuerdo la primera vez que entré a un taller de costura, allá por el año de 1980: quedé impresionado por la rapidez y maestría con la que trabajan las obreras. Tomaban pedazos de tela previamente cortados y los hacían pasar bajo la aguja de la máquina de coser controlando la velocidad por medio de sus pies. Con sus manos giraban velozmente la tela para que todos las partes de la prenda quedaran debidamente armadas.

Me sorprendía cómo sus dedos pasaban tan cerca de la aguja de coser para lograr que la prenda quedara a la perfección; ni siquiera levantaban la vista. Recuerdo en esa ocasión buscaba a su representante entre decenas de trabajadoras que no cesaban de laborar.

A todas de primera impresión las veía iguales, uniformadas de azul, con un sujetador en la cabeza. Todas laboraban como absortas, como si el objetivo fuera no perder un solo instante.

Pero observaba entre ellas una sonrisa de triunfo por haberle impuesto al patrón que les reconociera a sus representantes y pudieran contar con un asesor jurídico.

Ellas se habían organizado por los malos tratos del patrón. No estaban de acuerdo se les cobrará por entrar al baño, por contarles el tiempo dentro de él, por negarles papel higiénico (ellas tenían que llevar el suyo).

Porque les gritaba con groserías para que trabajaran más rápido, porque no tenían derecho a recibir llamadas, porque no les daba agua, por los bajos salarios, porque no les pagaba horas extras, porque había despedido a una de sus compañeras: la que había iniciado el movimiento.

Cuando las conocí se habían hartado de los malos tratos.Decidieron realizar un paro de labores, aunque fuera ilegal (recuerdo que hasta pusieron banderas rojinegras por más de una semana). El patrón, después de varios días de paro, a regañadientes, aceptó sus demandas y se comprometió a respetarlas y reinstalar a su compañera.

Ese día que llegué al taller, que era el primer día de labores después del paro, se sentía en el ambiente una sensación de triunfo. El patrón había cedido a las demandas de las costureras ante la presión de entregar las prendas a tiempo.

Mi sorpresa mayor en ese centro de trabajo, de tantas, fue enterarme que la generalidad de las costureras eran madres solteras. Un 80 por ciento de ellas eran «padre y madre», como ellas orgullosamente así lo ostentaban.

Al principio pensaba que este fenómeno era exclusivo de ese taller ubicado en Azcapotzalco de la Ciudad de México, llamado «Creaciones Marivi». Fui observando posteriormente que este suceso se repetía en diversos lugares donde trabajaban mujeres, sobre todo donde la habilidad manual y velocidad en el trabajo era lo característico.

Mi observación fue confirmada recientemente con estudios del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) de 2005, al comprobar que las madres solteras, proporcionalmente, son las que más participan en el mercado laboral (70.8 por ciento), siendo las adultas (30 a 49 años) las que en mayor medida están insertas en el mercado de trabajo (84.3 por ciento).

De acuerdo al estudio de INEGI son 10.4 millones de madres quienes trabajan y de estás el 70.8 por ciento son madres solteras (7.36 millones) tanto en el mercado formal e informal.

A pesar de la importante presencia de las madres solteras en el trabajo, ellas están en un rincón de las prioridades de este país. Se carece de políticas de protección especial en materia de seguridad social para ellas y sus hijos. Las guarderías, que son una demanda fundamental, generalmente están saturadas.

El horario escolar en los preescolares, primarias y secundarias son de corta duración y se carece de comedores; los hijos se las tienen que arreglar por ellos mismos porque su madre está trabajando. Son frecuentes los accidentes de las y los hijos, que tienen que crecer protegiéndose ellos mismos.

Las madres solteras tienen que conservar el empleo ‘a como dé lugar’ y ello las dispone a soportar mayores cargas de trabajo para considerarse ‘indispensables’ frente al patrón. No se pueden permitir el lujo de perder el empleo porque son el único sostén de su hogar. Son las que más producen y esa es su mejor garantía de estabilidad.

Muchas más están en los trabajos informales, sin seguridad social ni un salario seguro. Otras más son comisionistas vendedoras de productos de belleza recorriendo sin fin de lugares para lograr un ingreso aunque sea mínimo.

Las madres solteras se abren espacios por ellas mismas, son independientes, leales, a veces alegres y con gran fortaleza, despejan los caminos en los que se proponen andar con gran madurez, sin embargo no puedo concebir que estén olvidadas por esta sociedad que las usa, las explota como si fueran viles objetos.

* Abogado, especialista en temas de justicia, profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana. Integrante del Consejo Directivo de Comunicación e Información de la Mujer AC (CIMAC).

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09/MF/GG

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