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Busca mexicana asilada en iglesia de EU ayuda de la SRE

Por Lucía González, corresponsal

Desde hace ocho días la casa de Elvira Arellano, 31 años de edad, y su hijo Saúl de 7, es un pequeño cuarto dentro de la Iglesia Metodista Adalberto en esta ciudad, a donde llegan cientos de personas a demostrarle su solidaridad ya sea con regalos como ropa, comida, fruta y juguetes, pero de parte de las autoridades mexicanas, no ha recibido ninguna muestra de esto.

Originaria de un pueblo de Michoacán del que no quiere revelar el nombre, «porque me están presentando como que he hecho algo malo y no quiero que vayan a buscar a mis padres», Elvira Arellano ha llamado la atención de la prensa en los últimos días por su desafíio a las autoridades migratorias.

«No quiero que le llamen desafío no es eso. Ni siquiera pienso que soy famosa ahora. No, lo que pasa es que estoy luchando por algo en lo creo, algo por lo que he luchado en los últimos dos años», dijo en entrevista telefónica con el diario La Estrella.

Arellano admite que nunca pensó que su decisión causara tanto revuelo y ella es la primera en asombrarse, porque desde que está en la Iglesia no ha parado de dar entrevistas y atender a la gente que va a verla «porque la consideran un símbolo de su propia lucha», dice Roberto López, presidente del Centro Sin Fronteras, un organismo que ahora asesora y ayuda a esta mexicana.

Arellano ha sido parte de la congregación de la Iglesia Adalberto desde hace tres años.

«Se llama Adalberto en honor de un joven activista de la comunidad. Entonces le pregunté al pastor si me podía dar asilo y él recordó el caso de los ochentas cuando los centroamericanos se refugiaron en las iglesias y me dijo que sí», relata.

Sin embargo y pese a los cientos de visitas que recibe al día y las decenaas de entrevistas que da, Arellano se confiesa temerosa del futuro.

«Sí claro que tengo miedo, pero no puedo permitírmelo, porque Saulito tiene 7 años y yo soy toda su fortaleza, si me ve con temor él va tener miedo también entonces en la noche le digo «no tengas miedo, soy tu mamá y siempre voy a estar junto a ti y es la única forma de que esté tranquilo», dice.

Arellano enfrenta una orden de deportación desde el 2003 y en la fecha en que debió ser deportada, el pasado martes, se refugió en la Iglesia en lugar de ir a la Corte. Y no puede evitar las lágrimas al recordar su decisión.

«Deje todo en el departamento donde vivía y que compartía con una familia, y sí me da dolor porque ahí estaban todas las cositas de mi hijo. Sólo podía traer una maleta de 44 libras y es todo lo que traje», asevera.

La activista y creadora de la campaña Familias Latinas Unidas, se dedicaba a limpiar aviones para la empresa World Services cuando en el 2002 «empezaron las redadas y me descubrieron que los papeles no eran buenos y ahí empezó todo».

Mientras se defendía de Inmigración Elvira se acercó a la Organización Cali de Chicago que agrupa a asiaticos, americanos, italianos y gente de todas las nacionalidades y la becaron para estudiar varios cursos para ayudar a la comunidad.

«Ellos querían que me dedicara a causas diferentes, pero yo les dije que deseaba luchar por reunir a las familias, por evitar deportaciones injustas. No es sólo mi caso es el de millones de indocumentados. Por eso creo que ha habido este apoyo, porque muchos tienen el mismo problema», advierte.

Arellano estudió para ser secretaria en su natal Michoacán pero asegura que los 30 dólares que ganaba a la semana, no le eran suficientes para sobrevivir, por eso llegó a Estados Unidos.

«Pero no soy una criminal, ustedes pueden revisar mis expedientes buscar donde quieran y no he hecho nada malo. Sólo quiero estar con mi hijo, en el país dónde él nació», dice.

Arellano está consciente de los riesgos que corre, sabe que su futuro es incierto, pero dice que ver la reacción de la gente y el apoyo de organizaciones de todo el país, le hacen tener esperanzas en que su caso se resolverá favorablemente.

López por su parte, asegura que si la ayudan es porque la consideran un ser comprometido con la comunidad hispana, alguien que ha luchado para mantener a las familias unidas y quien no ha incurrido en delito alguno.

Aunque ha tratado de contactar a las autoridades consulares mexicanas de Chicago, hasta el cierre de esta edición no le han respondido.

Arellano dice que nunca imaginó que su decisión de buscar apoyo fuera a cuestionar el papel de los líderes de la Iglesia Católica.

«No sé si otras Iglesias como la católica deben considerar el dar asilo o no, ese es un problema que no conozco a fondo, lo que sí sé es que es necesario seguir en la lucha y en Texas pueden hacer mucho, porque allá hay muchos hispanos indocuemntados», advierte.

Arellano dice que ya no necesita nada «ni comida, ni ropa, ni dinero. La mejor forma de ayudarme y ayudarse es enviar cartas o llamar a sus congresistas y exigir que le tema de la reforma migratoria vuelva a la mesa de discusión».

06/LG/LR

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