Los fundamentalismos alejan a las mujeres de la igualdad y el respeto que merecen; de los derechos humanos por los cuales las feministas han luchado por casi treinta años. Difieren y anulan aquello que decía Mahatma Gandhi: «Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio».
Se denominan fundamentalismos a las diversas posturas radicales que descalifican la otredad. Es decir, las perspectivas distintas. Es más frecuente hallarlos predominantemente en el ámbito religioso y político; sin embargo, con el transcurso de los años se han establecido en campos como la economía. Y en todas estas esferas, la otredad es entendida también como las mujeres, desde la perspectiva de la sociedad patriarcal.
En el caso de la religión dichos fundamentalismos promueven la interpretación literal de un texto «fundamental» para la humanidad como el Corán o la Biblia. Dichos escritos son mostrados como autoridades máximas, ante las cuales nada ni nadie más puede imponerse. Y en esos textos está implícita la inferioridad de las mujeres, por mandato divino (la costilla de Adán, la servidora de los hombres).
El fundamentalismo es también contrario a las nuevas concepciones que la «modernidad mal encaminada», dicen los fundamentalistas, trae consigo. Entre las cuales, desde la perspectiva de los fundamentalistas, se hallan las iniciativas y acciones de las mujeres de hoy en pro de sus derechos humanos, reproductivos y civiles.
Se suele asociar a las posturas fundamentalistas con conceptos como fanatismo y extremismo debido a las consecuencias que éstos traen consigo. Los principales: guerra y violencia. Y esto implica también a las mujeres, principales víctimas en esas guerras (como botín) y de la violencia, que llega al feminicidio.
Por su naturaleza moralista y reformista, los fundamentalismos frecuentemente desembocan en la política de Estado. Así, en conjunto, se reúne una serie de condiciones para que la tolerancia, el respeto y la libertad se vean limitados de cierta forma. Por eso hay fundamentalismos que son política de Estado contra las mujeres, como aquellas que limitan o anulan sus derechos sexuales y reproductivos.
Para los fundamentalistas, es básica la búsqueda de proyección y difusión de sus ideas. De ahí surge la necesidad de llegar al mayor público posible a través del control de los vehículos del saber. Los fundamentalistas suelen basarse en escuelas de pensamiento preexistentes y modificarlas a su medida o bien, crear las suyas.
El fundamentalismo se ve a sí mismo como la clave para acabar con los problemas de la sociedad moderna, pero evita afrontar muchos de ellos porque ni siquiera los reconoce como tales.
Así, argumenta que las enfermedades y desastres son castigos de Dios por no vivir de acuerdo a las sagradas escrituras y cualquier gobierno con elementos fundamentalistas siempre buscará señalar que una catástrofe sucede porque la sociedad no sigue al pie de la letra las prescripciones divinas. Por ejemplo, asocian el ejercicio de la sexualidad con el VIH.
Todo fundamentalismo dota de un ambiente hostil y complicado a las poblaciones más vulnerables, entre éstas, a las mujeres, por eso en el 11 Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe ese será el tema que abordarán mil mujeres de la región, a partir de este 16 de marzo en el ex convento Regina Coelli, Centro Histórico de la Ciudad de México.
«Por origen, las feministas somos pacifistas, y no hay paz en ninguna parte, en ningún hogar, en ninguna escuela, parque, colectivo, sindicato o partido político, porque la verdad individual o de grupo no atiende a otro, a otra, no se dialoga. No se cede, no existe más que machismo autoritario, no importa que provenga de una mujer o de un hombre, afirma Ma. Eugenia Romero, integrante del equipo organizador de dicho encuentro y directora de la asociación Mujer, Trabajo y Familia del Distrito Federal.
09/NBS/GG