Como ya lo hemos comentado en otras entregas, el masaje es un acontecimiento sutil y de confianza mutua, es también un evento donde el contacto es fundamental, por lo que requiere de la persona que lo da entrega y dedicación.
Tras hacer una crítica a los métodos de masaje «mecánicos» –surgidos en los últimos años– y en los que las manos de la o el terapeuta se sustituyen por diversos y sofisticados aparatos, en el manual «Manos en el arte de sanar» (México, 2009), de las mexicanas Emma Herrera y Cristina Vargas, el masaje se considera –además de terapéutico– una forma de sanación.
Las autoras resaltan la importancia del masaje en la sociedad actual, «en la que las alteraciones psicológicas y fisiológicas causadas por el estrés son las más frecuentes», como una alternativa para proporcionar relajación, bienestar y mantener una buena salud.
Sus beneficios son múltiples, señalan: mejora la circulación, relaja los músculos, ayuda a la digestión, mejora el aparato respiratorio, equilibra el sistema nervioso, hormonal y –por estimulación del sistema linfático– se eliminan las sustancias de desecho del organismo.
El efecto terapéutico del masaje, en su opinión, «obedece a la capacidad innata del organismo para la propia curación», y un resultado del trabajo integral que ofrece la o el terapeuta.
Con relación a la importancia de las manos en este proceso sanador, agregan, «los suaves movimientos que acarician, amasan, frotan y golpetean la piel muchas veces ayudados de aceites aromáticos liberan a los músculos de tensión, lográndose un equilibrio general».
¿Cuál es el paso inicial para dar un buen masaje? Conocer la anatomía, fisiología y energía del cuerpo humano.
«Para dar un buen masaje es necesario poseer un buen sentido de orientación en el manejo del cuerpo, tanto en su anatomía y fisiología como en su energía y una excelente disposición, de tal manera que la experiencia se convierta en un positivo intercambio de energía, donde las emociones, pensamientos y expresiones estén incorporadas a través del lenguaje corporal», indican.
Para las autoras de «Manos en el arte de sanar» sin la anatomía del cuerpo humano, las emociones no existirían; en su opinión las emociones son el pegamento que mantiene unida nuestra estructura, «vivir la verdad somático-emocional significa conectarse con su ser interior que emerge de las profundidades del cuerpo».
Este aprendizaje de la anatomía humana debe ir más allá de sólo aprender los nombres de los músculos y los huesos, desde esta propuesta se trata de ir más allá, estableciendo un puente de comunicación con la persona que recibe el masaje «sin categorías impuestas que nos desconectan de la realidad, de nuestra biología y de nuestros procesos vitales».
Por último, comentan, el masaje es un buen método que se familiariza con las tensiones cotidianas poco tomadas en cuenta por la gran mayoría de las personas.
«Con la comprensión de la estructura del cuerpo es más fácil entender la naturaleza del dolor. Es cierto que se necesita tiempo para ello, pero para trabajar el cuerpo debe conocerse cómo está formado y cuáles son sus padecimientos o aflicciones».
De ahí que sea indispensable que la o el terapeuta tenga una imagen mental de las estructuras que se esconden bajo la piel, para que pueda identificar la manera como funcionan, «discurren», en todo el cuerpo.
* Periodista mexicana, narradora oral, facilitadora de grupos, terapeuta con Enfoque Centrado en la Persona y Gestalt, instructora del Sistema Tao Curativo.
09/HCV/LG