Ciudad de México.- La guerra estalla, somete a la sociedad entera y la violencia sexual contra las mujeres se convierte en una de las principales armas para controlar a quienes se opongan, así es la realidad de las mujeres en Etiopía, quienes desde hace cinco años sufren las consecuencias de una guerra civil que busca infligir dolor a comunidades enteras, a través de sus cuerpos.
Frente a este escenario, la Organización para la Justicia y la Rendición de Cuentas en el Cuerno de África (OJAH) y Médicos por los Derechos Humanos (PHR) publicaron en julio de 2025 el informe “Nunca podrás dar a luz: Violencia sexual y reproductiva relacionada con el conflicto en Etiopía”, que documenta actos de lesa humanidad cometidos contra las mujeres etíopes.
Es importante señalar que este mecanismo de control mediante la violencia sexual no es exclusivo de Etiopía. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), este tipo de delitos, que usan los cuerpos de las mujeres como botín de guerra, han incrementado en diversos conflictos armados alrededor del mundo, siendo una estrategia común para infundir terror.
Las mujeres y las niñas en tiempos de guerra son tratadas muchas veces como “botín”. La violación es una táctica utilizada como estrategia de terror y como forma de tortura. Las consecuencias físicas y mentales de estas agresiones dejan huellas emocionales y físicas imborrables. Esta forma de agresión también puede ser utilizada como parte de una limpieza étnica, tal y como se vio con las violaciones sistemáticas y los embarazos forzosos de la antigua Yugoslavia en los años noventa. Las violaciones, la esclavitud sexual y otras formas de violencia sexual cometidas en el contexto de un conflicto armado son crímenes de guerra. Mireya Cidón, Amnistía Internacional España
El conflicto armado en Etiopía empezó desde 2020, tras una escalada de tensiones entre el gobierno federal etíope y el gobierno regional de Tigray, liderado por el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF). Ante esta situación se inició una ofensiva militar en la región de Tigray, a parti de este momento se comenzaron a perpetrar crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, incluida la violencia sexual a manos de las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía (ENDF), las Fuerzas de Defensa de Eritrea (EDF), las Fuerzas Especiales de Amhara (ASF) y las milicias de Amhara Fano.
Aunque los enfrentamientos en Tigray han disminuido, la violencia sexual persiste y se ha extendido a otras regiones como Amhara, donde desde 2023 se intensificó tras la orden de integrar a las fuerzas regionales en el Ejército Nacional, acción percibida como una consolidación del poder federal a costa de la autonomía local.
En este contexto, la OJAH y PHR realizaron entrevistas en centros médicos desde noviembre de 2020 hasta agosto de 2024, documentando tanto las experiencias de las sobrevivientes como el impacto del conflicto en el sistema de salud etíope, que enfrenta graves dificultades para atender a víctimas de violencia sexual y reproductiva.
En Tigray, la mayoría de las mujeres que sobrevivieron a violaciones reportaron haber sido atacadas por múltiples agresores. Algunas denunciaron abusos sexuales y diversas formas de humillación acompañadas de violencia física. La edad promedio de las víctimas registradas oscilaba entre los 18 y 25 años.
Uno de los casos más atroces ocurrió en 2020: una mujer, siete días después de haber dado a luz a gemelos, fue brutalmente agredida sexualmente en una localidad de la zona oriental de Tigray. Su historial médico señala que fue violada por siete agresores durante cuatro días, identificados como soldados eritreos por sus uniformes y el idioma que hablaban.
Aunque buscó atención médica inmediatamente, fue hasta 2023 que llegó a un centro integral. Presentaba dolor abdominal persistente y flujo vaginal fétido. Durante la revisión, los médicos encontraron abundante secreción en el cuello uterino y cuerpos extraños visibles. Durante el procedimiento se hallaron: ocho tornillos metálicos, escombros, tierra y una nota envuelta en plástico.
La nota, traducida, decía: “Nosotros, los hijos de Eritrea, somos valientes. Esto es lo que hacemos y seguiremos haciéndolo. Nos aseguraremos de que las mujeres de Tigray no puedan tener hijos. ¡Nos vengaremos de 1990! Seguiremos por ese camino.”
La violencia sexual se utilizó como instrumento de genocidio y humillación: los agresores buscaban infertilizar a las mujeres tigrayanas introduciendo objetos en sus cuerpos, al tiempo que las amenazaban y les decían que nunca podrían volver a dar a luz.
Hay muchas sobrevivientes con material extraño insertado en la vagina, no solo violencia sexual. Esto se hizo para detener el órgano reproductivo de las mujeres y detener la natalidad de la etnia tigray, para disminuir la población, y su objetivo final es extinguir al pueblo de Tigray. Insertaron metal, clavos y otros materiales. Hay muchas mujeres aquí cuyo útero ha perdido su función.
En Tigray, el 69% de las sobrevivientes que accedieron a servicios médicos reportaron violaciones grupales. Personal de salud documentó múltiples casos donde las víctimas fueron obligadas a presenciar agresiones sexuales contra familiares o fueron violadas simultáneamente con ellos. También relataron casos en los que se forzó a mujeres a sufrir abusos por parte de familiares o incluso a tener contacto sexual con los cuerpos de sus parientes asesinados.
El personal médico advirtió que muchos agresores buscaban infectar deliberadamente a las mujeres con ITS, incluido el VIH. Un profesional relató que una paciente escuchó a su atacante decir:“Te convertiré en paciente de VIH/SIDA.”
Niñas también fueron víctimas: muchas eran capturadas al intentar huir de zonas de conflicto, trasladadas a campamentos militares y sometidas a violaciones y embarazos forzados, en ocasiones dando a luz mientras permanecían en cautiverio.
Además, las mujeres y niñas sobrevivientes que daban a luz, se enfrentaban a los estigmas sociales por por tener hijos nacidos de una violación cuyos padres eran desconocidos o no eran sus cónyuges
Algunas niñas denunciaron haber sido arrojadas contra espinas de cactus y golpeadas con culatas de armas. Otras sufrieron fracturas en los brazos por ataques físicos. En
algunos casos los reportes señalan que la violencia física fue incluso más grave que la violencia sexual
El impacto de estos brutales actos ha traído consecuencias atroces, en muchos casos irreparables como: lesiones en los órganos reproductivos, complicaciones infecciosas
por VIH, hepatitis e infecciones del tracto urinario, además de lesiones físicas que van desde lesiones como abrasiones, hematomas hasta amputaciones.
Las secuelas no solo se quedan en lo físico, pues las sobrevivientes de violencia sexual en Tigray que acudieron a recibir atención médica presentaron graves consecuencias para su salud mental. El personal sanitario informó que las pacientes presentaban síntomas de depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático (TEPT), ideación suicida y consumo de sustancia
Cinco años después del inicio del conflicto en Etiopía, los actos de lesa humanidad contra mujeres y niñas continúan. La crueldad parece haberse institucionalizado en un país donde los cuerpos de las mujeres son tratados como armas de guerra, en lugar de reconocer su dignidad humana.