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Desigualdad versus reformas estructurales

Por Carmen R. Ponce Meléndez*

Economía y seguridad son los dos problemas centrales del país, con una ponderación porcentaje de 53 y 43 por ciento, respectivamente, según los resultados de Consulta Mitofsky. Adicionalmente existe un reconocimiento de que las mujeres experimentan una creciente violencia económica, física, emocional y sexual.

Con esta perspectiva ¿qué sentido tiene la exigencia permanente de realizar las llamadas reformas estructurales: fiscal, laboral, energética y política?

De manera muy insistente se afirma que los factores que inhiben la inversión es la falta de reformas estructurales, sumado al clima de violencia o inseguridad con que se vive en el país.

Incluso se afirma que hay que darle confianza al «consumidor» para que la economía se recupere; la consumidora o consumidor tendrán confianza en la medida en que crezca su bolsillo y tengan empleos dignos, porque justamente eso es lo que le permite adquirir la categoría económica de «consumidora».

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El alza de precios no es parte de nuestras tradiciones culturales como afirma el secretario de Economía. Los fenómenos económicos no son de origen celestial o divino y tampoco la pobreza forma parte de «usos y costumbres»; perfectamente se pueden regular el mercado y resolver desigualdades.

Tan es así que con excepción de la reforma política las otras se inscriben en la esfera de la economía, aunque no necesariamente signifiquen menor desigualdad. Con esta visión se tiene una impunidad doble: jurídica y económica.

Por lo que hace a la inversión, el nivel de inversión fija bruta no se ha recuperado toda vez que está por debajo de la registrada en 2008 (octubre), en especial maquinaria y equipo importado que muestra un descenso muy alto, 26.3 por ciento (cifras del Inegi, octubre 2010).

Lo que significa que las tasas de ganancia o de acumulación logradas en 2010 no descansan en innovación tecnológica o crecimiento de maquinaria y equipo; por el contrario, las empresas en su gran mayoría siguen trabajando por debajo de su capacidad instalada, recurriendo a inventarios y, sobre todo, en función de la sobreexplotación de la mano de obra, por eso la percepción muy cierta de que la crisis continúa.

Otra conclusión obvia es que el nivel de inversión extranjera directa sigue bajo, sin recuperarse, en esta materia lo que prevalece es la inversión financiera, los llamados capitales golondrinos y no se ve aquí algún beneficio por la valoración del peso que abarata las importaciones.

Confirma que la famosa recuperación económica y del empleo que se tendría con la reforma laboral es otra falacia como la del índice de inflación. La flexibilidad laboral no resuelve obsolescencia tecnológica y mucho menos competitividad, argumento que se esgrime en todos los alegatos a favor de esta reforma.

Convocar a la discusión y/o solución de la problemática que se vive en materia fiscal o energética tendrá éxito siempre y cuando los contenidos de los proyectos en esta materia permitan un diálogo democrático de todos los actores políticos y económicos, pero si tienen la misma intención que la reforma laboral no van a prosperar.

El ejemplo más claro es la refinería de Tula, Hidalgo, que duerme el sueño de los justos, sigue creciendo la importación de gasolinas y la dependencia de los ingresos petroleros que financian 40 por ciento del gasto público.

En efecto, la captación de ingresos tributarios es muy limitada por todos los «excepto» que hay, la falta de progresividad en algunos impuestos, etc.; hay varios diagnósticos y la mayoría certeros, pero también están los «intocables» que en tiempos de elecciones se fortalecen, tal es el caso del capital financiero que goza de cabal salud.

La terrible desigualdad de la sociedad mexicana, desigualdad encabezada por las mujeres y la niñez, es producto nato de este modelo; paradójicamente esto se ha convertido en una grave dificultad para avanzar en todas las esferas, más allá de la economía, porque entre otras cosas forma parte de la problemática de la delincuencia.

Siendo muy optimistas, aun cuando se lograra avanzar en estas reformas, si su contenido no es más igualitario no van a funcionar. Por lo demás, en lo inmediato sigue pendiente una propuesta para resolver la inseguridad, ya que las operaciones del crimen organizado no se han atacado en lo económico la solución es más lejana y la alternancia política, por sí misma, no lo va a resolver, incluso puede recrudecer los problemas existentes.

El eje conductor o la madre de las reformas tiene que incidir directamente en la desigualdad socioeconómica y de género, para el corto y mediano plazo. En esa misma tónica se inscribe la defensa de los derechos económicos y humanos, aunque parezca pleonasmo.

* Economista especializada en temas de género

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