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Bien morir

Por Cecilia Lavalle

La vida o la muerte de una mujer han polarizado a la opinión pública norteamericana y, acaso, a la de medio mundo también. Y es curioso, porque la polémica se presenta en un país que permite la pena de muerte. El asunto es que en este caso se trata de eutanasia.

Se llama Terri Schiavo, tiene 41 años y hace 15 que está en un coma profundo. En 1990 sufrió un ataque al corazón provocado por una baja súbita de potasio en su cuerpo, aparentemente causada por estar sometida a una dieta estricta para adelgazar.

Su cerebro estuvo cinco minutos sin oxígeno, y para cuando llegó al hospital ya estaba en coma. Sobrevive debido a un tubo al que está conectada y que le suministra los nutrientes necesarios para mantenerla viva. Así ha estado los últimos 15 años.

En 1993 comenzó el litigio por desconectarla. Su esposo, Michael Schiavo, sostiene que Terri expresamente le manifestó alguna vez que nunca deseaba vivir artificialmente. Los padres de Terri confían en que su hija puede mejorar. La mayoría de los médicos consultados afirma que no saldrá de ese coma jamás.

Este litigio hace siete años que se dirime en los tribunales. Los padres de Terri han hecho lo imposible por quitarle la custodia legal a Michael, y éste ha luchado por evitar que siga conectada a una máquina que la mantiene viva como un vegetal.

A lo largo de este pleito la han desconectado en dos ocasiones, mismas que la han vuelto a conectar merced a la intervención de altos políticos como Jeb Bush, gobernador del estado de Florida, quien en octubre de 2003 impulsó a los legisladores para que aprobaran la «Ley de Terri» que frenó la sentencia del juez que permitía la desconexión.

En 2004 la Suprema Corte de Florida declaró inconstitucional esa ley y el gobernador Bush apeló la decisión a la Suprema Corte de Estados Unidos. A principios de este año la Suprema Corte rechazó la apelación y fijó el 18 de marzo como fecha para desconectar a Terri.

La orden judicial se cumplió, pese a la intervención de dos comités del Congreso norteamericano. Incluso intentó revertir la orden el mismo presidente George Bush. En la madrugada del lunes 21 de marzo firmó la «Ley para aliviar a los padres de Theresa Marie Schiavo». Pero, al día siguiente el juez federal encargado del caso rechazó reordenar la conexión.

Cuando escribo estas líneas todo parece indicar que le ha llegado la hora a Terri de bien morir. Y es que eso es lo que significa eutanasia. Proviene de los vocablos griegos «eu – bien, thanatos – muerte», que se puede traducir como buena muerte o bien morir. Pero dado que la eutanasia implica sentimientos y principios de orden filosófico, ético y religioso, la polémica es inevitable.

Ahora mismo en Estados Unidos las manifestaciones de grupos contrarios a la eutanasia y defensores del derecho a una muerte digna han estado a la orden del día. Aunque al parecer, la opinión pública apoya la desconexión.

De acuerdo con una nota de la agencia noticiosa AFP, las encuestas apuntan que un 63 por ciento contra un 28 por ciento apoya la desconexión de Terri; 54 por ciento de los encuestados que se consideran conservadores apoyan la decisión del juez, al igual que el 70 por ciento de las personas que se consideran moderadas o de izquierda; 46 por ciento de protestantes evangélicos, 63 por ciento de católicos y 77 por ciento de protestantes no evangélicos aprueban la desconexión (Reforma, marzo 21).

Estados Unidos tiene una legislación que permitiría a Terri ser desconectada si ella lo hubiese manifestado por escrito en lo que se conoce como Testamento en Vida. De hecho, en ese país cualquier paciente puede dar la orden de «no resucitar». El problema es que Terri no dejó ninguna nota. Ahora, desconectarla significa dejarla morir de hambre y sed, porque no se permite la asistencia del médico para provocar la muerte.

En el mundo, sólo Holanda y Bélgica han legalizado la eutanasia: un médico, bajo ciertos criterios y parámetros, puede provocar la muerte de un paciente con un mal incurable, si éste así lo desea.

Otros países europeos tienen legislaciones que aprueban lo que se conoce como «eutanasia pasiva», es decir enfermos incurables pueden decidir suspender todo tratamiento que los mantenga con vida e incluso pueden ser asistidos para morir sin dolor. En América Latina, aparentemente sólo Colombia tiene una legislación al respecto, en los demás países se consideraría homicidio.

A mí me gusta la vida. Me gusta mucho, de hecho. Pero no creo que vivir signifique sólo respirar. No para mí. Si sólo se tratara de eso Dios me hubiera creado flor o vegetal. Pero me dio la oportunidad de pensar, de sentir, de decidir.

En mi país no se permite la eutanasia, pero si algún día mi vida, como la de Terri, depende de una máquina, deseo que se me desconecte y se me permita bien morir. Sobrevivir no es sinónimo de vivir. Apreciaría sus comentarios: [email protected]

2005/CL/SJ

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