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Documenta Sin Fronteras trata de personas

Por Guadalupe Vallejo Mora

Lila, Antón, Ziao, Peng y Emily no se conocen. Sin embargo, vivieron situaciones similares de explotación y trata de personas en México. Actualmente sus expedientes siguen abiertos.

Sus casos son hasta el momento los únicos conocidos y documentados en nuestro país por una organización no gubernamental, pero «seguramente hay más», reconoció Karina Arias, Coordinadora de Vinculación y Promoción de Sin Fronteras, quien impartió este día un taller para periodistas, patrocinado por la Comisión Europea y la Fundación Ford.

La trata de personas o «esclavitud moderna» es un hecho que debe visibilizarse y castigarse con todo el peso de la ley, porque no sólo se da a nivel internacional, sino internamente, ya que se trata de uno de los tres negocios más rentables del mundo, únicamente superado por el narcotráfico y el tráfico de armas. Lamentablemente, en México no hay cifras porque no está tipificado como delito, agregó.

Sin Fronteras, organización civil que desde 1995 atiende la problemática migratoria y de refugio desde una visión integral, para garantizar el respeto a los derechos humanos y el mejoramiento de las condiciones de vida de quienes se encuentran en esas situaciones, documentó los tres casos de trata de personas, cuyos expedientes aún sigue en proceso.

CASO 1: Lila y Antón (2005)

El más reciente caso data de principios de 2005. Mediante engaños de una «amiga» de la infancia llamada Vang, Lila y su hijo Antón dejaron Uzbekistán con la esperanza de conseguir empleo y escuela, respectivamente. Una vez en México, la realidad fue otra, porque aunque arribaron en tiempos distintos, ambos eran forzados a realizar extenuantes jornadas de trabajo, por un pago mínimo. Vivían en situación de esclavitud.

En varias ocasiones buscaron escapar o solicitar ayuda, sin embargo la barrera del idioma se los impidió. Una vecina de Vang se dio cuenta de la situación y ofreció ayudarlos. Cuando la «amiga» que se encargaba de regularizar la situación de sus víctimas se dio cuenta de ello, se desistió del trámite y retuvo sus pasaportes y documentos migratorios y «los despidió».

Ellos buscaron ayuda y fue entonces cuando conocieron a un corresponsal de un periódico que los llevó a Sin Fronteras, quien los ayudó a regularizar su estancia en México y les otorgó asistencia social y una charla sobre las posibles acciones legales que se podían hacer. Su trámite sigue pendiente en el Instituto Nacional de Migración (INM). Actualmente viven en Puebla y están en espera de sus documentos migratorios.

Caso 2: Emily (2004)

A través de un engaño Emily, de 18 años de edad, nacida en Africa Subsahariana, llegó a México para escapar de ser obligada a contraer nupcias con un hombre de 50 años, quien «sacaría de la pobreza a su familia». Al escapar de esa situación, en una oficina de asistencia de una iglesia conoció a una mujer que ofreció ayudarla. Le presentó a una mexicana que le dijo podría apoyarla para que continuara con sus estudios en otro país.

El pensar que «cualquier oferta era mejor que regresar a casa», antes que contraer nupcias con un hombre que no amaba, la llevó a vivir una situación de esclavitud en México, donde la misma noche de su arribo fue fotografiada desnuda y obligada a tomar mucha cerveza y bailar con un hombre, con el fin de «pagar su viaje».

Tras varios meses de encierro e incomunicación, logró escapar y conseguir el apoyo de una persona que la condujo a un edificio de gobierno. De ahí fue enviada a Sin Fronteras. Actualmente, Emily recibe atención psicológica y no se ha iniciado denuncia penal contra sus tratantes, ya que a causa de la situación que vivió, no puede hablar de lo acontecido.

Caso 3: Ziao y Peng (2003)

Hasta las comunidades en donde vivían, en su natal China, llegó la noticia de que una empresa contrataba personas de la región para trabajar en una fábrica en México. Ziao (viuda) y Peng (divorciada), pensaron que esa era la oportunidad para aumentar sus raquíticos ingresos con los cuales dependen sus hijos e hijas.

La empresa se encargó de todos los trámites para el viaje y arreglar su estancia en nuestro país. La oferta inicial cambio en suelo mexicano. Casi de inmediato empezaron a trabajar; vivían dentro de las instalaciones de la fábrica; las salidas estaban restringidas. Eran vigiladas en todo momento y sus jornadas de trabajo se extendían más allá de las ocho horas reglamentarias.

Aprovechando una visita «no custodiada» al médico, lograron huir. La empresa las denunció ante las autoridades migratorias como indocumentadas, pues sus papeles estaban en manos de sus empleadores. Finalmente fueron aseguradas y trasladadas a una Estación Migratoria, donde Sin Fronteras en sus actividades de promoción de los derechos humanos conoció de su caso y las apoyó.

Actualmente cuentan con permiso para trabajar de manera independiente en México y se logró una negociación en la Junta de Conciliación y Arbitraje. La queja levantada ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y el proceso penal que levantaron sigue en curso, los tratantes en libertad y la fábrica continúa abierta.

2005/GV/GM

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