De acuerdo. En principio estoy de acuerdo con el Acuerdo. Sólo en principio, porque tengo algunos «asegunes», como diría mi abuelita. Me refiero al Acuerdo Nacional para la Unidad, el Estado de Derecho, el Desarrollo, la Inversión y el Empleo que firmó el pasado jueves la crema y nata de la sociedad mexicana.
El Acuerdo, contenido en 12 cuartillas, consta de dos capítulos. El primero, titulado Consideraciones generales, es una especie de diagnóstico del país que no incluye novedades: ya que tenemos clarísimo qué anda mal en nuestro país: inseguridad; falta de Estado de derecho; necesidad de fortalecer instituciones; gobernabilidad y visión de país a más largo plazo; crear fuentes de empleo formal; crecimiento económico sostenido; más y mejor salud y educación y urgencia de consensos básicos, entre otros asuntos.
El segundo capítulo contiene lo que califican como Objetivos nacionales, y apuntan cinco: Estado de derecho y seguridad pública; desarrollo con justicia: crecimiento económico y empleo; formar y desarrollar capital humano y social; desarrollo de capital físico y reforma de la administración pública. En este mismo apartado esbozan algunas propuestas generales para alcanzar dichos objetivos.
La redacción del documento es muy amable. Evita el reproche y las frases en negativo. En lugar de señalar, por ejemplo, que carecemos de un Estado de derecho fuerte y que la inseguridad nos ha sobrepasado, el texto dice. «México estará lejos del Estado de derecho mientras los ciudadanos y las familias no tengamos seguridad en nuestras calles, en nuestros pueblos y en nuestras viviendas». Son amables, pues.
Y no podía ser de otra manera porque, para empezar, estaba ahí la gente bonita de México, la elite de la sociedad: los empresarios más connotados e influyentes, los dueños de las televisoras más importantes del país, artistas, intelectuales, periodistas y deportistas de renombre. Y, para terminar, porque el convocante es el influyente y poderoso Carlos Slim que, dicho sea de paso, es también el hombre más rico de Latinoamérica.
Ese es precisamente uno de los «asegunes». No estaba ahí representada la sociedad mexicana en su conjunto, sino la elite; entonces, queda una sensación de exclusividad que a mí, por lo menos, me resulta incomoda.
Luego, en todas las notas televisadas que vi no aparecían mujeres. Era prácticamente una reunión del club de Tobi. Si a eso le sumamos que el documento está redactado en masculino y no se habla de equidad, tolerancia o respeto a las diferencias, más que incomodarme me molesta. Sé lo ultraconservadores que son varios de los empresarios ahí presentes y sé que opinan abiertamente que las mujeres debemos permanecer en nuestra cocina con nuestros hijitos, de manera que prefiero pecar de exagerada que de ingenua.
Me parece, asimismo, que el tema del combate a la corrupción no tiene el peso específico que debe tener; está mencionado como de pasadita. Y, dado que muchos de esos empresarios se han beneficiado de distintas maneras de la corrupción, algo no me huele bien.
Finalmente creo que este Acuerdo carece, salvo excepciones, de propuestas precisas. Y ahí está el principal «asegún». Nadie puede estar en desacuerdo en que urgen seguridad, empleo, educación, salud, Estado de derecho, etcétera. El dilema está en el cómo. Ahí está atorada desde hace rato la discusión. Mejores servicios de salud. Sí. ¿Cómo? ¿Privatizando IMSS e ISSTE, creando una especie de FOBAPROA o simplemente destinándole muchos más recursos y vigilando su eficiente y honesta utilización? No hay, pues, una clara propuesta del cómo, que es justamente el meollo del embrollo nacional.
Este Acuerdo se suma a otro que se llevó a cabo días antes: El Acuerdo Nacional para la Transición Democrática y la Construcción de las Condiciones para el Desarrollo Económico, Político y Social con Justicia y Equidad, firmado por un amplio sector de la izquierda representado por organizaciones sindicales y sociales, y al que la presencia conjunta de Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas imprimió un importante aval.
Ambos acuerdos representan, en el fondo, una severa llamada de atención a la clase política. Un «estamos hasta la coronilla de sus dimes y diretes. Aquí están los temas sustanciales. Pónganse a trabajar». Principalmente por eso estoy de acuerdo con los acuerdos. Al menos en principio.
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*Periodista mexicana
05/CL/YT