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Considerar trabajo no remunerado en diseño de política pública

Por Guadalupe Cruz Jaimes
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Para que un país sea democrático y justo debe repartir la carga del trabajo no remunerado en los hogares, que hasta ahora recae casi de manera exclusiva en las mujeres, sostuvo María Ángeles Durán, economista y politóloga española experta en el tema. 
 
Durán, autora del libro “El trabajo no remunerado en la economía global”, señaló en entrevista que para lograr la equidad al interior de las familias se debe partir del reconocimiento de la aportación económica del trabajo no remunerado, “que con frecuencia se supone infinito y gratuito”.
 
El aporte de esta actividad debe ser valorado en los hogares y considerado al momento de diseñar políticas públicas. Por ejemplo, dijo, en materia de salud, cuando se aplica una vacuna a la niñez, el sector da por hecho que habrá una persona (no profesional de la salud) que llevará a la niña o el niño a que le apliquen la dosis que requiere.
 
Algo similar ocurre con las y los pacientes con la enfermedad de alzheimer, ya que los servicios sanitarios sólo se hacen cargo del diagnóstico y no del cuidado, que requiere “mucho tiempo” destinado por la familia.
 
La también autora del libro “De puertas adentro”, en la que hace un análisis socioeconómico al interior de los hogares, refirió que el reconocimiento del trabajo no remunerado tomó impulso en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, realizada en Beijing en 1995.
 
Lo anterior debido a que en ese encuentro, la Organización de las Naciones Unidas propuso un “nuevo sistema macroeconómico” que incluyera la medición económica del trabajo no remunerado.
 
En América Latina el avance en el reconocimiento de esta actividad como un trabajo se aceleró durante la última década, porque las mujeres de la región “hacen mucho trabajo gratuito en casa”, y por el escaso desarrollo de los servicios de cuidado de personas dependientes.
 
Hasta ahora, el progreso en el tema se ha traducido en su inclusión en el discurso de las autoridades y la generación de más estudios al respecto, aunque en algunos países latinoamericanos como Ecuador, la importancia del trabajo no remunerado “se elevó a rango constitucional”, acotó María Ángeles Durán.
 
La medición del aporte económico del trabajo gratuito en los hogares es compleja y depende de varios factores, abundó.
 
La experta puso como ejemplo que mientras en México el trabajo no remunerado representa una cuarta parte del Producto Interno Bruto (PIB) y se mide con base en el pago que reciben las trabajadoras del hogar remuneradas, en España significa un 60 por ciento del PIB y su valor es mayor, entre otras razones, porque la brecha salarial entre mujeres y hombres es menor.
 
Para reconocer esta labor y crear políticas que permitan a las  mujeres conciliar el trabajo y el cuidado familiar, “lo más importante es ser conscientes de que si un país quiere que haya democracia y justicia, tiene que repartir las cargas, y una de ellas es la del trabajo no remunerado. Si el trabajo no remunerado sólo recae sobre una parte de la población es imposible que haya una sociedad democrática y justa”, mencionó.
 
La distribución equitativa de las tareas del hogar sólo se habrá alcanzado cuando “la carga global de trabajo sea similar para hombres y mujeres, y para distintas clases sociales”.
 
12/GCJ/RMB

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