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Armando, un niño tzeltal preso

Armando tiene 12 años y nunca había salido de su comunidad, un paraje indígena tzeltal del municipio de Palenque, hasta que ingresó hace unos días a Villa Crisol, un Centro de Readaptación Social para Menores Infractores, acusado de homicidio.

El 30 de abril, día en que se celebra el Día del niño, Armando no dejó de llorar: «estoy muy triste, quiero ver a mi mamá», decía en idioma tzeltal, mientras otro niño recluido que habla su misma lengua lo ayudaba. Nada disfrutó la fiesta que organizaron grupos altruistas y las autoridades de Villa Crisol.

Armando no sabe ni siquiera sus apellidos o no puede pronunciarlos en español, pero auxiliado por su compañero, pudo conversar con El Heraldo de Chiapas.

Por medio del intérprete, Armando contó que lo detuvieron porque su tío lo acusa de haber empujado a su hijo a una laguna, pero él asegura que no fue así, que mientras jugaban, su primo cayó al agua y que él intentó rescatarlo, pero ya nada pudo hacer. Pero esto no pudo explicárselos a quienes lo detuvieron porque no tuvo un intérprete, mucho menos un abogado de oficio.

Su madre ?el único familiar adulto que tiene- no logró salir de su comunidad para defenderlo por falta de recursos económicos, aunque poco podría haber hecho ya que tampoco sabe hablar español.

El rostro de Armando es todavía el de un niño, no se parece al del resto de los menores que ya tienen apariencia de adultos prematuros, los propios internos lo saben y dicen que Armando debe de salir de la Villa, en un razonamiento más lógico que el de quienes lo internaron, sabiéndolo monolingüe.

«No lo debieron de encerrar porque él no tuvo cómo defenderse, si no habla español. Además su delito es homicidio imprudencial y debería de estar libre. Aunque lo saquen dentro de unos días ya cometieron una gran injusticia con él porque el trauma de haber estado aquí, quién se lo quita», dice uno de los jóvenes internos.

Varios menores se han juntado en el patio de la Villa para ver por qué Armando no deja de llorar, algunos lo consuelan y le hablan. Pero es inútil, el menor no entiende nada. Otros se acuerdan de su propia historia, tal vez también llena de injusticia, y les dan ganas de llorar.

Según la Ley de Menores Infractores todo menor de edad indígena debe contar con el apoyo de un intérprete en caso de no hablar el español. Pero en Villa Crisol no hay ningún intérprete, ni siquiera de la lengua tzotzil, que es mayoritaria en el estado. En el Centro de Readaptación Social para Menores Infractores, ubicado en el municipio de Berriozabal, hay unos 60 indígenas según cálculos de los propios internos.

En Chiapas el 9.7 por ciento de la población es monolingüe, es decir sólo hablan su propio idioma, diferente al español, según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).

Para los indígenas monolingües es más difícil acceder a los servicios públicos de salud y educación, ya que la mayoría de estos son prestados por personas que hablan el español, inclusive son más vulnerables a que se les violen sus derechos humanos. El monolingüismo en las comunidades indígenas está asociado con los problemas de marginación y discriminación étnica o de género.

El 24.6 por ciento de los habitantes de Chiapas hablan una lengua indígena. La mitad son mujeres.

07/SS/GG

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