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Mil niñas y niños mueren al día por escasez de agua: UNICEF

Por Paola Piña

Ciudad de México.- Cada día mueren mil niñas y niños en el mundo a causa de la escasez de agua, de acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), quien advirtió que el cambio climático no es neutral, pues impacta de manera desproporcionada a las mujeres e infancias.

Actualmente, uno de cada tres menores, es decir, 739 millones en todo el mundo, vive en zonas con escasez de agua elevada o muy elevada, y el cambio climático amenaza con agudizar aún más esta situación. En las últimas dos décadas, la disponibilidad de agua dulce por persona se redujo en un 20 por ciento. A la par, la calidad de este recurso se deteriora rápidamente debido al uso inadecuado, la sobreexplotación de acuíferos, la falta de gestión coordinada, la contaminación y el calentamiento global.

A pesar de la gravedad de la crisis hídrica, la niñez ha sido relegada en los debates sobre el cambio climático. Prueba de ello es que solo el 2,4 por ciento de la financiación climática proveniente de los principales fondos multilaterales contempla proyectos con actividades específicas dirigidas a la infancia.

Mujeres, principales recolectoras del agua

La crisis hídrica también profundiza las desigualdades de género. La Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD) señala que en todas las regiones son las mujeres quienes cargan con mayor responsabilidad en las labores de cuidado.

Además, la sequía y la degradación de la tierra aumentan el trabajo doméstico y no remunerado que recae sobre ellas, situación que se agravó con la pandemia de COVID-19.

Paralelamente la UNICEF y la Organización Mundial de la Salud (OMS), comentan que nivel global, las mujeres y niñas mayores de 15 años son las encargadas de recolectar agua en 7 de cada 10 hogares, frente a 3 de cada 10 en los que lo hacen hombres. Entre la niñez menor de 15 años, las niñas (7%) también tienen más probabilidades que los niños (4%) de cumplir con esta tarea.

En la mayoría de los casos, los trayectos para acarrear agua son largos y extenuantes, lo que les impide dedicar ese tiempo a la educación, el empleo o el ocio. Además, estos recorridos las exponen a riesgos físicos, agresiones y otras formas de violencia.

El informe de UNICEF destaca también que más de 500 millones de personas en el mundo dependen de instalaciones de saneamiento compartidas con otros hogares, lo que vulnera la intimidad, dignidad y seguridad de mujeres y niñas. En contextos donde los baños son colectivos, ellas enfrentan con mayor frecuencia episodios de inseguridad al desplazarse solas por la noche, además de una mayor exposición al acoso sexual y otros riesgos.

Salud y alimentación en riesgo

La sequía y la degradación de las tierras no solo reducen la disponibilidad de agua, también provocan escasez alimentaria dentro de los hogares. En muchas familias, las mujeres tienden a comer menos o incluso a saltarse comidas para que otros integrantes puedan alimentarse, lo que genera problemas de salud como dolores estomacales, vómitos, debilidad, diarrea y malnutrición. Esta situación, advierte el informe, está vinculada con un aumento en los abortos espontáneos y con mayores tasas de mortalidad materna e infantil.

El transporte de agua tiene igualmente efectos negativos sobre la salud de mujeres de todas las edades, especialmente entre jóvenes, niñas y mujeres embarazadas. Los métodos de acarreo imponen cargas físicas que pueden derivar en trastornos musculoesqueléticos y discapacidades.

La falta de acceso a servicios adecuados de agua, saneamiento e higiene también incrementa los riesgos para la salud de mujeres y niñas, en particular en lo relacionado con la gestión menstrual. En 51 países con datos disponibles, las mujeres y adolescentes de hogares más pobres y aquellas con discapacidad tienen más probabilidades de no contar con un espacio privado para lavarse y cambiarse de manera segura.

Mujeres subrepresentadas en toma de decisiones

Aunado a esta situación, las agricultoras, empresarias y organizaciones de mujeres continúan estando subrepresentadas en las principales iniciativas, programas y procesos normativos relacionados con la restauración de tierras. Esta exclusión se refleja en las limitaciones que enfrentan para acceder a espacios de toma de decisiones, así como en las desigualdades estructurales, leyes y prácticas discriminatorias que restringen su acceso al financiamiento.

En los últimos años se han implementado medidas para revertir esta situación a través de los mecanismos multilaterales de financiación medioambiental. Estos instrumentos han establecido como requisito la realización de un análisis de género durante el diseño de los proyectos, con el fin de garantizar que las políticas incorporen de manera más sólida la perspectiva de género tanto en la planeación como en la ejecución.

No obstante, estas medidas aún resultan insuficientes para alcanzar transformaciones institucionales de fondo, por eso es necesario reforzar los esfuerzos a escala nacional mediante reformas estructurales y acciones inclusivas que aseguren una mayor participación de las mujeres, la protección efectiva de sus derechos y un acceso equitativo a la financiación destinada a enfrentar la crisis climática.


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