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De mujer a mujer

Por Lucero Saldaña

Intento imaginar qué reacción provocaría un titular como este: «La democracia obtuvo uno de sus mejores triunfos, una mujer llega a la Presidencia de México». Por supuesto que para la elección del próximo 2 de julio, esto no sería posible, ya que los partidos con mayores posibilidades de triunfo tienen candidatos hombres.

Si bien en la última década se avanzó mucho para el adelanto de las mujeres, se hicieron leyes, espacios de denuncia, fiscalías especializadas, mucha difusión, más mujeres al Congreso, sin embargo, la pobreza, la inseguridad y violencia hacia las mujeres sigue en aumento.

Cuando se trata de legislar contra esta violencia específica o sobre políticas públicas para la igualdad entre las mujeres y los hombres, se presenta una gigantesca oposición de parte de algunos legisladores, o políticos, o en general de quienes deciden ejecutar las políticas públicas. El argumento más socorrido es que mueren más hombres que mujeres y que las mujeres también son violentas, además de que no hacen las mismas funciones que los hombres por su naturaleza propia.

Esto significa que la violencia contra mujeres, así como, la subsecuente resistencia para erradicarla es una medida de lo legitimada que está en nuestras sociedades, porque vivimos una etapa de banalización de la desigualdad entre hombres y mujeres. Esta banalización se fomenta mediante los medios, la escolarización y en el ámbito doméstico principalmente.

También es urgente desterrar no solamente en México, sino del contexto latinoamericano, la profunda desconfianza producto de la tradición represora de los cuerpos de seguridad, tanto policíacos, como militares para construir con otra perspectiva la protección ciudadana, garantizando el respeto a la dignidad, los derechos humanos y la libertad.

De otro modo, no podría combatirse la violencia hacia las mujeres, ni el feminicidio, porque los cuerpos de la policía todavía no la persiguen. Se trata, de crear con imaginación políticas contra la impunidad.

La desigualdad entre hombres y mujeres ha sido una limitante para que los cuerpos de seguridad pública y los investigadores se percaten de los efectos de la socialización de ambos sexos en la actividad delictiva.

El enfoque de género puede reivindicar muchas acciones así como permite desglosar por sexo las estadísticas de la criminología, en las que podemos observar que en las cárceles hay un 90 y 95 por ciento de varones y cinco por ciento de mujeres.

Algunos estudios criminales indican que la mayoría de las mujeres que delinquen en la región son las que transportan drogas, conocidas en México como «burreras», sin embargo; quienes las involucraron están libres. El análisis nos lleva a una propuesta de atención por género.

Las mujeres en los últimos años han sido las principales víctimas de la trasformación social que destruye instituciones y devasta la vida en sociedad, en la subcultura criminal; y también, de los caminos a la globalización económica que ofrecen dinero barato para emplear a las mujeres que emigraron de sus lugares de origen hacia las fronteras. Adicionalmente y acompañado al crecimiento vinieron: el narcotráfico que consiguió la impunidad para operar, el consumo de drogas y los centros nocturnos, los narco-satánicos, la trata y tráfico de personas y por último, los asesinatos de miles de mujeres en México.

Hoy, cuando las mujeres sobrepasan por tres millones a los hombres en México, hay un 4 por ciento de presidentas municipales, y 3 por ciento de los gobiernos estatales y una cuarta parte en el Congreso de la Unión, que al conmemorar el Día Internacional de las Mujeres, estamos poniendo en la agenda política que las desigualdades persisten aunque no seamos minoría, sino por ser las menos favorecidas en las políticas, programas, leyes y oportunidades, porque persiste el analfabetismo en las mujeres y todavía nos morimos por causas relacionadas con la maternidad y de enfermedades prevenibles.

Esta fecha nos recuerda que un 8 de marzo en la primera década del siglo XX, cientos de mujeres han sido asesinadas en fábricas al pedir mejores condiciones laborales, desafortunadamente vemos en este nuevo siglo, las mismas formas de explotación en algunas maquiladoras, o las vemos a las puertas de las minas en Coahuila esperando respuestas o los cuerpos de sus familiares. Son mujeres las que rodean las familias, a sus hijos, a sus parejas. Merecido es que tengan un trato recíproco, por lo menos, que también sus parejas estén reclamando por los derechos de sus mujeres.

*Periodista mexicana

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06/LS/LR

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