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El cuerpo nuestro de cada día

Por Carolina Velásquez

Centro de nuestra comunicación y capacidad de abstracción, la cabeza es el lugar donde podemos desarrollar y alcanzar los niveles más altos de conciencia, aquí no sólo están cuatro de nuestros cinco sentidos (oídos, gusto, olfato, vista), cerebro y cerebelo, sino además el sexto (tercer ojo) y séptimo chakra (coronilla) espacios del conocimiento, la comprensión de la verdad y la conexión con la energía universal.

El rostro es su cara frontal a través de él nos presentamos al mundo, damos la primera «impresión» y/o examinamos a otras personas, y mostramos nuestra naturaleza interior.

La expresión desde esta parte de nuestro «yo soy» habla de quienes somos y cómo sentimos. Si alguien «esconde» el rostro puede revelar una sensación de pena o vergüenza, si «da la cara» a determinadas situaciones puede mostrar una actitud de enojo o valentía. En ocasiones, a veces muchas, refleja también sólo la máscara de lo que pretendemos ser y sentir; no obstante y quizá contra nuestra voluntad, tarde o temprano presentaremos en pensamientos, olfato, mirada y oídos, la historia personal.

Por ejemplo: un bloqueo agudo de los oídos reflejará nuestro deseo de no escuchar; ojos tensos que se niegan a ver la realidad mostrarán una contracción o inmovilización de los músculos de la nuca y en párpados, frente, glándulas lagrimales); una frente y entrecejo (ceño fruncido) con líneas marcadas hablarán de la condición de nuestros pensamientos y el nivel de intensidad y carga en ellos se manifestará en tensión aguda y dolores de cabeza, el llamado «grito silencioso de la mente agobiada», y la mandíbula apretada estará reteniendo ira o llanto.

La cabeza es también el lugar donde nos alejamos del mundo, pues no siempre es fácil permitir –permitirnos– que los sentimientos afloren libremente o recibir la expresión emocional de otra persona, originándose una separación entre cuerpo y mente sin que logremos conciliar lo que experimentan ambas, bloqueando y reprimiendo nuestra comunicación.

Sin embargo, su función va más allá de ser un centro de comunicaciones, es también la conexión entre nuestros atributos y conflictos mentales y nuestra energía espiritual, sostiene Debbie Shapiro (Cuerpo mente. La conexión curativa, 1991), a través de las glándulas pineal y pituitaria y el sistema nervioso central la cabeza «es el lugar por el que nuestra energía accede al plano físico y reduce lentamente su ritmo vibracional de manera que pueda manifestarse en el mundo» permitiendo nuestro movimiento y dirección en la Tierra. [email protected]

2004/CV/LR

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