El acceso a la educación sexual es un derecho humano que genera una mayor responsabilidad en el ejercicio de la sexualidad. El conocimiento permite a las y los adolescentes y jóvenes tomar decisiones libres y responsables que ayudan a prevenir embarazos no deseados e Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) incluido el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), asegura la Organización Panamericana de la Salud, en el manual ¡Hablemos de salud sexual!
Asimismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) asevera que quienes reciben educación sexual formal son más responsables con su sexualidad, erotismo y la elección de «cuándo, cómo y con quién sostener relaciones sexuales».
La educación sexual, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, es clasificada en tres tipos: informal, formal y no formal. La educación sexual informal se da en forma no sistemática, como parte de la vida cotidiana y no tiene propósitos conscientes, sin embargo es la más importante por sus efectos en la vida de las personas.
Ejemplo de ello, es la forma en que madres, padres, personas o familiares que están cerca de niñas y niños viven su propia sexualidad, dándoles una percepción de que la sexualidad es agradable o negativa.
Lo mismo ocurre con la manera en que son aceptadas o reprobadas las primeras exploraciones de las y los infantes. Si existe vergüenza ante el propio cuerpo y nunca se nombra a los genitales, es propio probable que pueda formarse un sentimiento de aprobación del propio cuerpo y de las sensaciones que provienen de éste, elementos indispensables para una salud sexual plena.
Negando una respuesta a las primeras inquietudes infantiles respecto a las diferencias sexuales o respondiendo de manera parcial o con prejuicios, se dice que los niños «tienen algo» que «las niñas han perdido», con lo que se considera que las mujeres se percibe en relación con los hombres como seres carentes, y se refuerza el «modelo social de inequidad entre los géneros».
En tanto, la educación sexual formal es la que se imparte desde el sistema escolarizado, como parte del programa escolar o a través de conversaciones y talleres. Y la no formal consiste en cursos que se dan a adolescentes, madres y padres de familia, docentes y personal de salud, con objetivos específicos, que en la mayoría de los casos tienen la finalidad de replicar los conocimientos.
En todos los casos dando una educación sexual que transmite valores y actitudes negativas se «forma o deforma la personalidad».
Para transformar la educación es necesario delinear propósitos, y uno de éstos es contribuir al bienestar, la autonomía y el libre desarrollo de los individuos. Por lo tanto es necesario que sea oportuna, veraz, integral, libre de prejuicios, pues de este modo actuará como preventiva de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) incluido el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH-SIDA).
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