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Costa Rica: trabajo y explotación de niñas, niños y adolescentes

Por Redaccion

«Yo le ayudo a mi abuelita y a mi mamá a vender pan… y a mi tía. Voy a traer y dejar el bebé y a veces lo cuido», dice Yolanda, de 16 años y la mayor de cuatro hermanos, y sus ojos tímidos y nerviosos reflejan la incertidumbre que lleva por dentro: no sabe qué hacer, no sabe qué rumbo tomará su vida. La casa en que viven es pequeña y ni siquiera tiene patio, así que la ropa que acaba de lavar está tendida dentro de la casa, dice un comunicado de la organización Visión Mundial.

Costa Rica se ha destacado por haber construido un sistema democrático en el que la inversión social y el crecimiento económico ocuparon la atención de los diferentes gobiernos. No obstante, en los últimos gobiernos, la inversión social se ha debilitado y las instituciones del Estado enfrentan ahora serias dificultades para solventar las necesidades de la población, lo que se refleja en un deterioro social cada vez más evidente.

La pobreza afecta actualmente al 21.7 por ciento de los hogares, pero en las zonas rurales el 26 por ciento de los hogares vive en la pobreza y el 8 por ciento en la pobreza extrema, según el Informe Estado de la nación en desarrollo humano y sostenible.

«Yo le ayudo a mi mamá en las cosas de la casa, dice Rosita: a lavar ropa, a lavar trastes (utensilios de cocina), a hacer la comida. Los sábados voy a vender empanadas al comando y al muelle y me recorro todo el pueblito. Lo más que gano son tres mil pesos por día ($5.81 dólares norteamericanos).

En vacaciones le fui a ayudar a la suegra de mi hermana, explica Rosita. Le estuve ayudando a hacer los oficios (los quehaceres domésticos), a lavar y a limpiar la casa, y a quitar las telarañas del techo. Yo quería pasarla de balde y no hacer nada pero tuve que ayudar, porque ella estaba muy enferma. Mi deber era ayudarle.

Mi hermana me dijo que le tenía que ayudar, porque como ella me estaba dando la comida… Para que no estuviera de arregostada. Sí, el trabajo me quita tiempo para jugar y estudiar. A veces estoy estudiando y mi mamá me manda a hacer cosas como lavar trastes, servir la comida y barrer la casa, si está sucia. Y así se me va el ratito que tengo para estudiar», manifestó Rosita, quien no se para a pensar si tiene fuerzas o no.

Tiene 14 años y, a diferencia de la mayoría de los adolescentes, no sabe lo que es quedarse en cama «un ratito más». Todos los días se levanta temprano; lava la ropa y limpia la casa, y antes de irse a la escuela, prepara la comida de sus hermanos. Los fines de semana sale al pueblo a vender empanadas o pan de elote.

CIFRAS Y REALIDAD

La Organización para las Naciones Unidades utiliza una fórmula llamada el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que evalúa la calidad de vida de las naciones y para ello mide factores como la esperanza de vida, el índice de alfabetización y el ingreso per capita.

Costa Rica tiene un IDH relativamente alto, pues ocupa la posición número 47 de un total de 177 países. Este índice, sin embargo, no aparece por ningún lado en la vida de estas jóvenes de Los Chiles. Más bien pareciera ayudar a encubrir su drama, a reforzar el silencio y la invisibilización con que sus familias tratan el problema del trabajo doméstico infantil y adolescente.

Lo cierto es que muchas de estas niñas se encuentran a la deriva. Los Chiles es una zona agrícola y solo hay trabajo temporal, en época de cosechas. Y a veces ni eso. Las oportunidades son pocas y la educación parece un tronco escurridizo al que pocas logran asirse.

Un informe preparado por el Ministerio de Educación Pública señala que: «La mitad de los jóvenes que dejan las aulas lo hace para trabajar, 40 de cada cien las abandonan porque no tienen con qué pagar sus estudios y el 10 por ciento porque no puede costearse el transporte», como reportó el periódico La Nación, el 23 de enero de 2004. La pobreza obstaculiza la educación y muchas personas menores de edad, en lugar de estudiar, trabajan para colaborar con la economía de sus hogares.

La Encuesta de Trabajo Infantil, incluida en la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, del Instituto Nacional de Estadística y Censos, del año 2002 (realizada con la colaboración del Ministerio de Trabajo y del IPEC-OIT), estima que en Costa Rica trabajan 127 mil personas de entre 5 y 17 años de edad. De esa población trabajadora, 71.5 por ciento son hombres y 28.5 por ciento, mujeres; 39.43 por ciento no ha cumplido los 15 años (edad mínima permitida por la ley) y 43.7 por ciento no recibe ninguna remuneración económica por su desempeño: esta cifra sube a 68.1 por ciento en menores de 15 años y a 49.9 por ciento en las zonas rurales.

Estas niñas, niños y adolescentes trabajan en promedio 23 horas semanales, pero se observa un incremento en las horas laboradas cuanto mayor es la edad. La tasa de deserción escolar es de 44.1 por ciento, y de los que asisten al sistema educativo, 51.7 por ciento cursa su nivel con al menos un grado de atraso. El 43.4 por ciento de estos niños y jóvenes trabajadores participa en labores de agricultura, silvicultura y caza; el 21.7 por ciento se dedica al comercio y la reparación de vehículos y de enseres domésticos.

También interesa señalar que 68.5 por ciento de las y los trabajadores infantiles y adolescentes reside en zonas rurales mientras que 31.5 por ciento pertenece a las zonas urbanas.

A diferencia de otras formas de trabajo infantil y adolescente, el trabajo doméstico es poco visible a los ojos de la sociedad en general, porque se desarrolla en la privacidad del hogar. No obstante, muchos hogares ponen en riesgo la salud y la integridad de las niñas, de los niños y de los adolescentes al limitar su derecho a la recreación y a la educación, y al exigirles más de lo que física y psicológicamente pueden dar a su edad.

PAPEL DE LA MUJER

A esto habría que añadir toda la carga cultural que pesa sobre el denominado «papel de la mujer», que indudablemente contribuye a que este trabajo sea socialmente aceptado y visto como una mera forma de «ayuda». Esta percepción se acentúa aún más porque muchas veces esta labor se desempeña en casas de la misma comunidad o de personas relacionadas con la familia.

La frase típica de estas niñas, «Yo no trabajo, solo ayudo», permite ver claramente lo que ellas y muchas otras personas sienten acerca del trabajo doméstico infantil y adolescente. Pero lo cierto es que se están violando derechos; uno de los más importantes: la posibilidad de recibir una educación.

Además, por la naturaleza del trabajo doméstico, estas niñas y adolescentes están expuestas a múltiples situaciones de abuso psicológico y sexual por parte de sus empleadores o de las personas allegadas a estos. Los testimonios dejan entrever que este es un problema complejo, multicausal y en el que intervienen tanto factores económicos como factores sociales y culturales, señala Visión Mundial.

Visión Mundial de México es parte de la Confraternidad Internacional de World Vision, organización fundada en 1950 y que actualmente tiene presencia en más de 96 países en tres líneas básicas: Desarrollo transformador; Promoción de la Justicia y; Prevención, emergencia y rehabilitación para responder ante desastres y conflictos en las regiones que así lo requieran. Lo anterior es lo que justifica nuestra estancia en países como Indonesia, Irak, Liberia, Chad entre otros.

08/GG/CV

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