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Desinterés político en la trata de personas

Por Lourdes Godínez Leal

Un fenómeno visible en México gracias a las redes de ayuda de organizaciones civiles.

Un collage de fotografías de menores rescatadas de las manos de sus tratantes ocupa un muro de una sencilla oficina en el centro de la Ciudad de México. Una imagen llama la atención: Dos niñas de 8 y 11 años que, de pie, espalda con espalda, muestran un perfil inusual para su edad: el vientre abultado por un embarazo de seis y ocho meses, respectivamente. Visten como niñas, ven a la cámara, pero su rostro no tiene ninguna expresión. Son madres prematuras víctimas del comercio sexual.

Ellas son evidencia de la trata de personas, delito que continúa sin ser tipificado en el país y del que se sabe gracias a las redes de ayuda de las organizaciones civiles. Éstas contribuyen a que el fenómeno deje de estar oculto y apoyan a las víctimas, recordándoles –o haciéndoles conocer- sus derechos humanos, porque para los tratantes no signifiquen más que un jugoso negocio.

Si bien la trata de personas tiene distintas modalidades –laboral, servidumbre, militar, tráfico de órganos– quizá una de las más humillantes para quien la padece es la trata con fines sexuales para la prostitución forzada, sobre todo si la víctima es menor de edad.

Testimonios sobran, lo mismo de menores mexicanas, centroamericanas o africanas. «El fenómeno existe y ha dejado de ser un tema prohibido» afirma Aquiles Colimoro, coordinador jurídico de la Fundación Casa de las Mercedes, institución de asistencia privada que brinda apoyo a niñas y mujeres víctimas de trata en el Distrito Federal.

Lo que ha faltado, subraya, «es interés político y presión internacional para abordar en serio el problema, toda vez que hay una legislación internacional y están los casos, falta sólo empezar a combatirlo».

Un reporte reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que la trata de personas pasó de ser el tercer delito más lucrativo del mundo al segundo, desbancando al tráfico de armas.

En Chiapas, Quintana Roo, Mérida, Tabasco, Michoacán, Tlaxcala y otros estados de la república, las menores son raptadas, engañadas y coaccionadas para trasladarlas a otros lugares. Ellas no se saben víctimas de trata. Quizá van ilusionadas de llegar a Estados Unidos con el antecedente de familiares que están allá y «les ha ido bien». Nunca faltan los aprovechados que se ofrecen a llevarlas.

A decir de Colimoro, aunque en un principio no se piensa explotarlas, ni traficarlas, ni hacerlas víctimas de trata, como las menores no tienen dinero para pagar su traslado, son golpeadas, victimizadas y agredidas, entonces se ven en la necesidad de ceder a las peticiones de su victimario.

Es el caso de Samantha, menor de edad que fue trasladada a Nueva York para prostituirla. La primera vez la ofrecieron «a un precio muy alto». Era virgen. Luego fue golpeada, la amarraron y drogaron. Se resistía a ser prostituida, pero se dio cuenta que no tenía otra opción y obedeció a su victimario. Aunque logró escapar y regresar a México, quedó en situación de calle.

«El o los tratantes, traen a las niñas desde sus estados natales hacia otros, las ‘cruzan’ de un estado a otro para que tengan la necesidad de crear los vínculos con otras víctimas de trata, todo se vuelve ‘normal’, todo es bueno, todo es común».

AL RESCATE DE LAS VÍCTIMAS

El trabajo de las ONG ha sido fundamental en la defensa de los derechos humanos de las víctimas de trata: detectar los casos, buscar su custodia y reintegrarlos a la sociedad.

«Gracias a la apertura del Instituto Nacional de Migración (INM) podemos solicitar la custodia temporal de las mujeres, adolescentes o niñas que han sido víctimas de trata y continuar con su proceso legal», comenta Aquiles Colimoro.

El trabajo se hace entre ONG, INM y la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), aunque la verdadera hazaña de su reinserción a la sociedad la realizan las organizaciones civiles que día con día les recuerdan (a las víctimas) que son seres humanos con derechos, libres y no tienen por qué estar encerradas.

«Hemos logrado una red de atención en hospitales de primer, segundo y tercer nivel, escuelas y otras instituciones que han brindado atención a las menores», explica Colimoro, al exponer el modelo de atención de Casa de las Mercedes.

En Tlaxcala el Centro Fray Julián Garcés, que inició una campaña contra la trata de personas en agosto pasado para tipificarla como delito en la entidad, ha documentado y atiende casos de menores víctimas. Los más recientes corresponden a 2006 dos mujeres y una niña.

Es conocido que Tlaxcala, en el centro de México, es el estado de origen y destino de muchas mujeres y niñas que son trasladadas de otros estados y de sus mismos municipios para prostituirlas. El más común, Tenancingo. La Procuraduría General de Justicia estatal recibió seis denuncias de lenocinio este año.

RECUPERACIÓN DE LAS VÍCTIMAS

Para Aquiles Colimoro sí es posible castigar a los tratantes. Esto se logra a través de la denuncia y con el seguimiento de casos, pero ante todo con un firme compromiso con el tema: «Si no tienes un compromiso no lo logras porque ellos (los tratantes) amedrentan, tienen recursos».

Es necesario hacerle saber a las mujeres y a las niñas que son y pueden ser víctimas de trata y que tienen una oportunidad de desarrollarse sin la necesidad de ser explotadas, de contar con espacios donde se les atienda, insiste.

Con el objetivo de fomentar entre las y los menores, el autocuidado, actualmente el Inmujeres-DF trabaja con la Comisión de Derechos Humanos del DF, el DIF federal y la Secretaría de Educación Pública en la distribución de un cuadernillo de prevención contra la explotación sexual comercial infantil.

Recuadro

La OIM estimó en 2005 que anualmente a nivel mundial, un millón de niñas, niños y mujeres, son engañados, vendidos, coaccionados o sometidos a condiciones semejantes a la esclavitud bajo distintas formas y en diversos sectores como el sexual que abarca prostitución, pornografía y turismo sexual.

06/LG/GG

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