Ciudad de México.- A 57 años de la matanza del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco volvió a ser escenario de memoria y resistencia de quienes sobrevivieron y de sus familiares quienes también les rindieron un homenaje a la memoria como lo hizo Josefina, sobreviviente de aquel acontecimiento y quien llegó también para honrar la participación de su hermana Cecilia en el movimiento.
Este episodio violento en la historia de México ha sido una de las represiones más recordadas y ejercidas por el Estado mexicano con una constante en impunidad que persiste, lo que ha dejado una herida abierta en la memoria colectiva de las y los mexicanos, pese a que han transcurrido casi seis décadas desde aquel acontecimiento.
De acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos:
El año de 1968 se caracterizó por las detenciones masivas, arbitrarias e ilegales, así como por la planificación detallada y el alto grado de entrenamiento de las fuerzas represivas que participaron en los hechos. Así lo han calificado los sobrevivientes de ese movimiento, quienes exigen que a los responsables se les juzgue por el acto de genocidio.
Una de aquellas mujeres que vivió aquel momento y que logró sobrevivir para contarlo es Josefina Flores, quien, a sus 84 años, regresó a la Plaza de las Tres Culturas después de ocho años sin participar en la marcha debido a su situación de salud. Este año fue especial, dijo a Cimacnoticias, pues quiso honrar la memoria de su hermana Celia Flores, quien falleció el año pasado y fue su cómplice durante el movimiento estudiantil.
Su hermana mayor, Celia, estudiante de Economía en 1968, fue quien motivó a Josefina a cuestionar, participar y alzar la voz, despertando en ella el interés por involucrarse activamente frente a la represión de un gobierno que decidía atacar a su propia juventud. “Ella me decía: ‘Hay que luchar porque todo el país está muy mal, tenemos que arriesgarnos’”, recuerda Josefina.
En aquel entonces, Josefina era estudiante de la Escuela Nacional Preparatoria, Plantel 6. Recordó que, en las madrugadas, junto con las brigadas, realizaban pintas, y por las mañanas repartían volantes de manera estratégica, ante la presencia de los soldados.
El 2 de octubre, Flores llegó a Tlatelolco acompañada de Celia y de su hermana menor, de apenas 8 años, acompañadas de un grupo estudiantil. Al entrar a la Plaza de las Tres Culturas, mientras entregaba volantes a la más pequeña de todas, de repente, vieron cómo el ejército hacía su irrupción, marcando el inicio de una noche que cambiaría sus vidas para siempre.
Tras el destello de las luces de bengala y el estallido de la balacera, Josefina salió corriendo junto con su hermana menor y se refugiaron en un edificio para ponerse a salvo, mientras veían como caían las y los estudiantes. Al poco rato, su hermana mayor llegó acompañada de una compañera que sí había sido atacada, sumando más miedo en aquel instante caótico.
“Decía mi hermana, la más chiquita, «No puede ser, por qué hacen eso, mi maestra dice que somos hermanos. Entre hermanos no debemos matarnos.»


Las hermanas Flores lograron salir ilesas de la zona de peligro; sin embargo, la represión no terminó ahí. Josefina recuerda que, después de aquel acontecimiento, comenzaron a sufrir hostigamiento por parte del Estado: catearon su hogar e intervinieron su teléfono, prolongando el acecho mucho más allá de aquel 2 de octubre.
Para Josefina, el movimiento estudiantil de 1968 marcó el inicio de un cambio para las mujeres, al abrir paso a una nueva sociedad. Señaló que las mujeres comenzaron a vestirse de manera diferente, a tener mayor voz e incluso a rebelarse contra la familia o los esposos. Sin embargo, reconoció que, pese a todos los avances y la lucha realizada, aún no se ha logrado el pleno reconocimiento del avance de las mujeres.
Pese a sus recuerdos con tristeza por lo acontecido en el 68, ante las experiencias vividas y las muertes que marcaron su camino, subrayó que la lucha continúa, pues la represión del Estado persiste, aunque de formas diferenciadas.
“Ahora dicen que hay libertad de expresión, pero eso no es así”.
Junto con su hermana mayor, su lucha política no terminó con el movimiento estudiantil. Incluso frente a acontecimientos trágicos como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, continuaron protestando y actuando en complicidad, tal como lo hacían cuando eran jóvenes.



Ahora, pese a que hay una presidenta mujer liderando el país, Josefina Flores señaló que el rumbo de México no ha mejorado ni parece que vaya a cambiar. Advirtió que el propio gobierno mantiene nexos con el crimen organizado, por lo que, hoy en día, no solo es necesario enfrentarse al Estado, sino también luchar contra los grupos criminales.
Ante ello, concluyó que es importante seguir manifestándose hasta conseguir las demandas que exige la ciudadanía, pues de no ser así no se logrará enfrentar la grave situación que vive el país. “Sigamos adelante y que aunque muchos cayeron, pues nos dejaron ejemplos a seguir.
Nuevas generaciones
Ahora son las nuevas generaciones quienes toman la batuta en las manifestaciones y buscan seguir el legado de estudiantes como Josefina y Celia Flores. Por ello, no solo acudieron a conmemorar aquel suceso trágico, sino también a exigir nuevas demandas y expresar su descontento frente a la violencia que aún enfrentan las y los estudiantes.
Una de las tantas joven que salió a tomar las calles fue Daniela Soto Gómez, egresada de la Universidad Autónoma de México (UNAM), quien desde hace seis años milita en el Partido Comunista Revolucionario y desde entonces participa anualmente en la manifestación del 2 de octubre.
Por ello insiste que «si las capas más jóvenes y vanguardistas de la juventud no se movilizan, se estaría pasando por alto toda la memoria histórica de los compañeros estudiantes».
Para ella, el movimiento estudiantil de 1968 aún mantiene en vigencia, pues hoy más que nunca la crisis afecta a la juventud. Denunció la precarización y falta de empleos; la carencia de una educación pública de calidad y de un sistemas de salud adecuados.
Nichim Nuñez, estudiante de 17 años, junto con su amiga Aylén Guzmán, acudieron a manifestarse ante la falta de empatía y conciencia social frente a las problemáticas actuales en las escuelas, donde aún se observa abandono hacia las juventudes.
Nuñez señaló que la lucha estudiantil no ha cesado, sino que se ha transformado con el paso del tiempo, ya que el Estado sigue cobrando vidas y aplicando nuevas formas de represión. Por ello, considera que siempre habrá motivos para continuar la lucha y mantener las exigencias de las y los compañeros del 68.
Guzmán coincidió con ello y advirtió que las y los jóvenes deben abandonar la apatía, pues solo así se podrán lograr cambios sustanciales en la sociedad. Ambas reconocen que ha habido avances desde 1968, pero insisten en que es importante no bajar la guardia y seguir exigiendo que su voz sea escuchada.



