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Definiciones Impostergables

Por Lucero Saldaña

Con la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, se han realizado Parlamentos de Mujeres en cinco regiones del país. El propósito es que las mujeres también hagan las leyes, que se abran espacios para que la sociedad civil proponga y debata con las legisladoras locales y federales sobre los temas que más les interesan para que se discutan en las cámaras y se legisle.

Pero además, que como representantes populares, no nos olvidemos que también somos mujeres y que experimentamos condiciones y situaciones como colectivo, así como especificidades en cada uno de los grupos de la sociedad donde participamos cada vez en mayor proporción, en las comunidades indígenas, en las oficinas, en los talleres, en los servicios, en las mismas Cámaras.

Es un hecho que, como grupo, los hombres poseen la mayor parte de la propiedad privada, monopolizan los mejores trabajos y han hecho las leyes. El resultado de esta desigualdad es la doble explotación de las mujeres en el mercado de trabajo y en los hogares. Un multicitado informe de la ONU de 1980 afirma que las mujeres hacen dos tercios del trabajo mundial, reciben el 10 por ciento del ingreso y poseen el uno por ciento de la propiedad. Esto no ha variado.

Mucho del debate sobre la igualdad de géneros gira en torno a la procreación y la sexualidad, a tal grado que los sujetos del debate parecen ser las hembras y los machos y no los hombres y las mujeres. Si analizamos de cerca el trato que se da a las mujeres, al menos en nuestra sociedad, veremos claramente que aunque la justificación es biológica, el tratamiento diferente es político.

Y como todo movimiento social y político, el movimiento amplio de mujeres y el feminismo representan un síntoma de un malestar que se había venido acumulando desde siglos atrás y que surge abiertamente a fines del siglo XIX. Mucha gente respinga cuando escucha la palabra feminismo; les parece agresiva, les sugiere un grupo de mujeres «hombrunas», o un club de paño de lágrimas sin propuestas. La mención de algún tema feminista provoca en varias personas una reacción airada, se trata de una respuesta ante la amenaza de perder privilegios, que como el linaje, se considera de nacimiento.

El feminismo es una revolución intelectual, que trastoca las concepciones y las estructuras mentales prevalecientes, también choca y se confronta con las convicciones más arraigadas en la mente de muchas personas. Pero es en su versión más reciente, la visión filosófica y ética destinada a trasformar las relaciones desiguales entre los géneros.

El significado de la palabra feminista en realidad no ha cambiado desde su aparición por primera vez en 1895 para describir a una mujer que tiene la «capacidad de lucha para conquistar su independencia». Básicamente el feminismo pide que las mujeres tengan libertad para definirse a sí mismas, en lugar de que la cultura y otros las definan. El término género resulta necesario para recurrir cuando se designa todo aquello que es construido culturalmente por las sociedades para estructurar las relaciones entre hombres y mujeres.

De tal manera, que nuestra vida cotidiana se estructura sobre las normas de género en, relaciones, deberes y prohibiciones por ser hombres o por ser mujeres. Los temores porque se rompan las estructuras jerárquicas, han dado pie a que se adoctrinen a jóvenes estudiantes en universidades y escuelas particulares de corte conservador, sobre interpretaciones erróneas de estos conceptos, señalando en sus clases y con documentos impresos, que la perspectiva de género es un peligro y que tiene por objeto «propulsar la agenda homosexual/lesbiana/bisexual/transexual y no los intereses de mujeres comunes y corrientes». La preocupación es por la intolerancia hacia lo que se denomina preferencias sexuales que no tienen que ver con la definición de género.

En los parlamentos se ha registrado la presencia numerosa de grupos de jóvenes, algunas uniformadas para votar o bien «reventar las mesas» en las que sin que se debata el tema del aborto o de los métodos anticonceptivos, o de la clonación, desarrollan escritos sin propuestas alternas que ayuden a solucionar los verdaderos problemas que se tienen en la sociedad. En este documento con el que se adoctrina, se descalifica la utilización de términos internacional y oficialmente reconocidos como el de perspectiva de género y se califica de ambivalentes los planteamientos hechos en muchas batallas por pioneras de las reivindicaciones de las mujeres y el feminismo. Por ello es necesario que ni el lenguaje, ni los conceptos, ni las definiciones, tengan interpretaciones malintencionadas que hagan retroceder en los avances alcanzados. Las mujeres necesitamos conocimiento y no información sesgada. Ya hemos dicho: ¡Ni un paso atrás!

*Senadora e integrante de la Comisión de Equidad y Género y Comisión Especial para dar seguimiento a los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez.
[email protected]

2005/LS/LR

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