Entre muchas mujeres el desánimo se pasea. Y el lamento se resume en una frase de la periodista Nuria Varela: “La paridad no era esto”.
Y, en efecto, la paridad conseguida hasta hoy no es eso que muchas imaginamos y ayudamos a construir.
Imaginamos, entre otras cosas, que más mujeres en el poder, permitirían que se asentara la idea de que el poder también es un espacio de mujeres, y que serían más factibles las transformaciones necesarias para construir igualdad en todos los ámbitos.
Pero lo que se observa es que las mujeres con poder deben invertir una enorme cantidad de tiempo y energía en sortear ataques machistas y estereotipos sexistas, esos que han dictado lo que debe ser y hacer una mujer sólo por serlo.
Se suele decir que sabremos que hemos conseguido más igualdad cuando una mujer no pague más caro los mismos errores que comete un hombre, o cuando deje de juzgársele por cosas que no se juzga a un hombre.
También se observa que las élites partidistas suelen dejar de apoyar a las mujeres fuertes que han impulsado cambios importantes, es decir, de los hombres esperan lealtad; de las mujeres, sumisión.
De igual modo, la simulación. Distintas autoridades negocian y acuerdan con el señor que le colocaron como segundo a cargo, y la dejan prácticamente sin margen de acción o decisión.
Y eso cuando las mujeres lograron tomar posesión del cargo, porque muchas veces entre ganar y ocupar la silla hay un trecho muy largo.
Para decirlo rápido, las mujeres ocupan cargos de gobierno, pero aún no tienen el poder, y la sinrazón es que no se acaba de aceptar que la mitad del poder es un derecho y que históricamente ha sido una injusticia que los hombres, por nacer hombres, se adjudicaran todos los cargos de toma de decisiones, excluyendo a las mujeres sólo por nacer mujeres.
Así pues, a 11 años de haber conseguido legalmente la Paridad y a seis de la Paridad en Todo, percibo desánimo. Y “se ve” como un líquido espeso que se adhiere a la piel y que impide ver nada que no sea esa funda pegajosa; o como dementores (personajes de la saga Harry Potter), seres fantasmagóricos que a la menor oportunidad se plantan de frente para robarse el aliento.
Y no falta motivo ni razón. Pero yo sostengo que el desánimo se cura mirando al pasado. No sé si en todos los casos, pero en materia de derechos de las mujeres sí.
No era esto la paridad. No. Pero antes no teníamos ni ciudadanía ni derecho al voto.
Los obstáculos son enormes. Sí. Pero con obstáculos más grandes las sufragistas nos consiguieron el derecho al voto y a la educación.
No basta la capacidad, el talento, los conocimientos. No. Pero antes ni siquiera teníamos derecho a tener conocimientos que no estuvieran relacionados con el espacio doméstico.
No es lo que soñamos. No. Pero tenemos más que lo que se tenía hace un par de décadas. Y tenemos mucho más que lo que tenían las sufragistas.
El sueño de paridad no es este. No. Pero eso sólo quiere decir que no hemos llegado a dónde queremos y que el camino es más largo y tortuoso de lo que anticipamos.
Mi cura para el desánimo es mirar el pasado. Y también recordar las palabras de la filósofa Victoria Camps: “Cuando flaquean las certezas tenemos que volver la mirada a las convicciones”.