,9 junio 09 (CIMAC).- Dice Fabiola, inmigrante en Carolina del Sur, a todas las mujeres del mundo:
«Ni mi esposo, ni yo, ni ninguno de mis hijas e hijos somos criminales. De habernos quedado allá, mis niñas y niños se me hubieran muerto.
Mi historia de inmigrante no es muy diferente a la de las demás mujeres y hombres que vinimos a este país a trabajar para vivir mejor. Porque aquí, pese a todo lo que se diga, sí hay trabajo para nosotras y nuestros hombres.
Y lo mejor: nuestras hijas e hijos, tanto quienes llegaron aquí con nosotros, como quienes nacieron en esta tierra de oportunidades, por mandato de la ley tienen que ir a la escuela. Este país nos obliga a las mamás a mandar a nuestras hijas e hijos a la escuela.
Así, progresarán y serán mucho mejores que nosotras y nuestros esposos. Cruzamos la frontera, con o sin papeles, porque aquí nuestras hijas e hijos viven mejor. Somos gente de bien y muy trabajadora. De verdad…
El año pasado, la policía detuvo a mi esposo. Él estaba trabajando honradamente. No estaba robando. Es padre de tres niñas y niños nacidos aquí. Es mi único sostén familiar, mi gran amor… El padre de mis hijos e hijas… está en la cárcel detenido… y me lo van a deportar. Y mis niños… desgraciadamente requieren de mucha atención médica.
Nacieron prematuros y demandan atención especial.
Ante la desgracia. Bendito Dios, exclama la mujer. Sin más dinero para pagar la renta, el alimento para mis niñas y niños. Pasajes para ir a las consultas medias y comprar las medicinas. Pero dios nos sigue protegiendo, mis papás nos dieron alojamiento y sobre todo mucho amor. Estamos viviendo en un muy, pero muy pequeño apartamento y somos nueve.
Ya estoy buscando trabajo. Mi mamá me hará favor de cuidar a mis hijos e hijas. Pero, mis hijos e hijas me preguntan por su papa. Lo extrañan, lo quieren mucho, como yo.
Por favor, ayúdennos, mi esposo es hombre de bien, trabajador, no es criminal. Por favor ayúdennos, insiste.
Mi esposo, yo, mis niñas y niños, mi madre, mi padre. Toda mi familia estamos sufriendo mucho. ¡Ser trabajador o trabajadora no es delito en cualquier parte del mundo!, finaliza Fabiola, su carta a las mujeres del mundo.
Y toda esta historia ocurre mientras 12 millones de inmigrantes esperan que el próximo 17 de junio se inicie el diálogo por una reforma migratoria en Washington.
Millones de mujeres y hombres, de jóvenes, niñas y niños, de personas de la tercera edad, de todo el mundo, están a la espera de una solución comprensiva para que millones regularicen su estatus migratorio en este país. Por que lo que se solucione o no acerca de las leyes migratorias en la nación más poderosa del mundo repercutirá en todo el orbe.
* Periodista y feminista mexicana, corresponsal de Cimacnoticias en Nueva York.
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