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REPORTAJE: “Feminismo mexicano, transformador e impulsor de conciencias jóvenes” | segunda y última parte

Ciudad de México.– El feminismo mexicano, que tiene su origen más visible en el Primer Congreso Feminista, celebrado en Mérida, Yucatán, en 1916, se ha transformado a lo largo de los años, pero desde la segunda década del siglo XXI las conciencias jóvenes le dieron un nuevo impulso. 

México vive la cuarta ola del movimiento feminista, con una diversidad de jóvenes que convergen en una demanda central: alto a todas las formas de violencia contra las mujeres en todos los espacios, no sólo el familiar. Estas jóvenes encontraron un espacio seguro de denuncia en las redes sociales y en las marchas resignifican el espacio público.

Esta segunda parte de reportaje “Feminismo mexicano, transformador e impulsor de conciencias jóvenes”, es un recuento de las demandas de las mujeres desde la «Primavera Violeta» de 2016 hasta la marcha del «8M» de 2022, donde las protagonistas son mujeres jóvenes dispuestas a organizarse de diversas formas ante la inacción del Estado para prevenir y sancionar las violencias en su contra.

De la «Primavera Violeta» al «8M»

Las nuevas voces empiezan a ocupar los espacios públicos con fuerza. El 24 de abril de 2016 miles de mujeres, en especial jóvenes, tomaron las calles de la Ciudad de México para exigir el cese de las violencias históricamente cometidas en su contra.

A esta manifestación, sin precedentes por la multitud de participantes, se le conoció como “Primavera Violeta”, emulando el nombre de la “Primavera Árabe”, como se nombró a las protestas multitudinarias en Egipto en 2011, que reivindicaban derechos sociales.

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Hace seis años las mujeres llegaron a esa marcha convencidas de exigir un alto al al feminicidio y al acoso callejero. Previo a la manifestación en las calles, redes sociales como Twitter y Facebook se inundaron de testimonios de violencia que se difundieron con la leyenda «Mi primer acoso».

La indignación se encendió con casos como la violación sexual contra la joven Dafne N., ocurrido en enero de 2015, en Boca del Río, Veracruz; la agresión sexual contra la periodista Andrea Noel, el 8 de marzo de 2016 en la capital del país; y por el asesinato de Nadia Vera Pérez, Olivia Alejandra Negrete Avilés, Mile Virginia Martín y Yessenia Quiroz Alfaro, el 31 de julio de 2015 en la colonia Narvarte, también en esta ciudad.

Estos hechos reflejaron la violencia que las mujeres viven cada día. Por ejemplo: en 2015, 90 por ciento de las víctimas del delito de acoso sexual fueron mujeres, además ellas representaron 70 por ciento de las víctimas en todos los delitos sexuales (violación, acoso y hostigamiento sexual e incesto), de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

Si bien la violencia sexual no es una problemática nueva, el hecho que marcó la diferencia entre las protestas de antaño y las de ahora son las posibilidades que abrió el espacio digital. “Estas nuevas morras, jovencitas, tienen una ventaja: son muchas y se comunican por las redes sociales. En los setentas no había redes sociales y los grupos eran pequeños”, describió la historiadora y académica de la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, Ana Lua Jaiven. 

En esta nueva era feminista las redes sociales son un espacio de encuentro entre mujeres de distintas edades, ideologías y contextos sociales diversos, lo que ha potenciado el movimiento feminista actual, como explicó la defensora Arussi Unda, integrante del colectivo veracruzano Brujas del Mar.

Para la defensora, desde una visión crítica, el movimiento feminista actual es tan masivo que se confronta en algunos temas y en otros carece de conceptualización y formación política. No obstante, las redes sociales hacen posible las alianzas entre mujeres que están trabajando para conseguir un bien colectivo y no personal.

A decir de Unda, la reflexión colectiva con otras organizaciones de mujeres ha derivado en diferentes iniciativas, por ejemplo, en pensar en 10 temas “irreductibles” que integran la agenda feminista, entre ellos políticas para evitar la desaparición de mujeres, la violencia sexual, el feminicidio y la violencia familiar, entre otros.

Un ejemplo de esta organización colectiva, que se propagó en las redes sociales, fue el movimiento #MeToo, que en 2019 cobró fuerza en México y volvió una práctica segura denunciar públicamente a los agresores en el espacio digital, sin importar si se trataba de hombres reconocidos en el ámbito de la literatura, la música, el cine, la academia o el periodismo.

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En octubre de 2017 el periódico estadounidense “New York Times” publicó una serie de reportajes sobre las reiteradas conductas de acoso sexual del productor de cine Harvey Weinstein, en contra de alrededor de 80 actrices. Este caso desató un movimiento mundial conocido como “Me Too”, en el que mujeres de diversas profesiones y oficios hablaron públicamente en espacios públicos y, principalmente en redes sociales, de sus experiencias de acoso sexual.  

Estudiantes organizadas y el #MeToo

En el caso de México, el movimiento etiquetado en redes como #MeToo también se replicó en las universidades. Estudiantes de distintas facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fueron de las primeras en alzar la voz y a partir de 2019 denunciaron pública y formalmente a maestros, compañeros y trabajadores, de cometer distintas formas de violencia contra ellas.

En esta y otras casas de estudios empezaron a surgir denuncias con nombre, apellido y foto, algunos testimonios colgaron de “tendederos” públicos; hubo marchas, mítines y paros de labores indefinidos que llevaron a las autoridades a generar modificaciones en sus reglamentos internos.

En la UNAM las alumnas, en particular las estudiantes de la la Facultad de Filosofía y Letras, hicieron tanto ruido con sus demandas que las autoridades universitarias cambiaron los estatutos de la universidad, crearon unidades de género y de atención a víctimas y reformaron planes de estudio para incluir materias de feminismo, entre otras acciones.

Las universitarias se convirtieron en protagonistas. Por ejemplo, las Mujeres Organizadas de la Facultad de Filosofía organizaron uno de los paros académicos más largos de todos los que hubo en las universidades mexicanas por violencia contra las mujeres. La protesta duró cinco meses y culminó con la entrega de las instalaciones durante la pandemia por COVID-19. 

Si bien las estudiantes en paro, que por meses vivieron en las instalaciones académicas, recibieron amenazas, insultos y hasta agresiones físicas de parte de alumnos y personas que no estaban de acuerdo con ellas, en poco tiempo consiguieron instaurar nuevas vías de diálogo a través de foros, asambleas y comités.

Las universitarias consiguieron transformaciones en los estatutos y lograron cambios culturales entre la comunidad universitaria. 

Una estampa de cómo se transformó la universidad a partir de esta movilización la mostraron las Mujeres Organizadas de la Facultad de Arquitectura el pasado 25 de febrero, cuando las “encapuchadas” fueron recibidas con aplausos y consignas de agradecimiento por parte de funcionarias, académicas y estudiantes, durante un acto oficial en el que se renombró una sala con el nombre de María Luisa Dehesa Gómez Farías, la primera mujer arquitecta en México. 

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Como nunca antes se había visto, las funcionarias de la facultad agradecieron a las estudiantes el haber protagonizado un paro de labores para visibilizar y denunciar la violencia al interior de la casa de estudios. En respuesta, las Mujeres Organizadas recordaron que en ese recinto no se reconoce a las mujeres, ya que no se les menciona, ni a ellas ni a sus contribuciones en las clases y proyectos. 

“Los nombramientos fueron desde, por y para las mujeres. Fuimos nosotras, no la institución (…) nosotras hemos empezado a recuperar nuestra genealogía, hemos empezado a recuperar el lugar que nos pertenece en la historia, esto solo es el inicio porque juntas lograremos el reconocimiento que merecemos (…) la causa justa por la que salimos a exigir nuestros derechos y a demandar justicia en todos los ámbitos donde nos ha sido negada la posibilidad de vivir libres y sin miedo”, declararon. 

Brillantina rosa, nueva forma de protestar

Al #MeToo le siguió la “Brillantada”, un acto simbólico y lúdico, pero lleno de indignación, que ocurrió 12 de agosto de 2019, cuando un grupo de jóvenes arrojaron diamantina color rosa al entonces secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Jesús Orta Martínez, como una forma de denunciar que días antes cuatro policías violaron a una menor de edad y exigir justicia.

Estas nuevas formas de manifestación y exigencia de derechos provocaron la criminalización del movimiento feminista. La policía ha desarrollado distintas estrategias de disuasión en las marchas, entre ellas iniciar carpetas de investigación contra las manifestantes, lanzar gas lacrimógeno o disparar armas de fuego, como se vivió el 9 de noviembre de 2020 en Quintana Roo, durante una marcha por el feminicidio de tres mujeres. 

Las mujeres de la cuarta ola del feminismo, como las nombra la historiadora y académica de la Universidad Nacional Autónoma de México, Patricia Galeana Herrera, exigen una vida libre de violencia, pero no sólo es una demanda, también trabajan para hacerla realidad. 

Ejemplo de esto es la “Asamblea Vecinal Nos Queremos Vivas Neza”, una colectiva que se formó en 2017 tras el asesinato y violación sexual de la niña Valeria, de once años de edad, quien fue violada y asesinada después de subir al transporte público de aquel municipio mexiquense, cuando se dirigía a su casa. 

El trabajo de esta asamblea es representativo de la organización de las mujeres en el Estado de México, la entidad que en 2021 acumuló 144 casos de feminicidio, según datos oficiales. También es el primer estado en contar con dos Alertas de Violencia de Género contra las Mujeres, una por feminicidio y otra por desaparición de mujeres y niñas. 

Vivir libres de violencia, exigencia presente

De acuerdo con la defensora Elsa Arista, quien participa en esta colectiva, el hecho de que las mujeres sean violentadas ante la inacción de las autoridades hizo que se organizaran, crearan esta red de apoyo, pero que además se convirtieran en feministas.

El motor principal de la Asamblea, señaló Arista, es acompañar a las familias de víctimas de delitos como violación, desaparición y feminicidio. Este acompañamiento se refleja en la protesta organizada, en mítines en fiscalías y en la presentación de denuncias en medios de comunicación. En su opinión, la tarea de hacer visible la violencia contra las mujeres en su entidad es fundamental ya que las instituciones siguen sin atender sus denuncias a nivel nacional. 

“A nosotras nos toca actuar en el Estado de México. En estos momentos no encontramos escucha ante una violencia que ha crecido de manera exagerada. Las compañeras (feministas de otros años) dejaron pautas importantes de por dónde luchar, cómo hacer”, señaló la defensora.

La Asamblea también le apuesta a transformar la cultura machista a través del trabajo con la comunidad. Por ejemplo, organizan cocinas comunitarias y actividades de difusión contra la violencia. Para Arista, la principal demanda de las colectivas feministas que se articulan en el Estado de México es alto a la violencia contra las mujeres en todos los ámbitos.

CIMACFoto: Angélica Jocelyn Soto Espinosa

Las más jóvenes, observó, están exigiendo desde otro lugar, “un espacio de libertad que antes no tomábamos porque no sabíamos que lo teníamos: las calles. Ha cambiado radicalmente cómo nos vemos como mujeres”, declaró. 

Escuelas, bastión de transformaciones 

Un epicentro más de la protesta feminista en los años recientes está en las escuelas mexicanas. La estampa más reciente ocurrió el 11 de marzo en un Colegio de Bachilleres en San Luis Potosí, donde las adolescentes hicieron un tendedero de denuncias de acoso sexual, el cual fue retirado por la dirección del plantel. Inconformes y sabedoras de sus derechos, las alumnas llevaron sus protestas a las redes sociales, donde se viralizó la acción.  

Derecho a decidir, a vivir tranquilas

Entrevistadas durante la manifestación que reunió (de acuerdo con datos oficiales) a 75 mil personas el pasado 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer, varias jóvenes coincidieron en que la razón para unirse a la protesta feminista era exigir una vida libre de violencia, desde el acoso sexual callejero, la violencia sexual hasta el feminicidio. El fin último, es justicia para las víctimas y garantía de que sus hijas, sobrinas y hermanas, no vivirán algo similar. 

Entre las jóvenes que llevaban cartulinas con frases que representan su lucha como “No me cuida la policía, me cuidan mis amigas”, estaba Jana, una adolescente de 16 años de edad. Jana se sumó por primera vez a la protesta feminista para demandar justicia por todas las mujeres que ya no están. Desde su punto de vista, las instituciones no han mostrado escucha para sus demandas.  

CIMACFoto: Angélica Jocelyn Soto Espinosa

Mariana, otra joven de 16 años, relató que descubrió la lucha de las mujeres la ocasión que denunció que un hombre la tocó sin su consentimiento pero nadie le creyó. Para ella, las mujeres que se manifiestan están enviando el mensaje al gobierno de que la situación ya no puede seguir así. 

Una demanda central de las mexicanas es que las instituciones volteen a ver a las mujeres organizadas y se den cuenta de que hay un problema, ya que particularmente este gobierno ha sido omiso a las demandas feministas. Así lo observó Rebeca, una manifestante de 21 años de edad, para quien el pañuelo verde que representa la defensa del derecho a decidir y el pañuelo morado, que simboliza la lucha feminista, son parte del atuendo cotidiano. 

CIMACFoto: Angélica Jocelyn Soto Espinosa

Para Sara, otra de las participantes, el propósito de la protesta en las calles es hacer visible el movimiento feminista porque entre la población aún no existe plena conciencia sobre los derechos de las mujeres. Como en la década de los años 70, hoy una de las demandas centrales es la despenalización del aborto, los techos de cristal, el acoso en las calles y en general la violencia. A decir de Sara, si bien el feminismo sí ha buscado interpelar al gobierno, éste sigue sin responder. 

“Nuestras necesidades nunca han sido escuchadas, nunca ha sido tomado en cuenta (…) desde que nacemos estamos vulnerables al sistema, al machismo, porque desde que naces a una niña la puedes violentar, nosotras crecemos con todas esos miedos, con todas esas inseguridades (…) creo que los funcionarios nos escuchan pero no es de su interés, tal vez tienen intereses propios más importantes que escucharnos a nosotras como sociedad, como mujeres, pero aquí vamos a seguir hasta que nos escuchen”, dijo Karen, otra de las manifestantes. 

Ana confiaba en el gobierno del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, porque pensó que sería un gobierno justo pero lamenta que en realidad está haciendo a un lado la situación de violencia contra las mujeres.

“¿De qué forma tenemos que hacernos notar para que ya no exista la violencia contra las niñas y adolescentes? que es uno de los motivos por los que estoy aquí. Tengo 56 años y esto antes no se veía. Ahora estoy aquí por las futuras generaciones”, afirmó. 

“Es una gran parte el derecho de que tú puedas decidir qué hacer con tu cuerpo, porque todavía no tenemos esa posibilidad, estamos dependiendo de alguien más que nos permita o no hacer con algo con nosotras mismas, con nuestras carreras, con nuestras vidas, con nuestro futuro, porque no es solo en cuestión sexual, romántica, laboral, académica, tenemos muchas menos oportunidades y es lo que estamos buscando: tener las mismas oportunidades que los demás”, declaró Laura, de 31 años de edad, quien se sumó a la marcha para exigir que ella y sus sobrinas tengan el derecho a decidir y a vivir tranquilas, sin que eso sea un privilegio solamente de algunas personas.

Para Laura, las instituciones sí escuchan a las mujeres en sus demandas pero deciden ignorarlas y agregó: “pero no será por mucho tiempo (…) porque estamos luchando. Tarde o temprano lograremos lo que queremos. Tal vez no lo vea yo, pero en un futuro sí se hará”.

22/AJSE/AGM/LGL

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