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Desciende el empleo de niñas en el servicio doméstico

Su trabajo inicia antes de que salga el sol y continúa hasta la noche. Durante 15 horas no paran de trabajar, esa es la norma. Si acaso les pagan, en Estados Unidos ganan 20 dólares al mes o menos, o nueve dólares en Mongolia y Vietnam.

Son las niñas, las que invisibles, como sombras, permanecen en el servicio doméstico. En el trabajo que predomina en el sector femenino, el considerado especialmente para ellas, el devaluado, no pagado. Es el trabajo que se hace, pero que no se considera como tal.

Busakorn Suriyasarn describe lo anterior en su estudio titulado ?De la cocina al salón de clases: llamado a la responsabilidad política y a otorgarles poder a las niñas para que salgan del trabajo doméstico a la escuela?.

Sin embargo, aunque los esfuerzos realizados por organismos y gobiernos han hecho bajar el trabajo doméstico infantil, aún es alto el trabajo forzoso de la infancia.

De acuerdo con cifras de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), el trabajo doméstico infantil bajó de 246 millones en el 2000, a 218 millones en el 2004.

Para 2006, descendió de 171 a 126 millones (26 por ciento). Y 33 por ciento de las y los niños que trabajan en casa tienen entre cinco y 14 años de edad.

Pero este descenso en el trabajo doméstico infantil no se refleja en un aumento de la educación, apunta Suriyasarn.

De cien millones de infantes que no están en la escuela primaria, 55 millones son niñas. De tal suerte que menos niñas ingresan a la educación secundaria en los países subdesarrollados.

Alrededor del mundo, 66 por ciento de niños ingresan al segundo nivel educativo comparado con el 61 por ciento de las niñas.

¿Dónde están las niñas?, se pregunta Suriyasarn, quien forma parte del equipo de investigación de las Naciones Unidas y del grupo expertos en la Eliminación de todas las Formas de Discriminación y Violencia contra las Niñas.

Y responde: El trabajo de los niños es más visible, pero el de las niñas no. Ellas permanecen en el trabajo doméstico de sus familias o de terceros, en la economía informal o en la industria del entretenimiento.

Las niñas están donde el trabajo no es considerado como tal, donde son más vulnerables y menos protegidas.

La investigación indica que en 1989 la OIT confirmó que el trabajo doméstico explota a la niñez en su totalidad y es muy difícil protegerlo. Todo el mundo tiene conocimiento de esto. Y organizaciones no gubernamentales denuncian que pese a los esfuerzos que hacen por contrarrestarlo, hay resistencia en las comunidades, incluyendo a los padres, empleadores y gobiernos.

De tal suerte que la OIT estima que más niñas menores de 16 años están trabajando en el servicio doméstico que en cualquier otra categoría del trabajo que realizan los infantes.

De acuerdo con estudios de la OIT y UNICEF, en el 2000 las niñas trabajan en casas ajenas de otros países, en las regiones desarrolladas del mundo. Por ejemplo: 700 mil en Indonesia, medio millón en Brasil, 300 mil en Bangladesh, un cuarto de millón o más en Filipinas, Haití y Pakistán. Y 100 mil en Kenia, Perú y Sri Lanka.

En India se estima que el 20 por ciento de las niñas que trabajan fuera de la familia son menores de 14 años y se emplean en el servicio doméstico.

Estas cifras, sin embargo, no muestran la difícil situación en que viven estas niñas, debido a la dificultad que existe para investigar el tema, ya que permanecen como «escondidas», sobre todo cuando el trabajo doméstico lo realizan en su propia casa o con sus familiares.

Lo que sí se conoce es que de cada diez infantes en el servicio doméstico, nueve son niñas y menores de 15 años. Se inician en esta ocupación a muy temprana edad, entre los 12 y 14 años, pero hay muchas que comienzan a trabajar desde los cinco y siete años de edad.

Busakorn Suriyasarn dice que es urgente atacar y contrarrestar lo que considera «la peor forma del trabajo doméstico infantil», pues una cosa es que las niñas «den una mano» con el trabajo doméstico, para ayudar a los quehaceres de manera moderada y que no interfiera con el desarrollo de la niñez, en la enseñanza de responsabilidades, y otra muy diferente ponerlas a trabajar con un tercero.

La pobreza propicia que sean las niñas las que sufran la mayor explotación en el trabajo doméstico infantil.

CÓRRELE, APÚRATE, ÁNDALE

Herminia vive Nueva York, pero aunque hoy sólo «limpia lo suyo», su vida ha sido, desde niña, asear lo de otros.

«Tenía entre cinco años o seis, recuerda, cuando desde tempranito oía ¡Córrele, apúrate, ándale! Siempre arreada por mi mamá. Que al campo. Pero primero barrer la cocina. Levantar hamacas. Traer agua y leña entre otras cosas. Que ya lloró el niño. Atiéndelo. Cárgatelo a la espalda. En fin».

«Soy la más grande de mis hermanos y hermanas, explica. Todos nacimos en escalerita, somos 11. Como si mi mamá solo sirviera para traer hijos al mundo. Nada más se dedicó a eso, a traer hijos al mundo a sufrir. No conozco a los más chicos, sólo por foto y por teléfono.

«A los once años, ya estaba más cansada: bien pobres, mucho trabajo y nada de comida. Ni tiempo para nada. Siempre cansada y con mucha hambre. Hija, esto, hija, lo otro. Córrele.

«Me fui del rancho, con sólo tres años de primaria, hasta Oaxaca, a casa de una tía. Me fue peor. Ahí ni una consideración. La comida me tocaba menos que a nadie. Sólo limpiar y limpiar. Desde que amanecía hasta que anochecía.

«Junté unos centavos para ir a la Ciudad de México. Llegué y toqué muchas puertas, hasta dar en Taxqueña (al sur de la ciudad) con una familia mitad mexicana, mitad norteamericana. Con ellos trabajé mucho.

«Pero a los 15 años, con muchos esfuerzos, terminé mi primaria. Me daba permiso la señora, la Güera. Buena gente. Aunque claro, todo lo tenía que hacer yo. Y uno aprende, todo bien limpio: cocina, baños, comida, camas, trapear, sacudir. Y cuidar dos niñas chiquitas, de tres y un año de edad.

«Mandaba dinero para mi mamá y mis hermanos. No era mucho, pero valía la pena.

«Tres años más tarde, me dieron la noticia: Mina, nos regresamos a los Estados Unidos. Vente con nosotros. Te vamos a pagar en dólares y, ya verás, te dará tiempo para ir a la escuela.

Ellos arreglaron todos los papeles. Me subí por primera vez a un avión y aquí estoy: terminé la prepa y tomé muchas clases de inglés.

Y a lo mismo, al mismo trabajo, sólo que la casa era mucho más grande. Siempre limpiando, como desde chica. El salario siempre es poco y las familias diferentes, unas buenas, otras malas. Se sufre, porque crece una sin infancia. Para que hablar mal de los ex patrones, ya pasé lo peor.

Ahora tengo 21 años. Pasaron ya 10 años desde que llegué y pude obtener mi residencia.

Hoy, con mis papeles en regla, ya soy dueña de una tienda. Me casé con un árabe. No tengo hijos, esa fue la condición para casarme. No tener hijos.

Ahora trabajo solo para mí. Sólo limpio lo mío. Estoy por entrar a la universidad, quiero ser abogada. Algún día lo seré.

07/LP/GG

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