Inicio Artes marciales, ideales para desarrollar la autoconciencia física y emocional

Artes marciales, ideales para desarrollar la autoconciencia física y emocional

Por Carolina Velásquez

Si gustas de la aventura, estás en disposición de vivir un proceso largo de entrenamiento, te importa y/o necesitas contactar con tu «yo soy corporal» y, sobre todo, quieres desarrollar tu capacidad de autodefensa, las artes marciales pueden ser una práctica óptima para ti.

Las más conocidas son el kárate y el judo; también están el tae kwon do, el kung fu, el ai ki do y el t’ai chi, entre otras.

Las artes marciales nacieron en Oriente y hace ya tiempo que perdieron su exclusividad en esa parte del planeta. En el mercado de casi todos los países del mundo existen maestros bien entrenados que conservan sus formas originales. Los costos varían y es cada vez más común encontrarse con practicantes en parques, campos deportivos, gimnasios y casas de cultura.

Las hay con un sinnúmero de combinaciones de su técnica con otras desarrolladas en Occidente. La mayoría conserva una de sus principales ventajas: la autodefensa, que al desarrollar la autoconciencia física y emocional de la persona, alimenta en ella confianza en su cuerpo.

La base de las técnicas orientales de defensa personal incluye patadas, golpes y llaves, fundamentalmente. La mayoría tiene técnicas con ejercicios para el corazón (resistencia cardiovascular) y de estiramiento que aumentan la flexibilidad, permitiendo así hacer movimientos como patadas en el aire.

En el caso del t’ai chi se privilegia la flexibilidad; es igual de intenso, pero más lento y suave. En cambio, el kárate y el judo incluyen ejercicios -flexiones de brazos y abdominales- que aumentan la fuerza (Alix Kirsta, Superar el estrés. Cómo relajarse y vivir positivamente, 1996).

La constancia es una de las condiciones más importantes en la práctica de las artes marciales. Debes ejercitarlas al menos dos veces por semana, de una a dos horas y por varios años. Es mejor hacer un poco todos los días a nada, dicen los maestros. Varias de ellas integran -además de la autoconciencia física y emocional- un trabajo espiritual.

En el t’ai chi, por ejemplo, se concibe al o la practicante como un ser ligado a la Tierra y envuelto con el firmamento; en la mezcla de estas dos fuentes primarias nace el bebé espiritual: el t’ai chi, que se integra a la naturaleza y a su movimiento, señala Alejandra Mora en su libro T’ai-Chi. Una actitud ante la vida (1996).

De su técnica agrega: «Las distintas ramas de un árbol no se mueven igual, pero sí se mueven en armonía. Es así como el t’ai chi nos permite el retorno a la naturaleza: los movimientos son lentos y continuos, como los mares y los ríos».

Acerca de esta propuesta hablaremos en la próxima entrega.

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*Periodista mexicana con especialidad en terapia Gestalt

06/CV/YT

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