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Demandan justicia familiares de víctimas de guerra sucia

Por Rafael Maya

Con las heridas abiertas, decenas o quizá centenares de mujeres no cejan en su demanda de justicia. Son las familiares de los detenidos y desaparecidos, las ex presas políticas y las ex guerrilleras que padecieron persecución y tortura durante la llamada «guerra sucia» de los cuerpos represivos del Estado contra los movimientos sociales y armados, durante los años 70 y 80.

Como parte de la estrategia represiva de las fuerzas de seguridad mexicanas –planeada desde las más altas esferas del poder político–, las mujeres y las niñas representaron un botín de guerra, han señalado las propias víctimas y diversos analistas.

Al desaparecerlas, torturarlas y violarlas se incurría además de un golpe de contrainsurgencia, en el quebranto moral y psicológico a las y los activistas de esos años en los que los cauces democráticos estaban más que vedados para la inconformidad social.

Como una luz al final del túnel, la reciente detención del ex titular de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS), Miguel Nazar Haro, reaviva la esperanza de justicia para las mujeres que incluso padecieron en carne propia las vejaciones de uno de los principales crímenes de lesa humanidad, que siguen impunes en México.

En 2002, durante la jornada La Mujer y la Guerra Sucia, realizada en la Cámara de Diputados, se reportó que al menos 169 mujeres sufrieron la persecución del Ejército Mexicano, la DFS y la Brigada Blanca, entre otras corporaciones policíacas.

Sin embargo, un informe más moderado indica que 43 guerrilleras fueron desaparecidas por la DFS. Un documento de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado divulgado recientemente por la prensa, revela que de 1971 a 1983 fueron «raptadas» por los órganos policíacos al mando de Nazar Haro 17 mujeres de la Liga Comunista 23 de septiembre.

Además, fueron desaparecidas –según el reporte– seis guerrilleras del Partido de los Pobres, dos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y dos del Movimiento de Acción Revolucionaria.

Una rebelde de cada una de las siguientes organizaciones fue desaparecida: Fuerzas Armadas de Liberación, Vanguardia Armada Revolucionaria del Pueblo, Comandos Armados del Pueblo y Fuerzas Armadas de Liberación Nacional.

LA MEMORIA QUE NO OLVIDA

Apenas hace unos días en la Cámara de Diputados se dieron cita una veintena de ex combatientes (mujeres y hombres) de grupos armados de los años 60 y 70, para dar sus testimonios sobre la guerra sucia y exigir a la justicia federal que encarcele a Nazar Haro, y a otros ex represores que siguen con vida como el ex presidente Luis Echeverría y el ex secretario de Gobernación Mario Moya Palencia, entre otros.

En esa reunión con diputadas y diputados perredistas, se escucharon relatos escalofriantes en los que se denuncia a Nazar Haro como protagonista de torturas contra mujeres y niñas. Por ejemplo, Tania Zarzueta, de dos años de edad e hija de Humberto Zazueta y Bertha Alicia López, fue torturada mediante choques eléctricos y quemada con cigarrillos ante los ojos de sus padres.

Lourdes Uranga, ex militante del Frente Urbano Zapatista, distribuyó un documento en el que narra: «En los interrogatorios siempre mencionaban a mis hijos para intimidarme, me golpeaban y me hacían oír las voces, los ahogados lamentos de muchos compañeros en el momento de su tortura».

«Cuando queríamos ir al baño, un soldado nos llevaba y teníamos que realizar nuestras necesidades delante de él. No podía soportar el bochorno de ser observada en esos momentos, pues además hablaba con otros hombres y sentía que me estaba mirando. Mi menstruación se convirtió en una desgracia…», añadió en su relato.

LAS MADRES LLORAN…. TAMBIEN PELEAN

En su demanda de justicia, las madres de las y los desaparecidos de la guerra sucia se organizaron.

A decir de la investigadora Elizabeth Jean Maier Hirsh, el fenómeno de la represión política colocó a la mujer/madre en el papel de sujeto colectivo y activo tanto en México como en América Latina.

Según Maier Hirsh, los roles tradicionales de la mujer, como esposas, madres y amas de casa, se vieron trastocados en los últimos 25 años. Como consecuencia de la represión y desaparición de los hijos, las mujeres se movilizaron y organizaron, desempeñaron actividades y entablaron relaciones políticas basadas en las demandas vinculadas a su papel tradicional de productora, reproductora y administradora de lo doméstico-familiar.

En México, el primer Comité de Familiares contra la Represión Política, fundado en Monterrey en 1977, fue encabezado por la ex candidata presidencial Rosario Ibarra, y tendría como objetivo la defensa y la lucha por la libertad de los presos políticos, perseguidos, desaparecidos y exiliados políticos.

Hoy, el grupo se llama Comité Eureka (que significa: he hallado, he encontrado) y su trabajo fue más allá de la documentación de la represión y búsqueda incansable de sus vástagos. Las madres asumieron el quehacer político que sus hijos no pudieron seguir.

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