Inicio Becas «Guadalupe Musalem Merhy» para jóvenes oaxaqueñas

Becas «Guadalupe Musalem Merhy» para jóvenes oaxaqueñas

Cuando Nancy Salinas Vásquez, una adolescente de 14 años, habla del lugar en el que vive, San Sebastián Río Dulce, Zimatlán, lo primero que menciona es la falta de infraestructura educativa y la ausencia de oportunidades de desarrollo: «Mi pueblo está muy chiquito y sólo hay primaria».

Desde que terminó sus estudios de secundaria, en el pueblo cercano de San Vicente, debió empezar a abandonar poco a poco la idea de cursar ahí mismo el bachillerato. Los costos de ida y vuelta que le genera si viaja una hora en autobús o dos a pié, así como los útiles y el material escolar, ya no eran muy costosos para una familia con escasos recursos.

Más que una inversión, su educación media superior se convertiría en el gasto mayor y aunque quisiera no podría seguir estudiando porque «no hay dinero», fueron las palabras de su padre, Pedro Pablo Salinas, un campesino, como la mayoría de hombres que viven en San Sebastián Río Dulce.

Desde el fin de semana, el porvenir de Nancy cambió, ya no se convertirá en el último eslabón de una cadena familiar de cuatro hijos que no han estudiado más de lo indispensable.

El Fondo de Becas «Guadalupe Musalem Merhy» le entregó los mil 800 pesos que empleará para iniciar sus estudios de bachillerato en agosto próximo. Ahora es una de las 20 nuevas becarias y cada mes recibirá esa cantidad, pero también asistirá a talleres que respalden sus conocimientos en salud sexual y reproductiva o violencia hacia las mujeres.

El esfuerzo lo impulsa el Grupo de Estudios Sobre la Mujer «Rosario Castellanos», una asociación civil constituida en 1990 para contribuir a transformar la sociedad en una más justa y equitativa en la que se respeten los derechos de las mujeres.

El fondo de becas inició en 1995 con el dinero que sobró de una colecta que el Grupo de Estudios impulsó para aportar a los gastos que generó el cáncer de páncreas de Guadalupe Musalem, una de las fundadoras de la asociación civil.

«La muerte de Guadalupe fue fulminante, muy rápida, en 1994 y el dinero lo donó al Grupo. Nos preguntamos qué haríamos con ese dinero y como una de sus preocupaciones era la educación creamos el fondo, pero el dinero sólo alcanzó para un año», rememora Tania Melchor, integrante del Grupo de Estudios Sobre la Mujer «Rosario Castellanos».

Vino entonces el apoyo y la colaboración de intelectuales, empresarios y el donativo que personas de la sociedad civil que han hecho que a la fecha sumen 72 becarias que con el apoyo de sus tutoras amplíen sus expectativas de vida y puedan concluir una carrera y obtener el Premio Nacional de la Juventud, como en el 2009 lo consiguió Maricela Zurita, en la categoría de compromiso social.

EDUCA A UNA MUJER, EDUCA A UNA FAMILIA

La coordinadora del fondo de becas y presidenta del Grupo de Estudios sobre la Mujer, Olga Lidia Calderón Zárate, sabe que el esfuerzo ha crecido gradualmente y mientras en el período 2008-2009 había 15 becarias, en el correspondiente al 2009-2010 sumaron 18 y para el que está por iniciar 20.

A Gabriela Salomé Loaza Santos –becaria del 2003 al 2006- ser beneficiaria del fondo le permitió entender que en San Sebastián Coatlán, Miahuatlán «existían muchos problemas con la inequidad, se ve como algo normal que no termines tus estudios, te cases y tengas hijos». Ella está por terminar la licenciatura en Derecho y Ciencias Sociales.

Lina Herrera, psicóloga y quien desde hace siete años ha sido tutora del Fondo de Becas, ha visto cómo las becarias se convierten en profesionistas, a pesar de la gran deserción que hay en el bachillerato, sobre todo para las mujeres que «son hijas de campesinos que no le ven el caso de que ellas sigan estudiando.

Ser de escasos recursos, indígenas, menores de 20 años y haber concluido los estudios de secundaria con un promedio mínimo de 9.0 son algunos de los requisitos que cumplen las becarias, de las cuales más del 50 por ciento habla su lengua materna.

Para la mayoría, el hecho de continuar con sus estudios les permitió aplazar el matrimonio y/o convertirse en madres a edad temprana, reglas no escritas en las comunidades pobres donde las mujeres no tienen otra alternativa.

«Uno no piensa más que en casarse porque no hay otra cosa qué hacer. No hay trabajo, las chamacas ahí se quedan, sin estudios, casadas y con hijos», confirma Martha Vásquez, la madre de Nancy, quien se casó a los 17 años.

La ocasión en que Nancy pudo salir de San Sebastián y conocer otras comunidades descubrió que en su pueblo, falta de todo, empezando por las escuelas. «Es muy difícil vivir en mi pueblo porque la mayoría del tiempo le ayudo a mi mamá y en época de lluvias todos sembramos».

«Las chicas a mi edad, se van o se casan con el novio», pero ahora ella sólo piensa «en demostrarle a mi comunidad que las mujeres podemos salir adelante».

10/NA/LR/ LGL

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